Saturday, 20 de April de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1284

Documento:
Analizar el poder simbolico ejercido por los medios de comunicación
Una tarea de los observatorios de medios

Este é o título do trabalho que a pesquisadora colombiana Adriana Maria Angelo Botero apresentará no Colóquio. Distribuimos o texto com antecedência para que os demais participantes possam le-lo e assim ter melhores condições para aprofundar a troca de idéias com a autora. 


Este es el titulo del documento que la pesquisadora colombiana Adriana Maria Angel Botero presentará en el Coloquio. La distribución anticipada del texto busca permitir que los demás participantes puedan leer el documento y más condiciones para profundizar el intercambio de ideas con la autora. 


Segue o texto integral/Sigue el texto integral


Analizar el poder simbólico ejercido por los medios de comunicación:


Una tarea de los observatorios de medios


 


Por: Adriana María Ángel Botero


        Coordinadora del Observatorio de Medios y de Opinión de la Universidad de Manizales


        observatorio@um.umanizales.edu.co


 


Introducción


En el presente escrito analizamos las experiencias vividas en el Observatorio de Medios y de Opinión de la Universidad de Manizales en Colombia. El artículo se compone de dos capítulos: en el primero se relata la experiencia del Observatorio durante sus ocho años de historia; y en el segundo, se presenta una propuesta a partir de la cual sea posible realizar un trabajo conjunto con otros observatorios nacionales y extranjeros.


1. La experiencia del Observatorio de Medios y de Opinión de la Universidad de Manizales


Por pertenecer a la Facultad de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Manizales, nuestro Observatorio de Medios y de Opinión se constituye como una institución no gubernamental ni empresarial que trabaja con independencia frente a presiones económicas, mediáticas o políticas. Así, desde una óptica académica hemos venido monitoriando, desde el primer semestre del año 1999, los medios de comunicación de la región cafetera colombiana, que es, a su vez, el espacio geográfico en el que se encuentra ubicado el Observatorio.


 


Esta ubicación espacial nos ha permitido analizar la oferta, la producción y la recepción de los medios de la zona central del país, la cual cuenta con 41 diarios impresos, un canal público de televisión regional, 43 canales de televisión incidental y 94 emisoras radiales. Este conjunto de medios de comunicación, con sus respectivas audiencias, se convierte en nuestro principal cuerpo de investigación. Para su estudio, contamos con equipos de trabajo conformados por profesores del área de investigación y comunicación de nuestra Universidad y con los estudiantes de la Facultad de Comunicación Social y Periodismo que están próximos a graduarse y que se muestran interesados en conocer el funcionamiento de las empresas e instituciones mediáticas.


 


En este sentido, realizamos investigaciones de monitoreo de los medios cuya duración no es superior a seis meses y cuyos resultados, en lo posible, son difundidos a los mismos medios de comunicación y a la ciudadanía en general. Desde su fundación, el Observatorio de Medios de la Universidad de Manizales, ha realizado más de 20 investigaciones de observación mediática que se conciben como proyectos centrados en la identificación, sistematización, clasificación e interpretación de fenómenos relacionados con los emisores de los medios y con sus audiencias.


Los temas de análisis que hemos abordado incluyen la investigación, no sólo de los emisores mediáticos y sus mensajes, sino también de las audiencias. Al revisar el listado de estudios realizados se encuentra un marcado interés por la exploración de los mensajes de los medios en términos del tratamiento informativo, esto es, de la manera como se construye la información desde el punto de vista de la completud, las dimensiones sintácticas, los contenidos y la referenciación (fuentes, proveniencia, microestructuras). A esta línea pertenecen trabajos como: Análisis comparativo de cubrimiento y despliegue informativo entre la prensa regional del Eje Cafetero y la prensa nacional colombiana durante el segundo semestre de 1999; Tratamiento informativo del terremoto ocurrido en el Eje Cafetero el 25 de enero de 1999 en los noticieros del canal regional Telecafé; Tipología de los mensajes noticiosos del canal regional Telecafé según la naturaleza del objeto de información; Tratamiento informativo de la noticia política en el periódico manizaleño La Patria durante el primer semestre de 2005; y Tratamiento de la información política realizada por los periódicos la Patria y La Tarde durante las elecciones legislativas colombianas de 2006.


 


Sin embargo, en el mencionado listado de estudios también se nota un interés reciente por el análisis de las audiencias de los medios. En este sentido existen trabajos relacionados con las lecturas de los receptores, su credibilidad frente a los medios y sus imaginarios: Identificación de imaginarios en periodistas manizaleños y receptores jóvenes en torno al mensaje informativo con contenido de violencia; Efectos que ejercen los líderes de opinión mediáticos en las audiencias de prensa de Manizales; y Audiencia del canal regional Telecafé en Manizales.


 


Además de estos, vale la pena resaltar dos estudios que periódicamente se han venido realizando en nuestro Observatorio de Medios y de Opinión porque se constituyen como una importante fuente de información académica, empresarial y periodística. El primero es el Índice semestral de audiencia radial en el cual se mide el consumo de emisoras por parte de los habitantes de Manizales; este estudio, que se actualiza cada seis meses, permite conocer los hábitos de consumo, las preferencias y gustos en materia de radio de las audiencias de la región. Otra investigación, actualizada cada año, es el Censo de medios de comunicación del Eje Cafetero que permite conocer, ubicar, diferenciar y cuantificar los medios de radio, prensa y televisión existentes en los 51 municipios de la región cafetera.  


 


Así, después de realizar este balance con respecto al tipo de producción realizada por nuestro Observatorio de Medios, encontramos que, aun cuando se evidencia un interés reciente por el estudio de las audiencias, gran parte de las investigaciones se ha enfocado por temas como la construcción de los mensajes y el tratamiento informativo. Notamos, además, una recurrencia excesiva a los métodos cuantitativos de análisis que han limitado las lecturas cualitativas de los procesos de comunicación.


 


Nuestro objetivo, al realizar cada una de estas investigaciones, se centra en la necesidad que tienen, tanto la academia, como los periodistas y los ciudadanos, de examinar los medios de comunicación regionales y comparar su actividad, su producción y su oferta con la de los medios de cobertura nacional. Para nosotros es de suma importancia observar los medios y, al hacerlo, verlos como empresas que trabajan con base en la lógica capitalista de la ganancia. Bajo esta dinámica es de esperarse que los mismos dueños y trabajadores de los medios conciban a las audiencias como consumidoras antes que ciudadanas por lo que el producto que ofrecen no está encaminado a construir sociedad civil o ciudadanía, sino a consolidar un mercado de consumidores. Este marco justifica la necesidad de monotoriar la actividad de los medios para, en esa medida, exigir calidad en su producción.


 


Balance: Fortalezas y necesidades


La realización de más de 20 investigaciones en menos de ocho años se constituye como un balance positivo para el Observatorio de Medios y de Opinión de la Universidad de Manizales. Pero, sin lugar a dudas, la principal fortaleza de nuestro Observatorio radica en su carácter regional y, por lo tanto, en concentrarse en el análisis de medios de comunicación de cobertura local. Esto es importante en la medida en que la mayoría del los observatorios del país estudia medios de cobertura nacional, mientras que nosotros nos especializamos en el análisis de la producción mediática regional y en la comparación entre la oferta local y la oferta nacional.


 


Otra de las fortalezas tiene que ver con la posibilidad que tienen los estudiantes de la Facultad de Comunicación Social y Periodismo, a la cual se encuentra adscrito el Observatorio, de realizar prácticas investigativas y de participar en el trabajo de observación mediática. De esta manera, los estudiantes se convierten en veedores y analistas de la oferta comunicativa de su región.


 


Aún así, también enfrentamos problemas estructurales relacionados, sobre todo, con la difusión de los resultados de las investigaciones que realizamos, pues muchas veces éstos quedan archivados sin ser conocidos por los emisores de los medios y por la ciudadanía en general. En este sentido, requerimos, no sólo de canales de difusión, sino también de interlocutores interesados en conocer el trabajo que se adelanta en materia de análisis comunicativo.


 


Otro problema estructural tiene que ver con la carencia de una línea de investigación que vincule las temáticas de estudio abordadas por el Observatorio. Las investigaciones hechas hasta el momento son bastante diferentes entre sí por lo que resultan desarticuladas y desenfocadas con respecto a un punto específico de interés. De hecho, al revisar la lista de trabajos realizados, se encuentran estudios sobre los mensajes, sobre las empresas mediáticas, sobre las audiencias, sobre el consumo e, incluso, sobre los imaginarios de los periodistas. El inconveniente no está en la variedad, sino la desarticulación y la ausencia de una línea de trabajo configurada que permita establecer continuidad entre los problemas y los cuerpos de investigación.


 


Desde una perspectiva más estructural, tenemos una necesidad “política” de ser escuchados, de poder intervenir en las decisiones que toman los medios y de opinar frente al tipo de productos que ofertan. Es evidente que los medios regionales colombianos, de la misma manera que aquellos que tienen cobertura nacional e internacional, conciben a las audiencias como consumidoras antes que ciudadanas; también es claro que la mayoría de medios asume la posición de empresa cultural cuyo objetivo principal proviene de la lógica capitalista, la cual impone una mecánica específica basada en el reciclaje de ideas, formatos y productos que han sido previamente rentables en un mercado y que vale la pena ofertar de nuevo.


 


Las funciones que a comienzos del siglo pasado otorgó Harold Lasswell[1] a los medios de comunicación de masas, han pasado a ser un ideal utópico. Lejos están los medios de vigilar el entorno social, de interconectar los subsistemas y de transmitir la herencia cultural. En la actualidad, no podemos definir los medios como instituciones encargadas de brindar información oportuna a la ciudadanía para que ésta obtenga herramientas de participación e intervención en la esfera pública. Por el contrario, las dinámicas neoliberales parecen redefinir los medios como empresas de producción cultural encargadas de satisfacer las necesidades de entretenimiento (más que de información) de los soberanos consumidores.


 


Así, al observar los medios encontramos que estos operan con base en modelos comerciales que estandarizan la producción y que disminuyen cada vez más la calidad. Las investigaciones que hemos realizado en nuestro Observatorio muestran que se ofrece información de escasa calidad a las audiencias. De hecho, el trabajo titulado Tratamiento de la información política realizada por los periódicos la Patria y La Tarde durante las elecciones legislativas colombianas 2006 permitió confirmar que cerca de la mitad de las noticias políticas publicadas por los dos diarios más importantes del Eje Cafetero, sólo cuenta con una fuente, y que la mayoría de las veces, la naturaleza de esta fuente es oficial. Ese mismo trabajo mostró que la extensión promedio de la información política publicada no supera los tres párrafos. Con este tratamiento informativo, es evidente que el lector no recibe un producto de calidad, esto es, una información que por lo menos pretenda ser imparcial y completa.


 


A esto se refiere entonces el problema “político” que mencionábamos más atrás: nuestras posibilidades de intervenir los medios de comunicación y de sugerir formatos de producción diferentes (y completos), son escasas, por no decir nulas. Podría alegarse que esa tampoco es nuestra función. Sin embargo, consideramos que, como audiencias, pero sobre todo como ciudadanos, requerimos información completa y  transparente.  


 


En la medida en que los medios de comunicación adoptan modelos de producción comercial no se ven obligados a modificar los lineamientos de su oferta cultural. Como no es posible transformar las empresas mediáticas, deben pensarse otras posibilidades a partir de las cuales contrarrestar la excesiva libertad de los medios y sus efectos de largo plazo sobre las audiencias.


 


En este sentido, creemos que es importante que los observatorios de medios vinculen cada vez más a la sociedad civil porque, en la medida en que la ciudadanía comprenda las lógicas de producción de los medios, puede exigirles productos de mayor calidad.





[1] Mattelart, Armand, Mattelart, Michélle. Introducción a las teorías de la comunicación. Paidos. Barcelona, 1996.  p. 31.


 


Un ejemplo puede servir para ilustrar la afirmación: Como hemos visto a través de las investigaciones realizadas por el Observatorio de Medios de la Universidad de Manizales, cerca de la mitad de las noticias publicadas por los medios impresos de la región, no cuenta con fuentes informativas que sustenten, corroboren, analicen o contrapongan los datos revelados; al respecto no se presentan quejas por parte de los lectores. Sin embargo, es posible que no existan reclamos porque, por lo general, los receptores no son conscientes de esta ausencia de fuentes. Es probable que si las audiencias saben que una noticia debe construirse con base en la confrontación y el pluralismo de fuentes, lleguen a exigir la completud informativa a los medios que consumen.


 


Nuestra propuesta se sustenta en la idea según la cual las audiencias deben conocer las características de la producción de la información en los medios de comunicación, porque en cuanto conocedoras, pueden exigir, controvertir y participar de esta producción. En otras palabras: nuestra propuesta se respalda en la necesidad de fortalecer los lazos con los receptores, pues creemos que los observatorios de medios no pueden seguir siendo centros de investigación aislados de la sociedad, sino que tienen que trabajar por la sociedad misma. Los observatorios, en este sentido, deben llegar a convertirse en una especie de faroles de la esfera pública que monitoreen el trabajo de los medios para que estos últimos ofrezcan información oportuna y completa para la participación ciudadana. Creemos que los observatorios deben salir del silencio de las academias a las cuales están adscritos para vincularse a la sociedad que es quien verdaderamente los necesita.


 


No obstante, los lazos no deben establecerse solamente con los ciudadanos, sino que también debe instaurarse la asociación de los observatorios de medios como un conjunto de centros de monitoreo de los medios de comunicación latinoamericanos. En este orden de ideas, nuestra propuesta, que ya ha sido formulada por otros y que seguramente será bien recibida en este I Coloquio Latinoamericano sobre Observación de Medios, es la de articular el trabajo de nuestros centros de investigación de tal manera que todos sigamos una misma línea de trabajo en torno a un problema de investigación similar para que, como consecuencia de ello, sea posible articular el trabajo y aprovechar mejor el tiempo y el trabajo de muchas personas en un proyecto común que no se quede archivado en algún estante de nuestras pequeñas oficinas.


 


Hay un gran camino por recorrer y muchas razones para justificar el recorrido: Nuestros medios se concentran cada vez más en el entretenimiento y menos en la oferta de información completa y oportuna; descaradamente, se ofrecen en alta cantidad formatos ligeros que soportan contenidos efímeros y superficiales; se concibe a la audiencia como un consumidor que solamente quiere entretenimiento light y que puede narcotizarse con formatos como la telenovela, el reality show y el deporte en dosis exageradas; se subestima el gusto de los receptores creyendo que se le pueden ofrecer altas dosis de formatos reciclados sin que puedan percibir la repetición.


 


Esta crítica, sin embargo, no sólo está dirigida a las empresas mediáticas, sino que también incluye a los investigadores de la comunicación que, enormemente influenciados por los Estudios Culturales Británicos[1], han venido afirmando durante las últimas dos décadas, que los medios pueden ofrecer cualquier tipo de producto porque las audiencias son lo suficientemente críticas y autónomas para saber cuando son engañadas o cuando son víctimas de la manipulación.


 


Es este contexto el que reclama la centralidad y el papel protagónico que deben desempeñar los observatorios de medios en la sociedad. Deben, en primer lugar, “contarle” a la sociedad civil la manera en que operan los medios y la lógica con base en la cual funcionan; y, en segundo lugar, deben suplir la tarea que no están cumpliendo los investigadores de la comunicación, esto es, la de abordar desde una perspectiva crítica el papel de los medios en términos de sus condiciones de producción, su oferta y su concepción de audiencias.


 


Sin embargo, no queremos que este escrito se quede ni en la crítica a los medios y a los investigadores, ni en las buenas intenciones que subyacen a los discursos pragmáticos y propositivos. Por esta razón, a continuación proponemos, para que sea discutida y retroalimentada, una posible línea de investigación a seguir por los observatorios de medios interesados en ella.


 


 


2. Propuesta específica de investigación: analizar el poder simbólico de los medios


 


¿De qué macro problema de investigación pueden ocuparse los observatorios de medios de América Latina? ¿A partir del estudio de qué tema podrían realizar un trabajo conjunto? Después de revisar el actual contexto de la discusión teórica sobre la comunicación, creemos que es fundamental ocuparnos del análisis de los efectos de los medios de comunicación pero partiendo de un enfoque distinto con respecto al que tradicionalmente se emplea:


 


·        Es necesario superar el enfoque determinista heredado de la psicología conductista propuesta por autores como Skinner, Watson y Pavlov, porque consideramos que esta visión causal de los efectos de los medios fue oportuna en el momento en que Harold Lasswell[2] la planteó bajo el nombre de aguja hipodérmica pero que, en las condiciones actuales resulta difícil de defender y de demostrar empíricamente, pues se ha encontrado que las audiencias no reaccionan de manera homogénea frente al contenido de los medios aun cuando consuman el mismo mensaje.


 


·        Necesitamos trabajar, además, con una visión del concepto de efectos que supere el temor de la Escuela de Frankfurt heredado del marxismo y retomado por Adorno y Horkheimer; autores que ven en la industria cultural, no sólo la ruina de la cultura, sino también la posibilidad de manipulación y enajenación de la “inculta” sociedad de masas[3].


 


·        Dicha visión debe también superar el optimismo de los Estudios Culturales heredado de cierta interpretación particular del postestructuralismo y de la hermenéutica[4]. En este punto, vale la pena detenernos para hacer algunas consideraciones, pues es este enfoque de los Estudios Culturales el que están trabajando actualmente gran parte de los autores europeos, australianos, norteamericanos y latinoamericanos interesados en el estudio de los problemas comunicativos.


 


Al concentrarse en el aspecto de la recepción de los medios de comunicación por parte de las audiencias, muchos autores recurrieron al postestructuralismo para dar cuenta del fenómeno de la apropiación de los contenidos mediáticos y de los efectos de su consumo. Así, para describir los procesos de interpretación recurrieron al concepto de lectura y explicaron, sobre la base de los planteamientos de Stuart Hall y de David Morley, que las audiencias pueden tener lecturas hegemónicas (o preferentes), negociadas u oposicionales frente a los mensajes de los medios[5].


 


Basados en la idea, tomada de la hermeneútica, según la cual lo leído no es igual a lo escrito, los investigadores de los Estudios Culturales comprobaron, para el caso de los medios de comunicación, que las lecturas que hacen las audiencias son siempre diferentes y que dependen de los contextos en las cuales se inscriben. David Morley[6], por ejemplo, concluyó que el magazine Nationwide se decodifica de manera diferente según el género, las preferencias individuales y las conductas asumidas mientras se ve televisión. Después de él, muchos autores plantearon resultados similares con lo que se volvió un planteamiento corriente dentro de los Estudios Culturales aquél que afirma que los medios no tienen efectos sobre los consumidores, porque éstos pueden resistirse y negociar los significados gracias a las diferencias interpretativas[7].


 


Otros autores más arriesgados como John Fiske y Elizabeth Lozano aseguraron que vivimos un tiempo de democracia semiótica y que las audiencias llegan a ser tan nómadas y libres que ya no existen[8].


 


Este panorama muestra, de manera superficial, las razones que llevaron a otro autor a afirmar, recordando el estilo de MacLuhan, que la audiencia es el mensaje[9], con lo que se concentra todo el poder de significación ya no en el emisor, en la industria cultural, en el mensaje o en el medio, sino en los receptores. Ante audiencias inteligentes, resistentes y negociadoras los medios de comunicación, según plantean los Estudios Culturales, ya no pueden ejercer efecto alguno. Y es esta visión, como dijimos más atrás, la que defienden no sólo los autores citados, sino también otros más cercanos geográficamente como Guillermo Orozco y Jesús Martín Barbero.


 


Pero, el hecho de que las lecturas que hacen las audiencias de los mensajes sean diferentes según sus contextos, capitales o experiencias ¿permite asegurar que los medios no ejercen efectos sobre ellas? ¿los medios no imponen acaso ciertas visiones del mundo que no siempre son rechazadas o negociadas por los sujetos? Si no ejercen efectos, entonces: ¿Por qué existe cierta obsesión en las personas por tener una figura delgada y por corresponder con ciertos estándares de belleza representados por los medios? ¿Por qué ese impulso de los receptores hacia el consumo de múltiples bienes y servicios? ¿Por qué la sensación permanente de miedo frente al otro? ¿Por qué el terror a oriente? ¿Por qué esta visión exageradamente maniquea del mundo y de los sujetos? ¿Por qué la concepción en la que muchos coinciden de un mundo fragmentado o acelerado y de una transformación en la percepción del tiempo?


 


Si, como han mostrado los Estudios Culturales, ya no es válido hablar de efectos y si, como ellos mismos han señalado, las audiencias hacen lecturas negociadas y oposicionales, ¿por qué las personas acogen las connotaciones hipercodificadas transmitidas por los medios de comunicación? Es decir: ¿por qué frecuentemente las personas, en el caso de Colombia, asocian izquierda con FARC, oriente con terrorismo, Universidad Nacional con revuelta, Tratado de Libre Comercio con oportunidades, o droga con decadencia? Si el “aprendizaje” de estas concepciones hipercodificadas y connotativas, no es adquirido por los medios ¿entonces a través de qué canal?


 


Queremos sostener la hipótesis según la cual los medios de comunicación ejercen considerables efectos de largo plazo sobre las audiencias. Preferimos autoexcluirnos de la moda impuesta por los Estudios Culturales para asegurar que






[1] Ver: Barker, Martín, Beezer, Anne (Eds). Introducción a los Estudios Culturales. Bosch. Barcelona, 1997; Silverstone, Roger, Hirsch, Eric. Los efectos de la nueva comunicación. Bosch. Barcelona, 1996; Grandi, Roberto. Texto y contexto en los medios de comunicación. Bosch. Barcelona, 1995; y Ferguson, Marjorie y Golding, Peter. Economía política y estudios culturales. Bosch. Barcelona, 1998.



[2] Mattelart, Armand, Mattelart, Michelle. Op cit. p 30 y ss.



[3] Adorno, Theodor. Horkheimer, Max. La industria cultural. En: Varios autores. Industria cultural y sociedad de masas. Monte Ávila Editores. Caracas. 1992. pp. 178-230



[4] Grandi, Roberto. Op cit.



[5] Mientras que una lectura hegemónica supone que la audiencia toma completo el significado y lo decodifica tal como ha sido codificado, la lectura oposicional implica la construcción de un nuevo marco narrativo; en un punto intermedio se realizan negociaciones con el significado propuesto por los medios. Morley, David. Televisión, audiencias y Estudios culturales. Paidos. Barcelona, 1990.



[6] Jancovich, Mark. David Morley, los estudios sobre Nationwide. En: Barker, Martín, Beezer, Anne (Eds). Op cit. pp. 149-163.



[7] Silverstone, Roger, Hirsch, Eric. Op cit.



[8] Lozano, Elizabeth. Del sujeto cautivo a los consumidores nomádicos. En: Sunkel, Guillermo (Comp). El consumo cultural en América Latina. Convenio Andrés Bello. Bogotá, 1999. p 54. y Curran, James. Gurevitch, Michael. Woollacot, Janet. Sociedad y comunicación de masas. Fondo de Cultura económica, México, 1981. p 429.



[9] Green, Michael. Medios de comunicación, educación y comunidades. En: Jensen, Klaus Bruhn y Jankowski, N.W. (Eds). (1993). Metolodogías cualitativas de investigación en comunicación de masas. Bosch. Barcelona. 1993. p 273.


 


los medios sí tienen efectos en la sociedad. No negamos que las lecturas realizadas por los receptores pueden variar según sus contextos, experiencias, estructura de capitales, entre otros factores. Sin embargo, el hecho de que las audiencias hagan una lectura diferente de los contenidos consumidos, no implica que puedan resistirse a los efectos estructurales, casi invisibles y de largo alcance que traen los medios de comunicación. Éstos, vistos como una de las principales fuentes de socialización, deben tener repercusiones en la ciudadanía. Si los observatorios de medios lo han confirmado a través de su trabajo empírico ¿Por qué las teorías de la comunicación y, específicamente, los Estudios Culturales, insisten en negarlo?


 


Para comprobar esta hipótesis queremos plantear, en este Primer Coloquio Latinoamericano sobre Observación de Medios, la necesidad de abordar, de manera conjunta y comparativa el análisis del poder simbólico ejercido por los medios de comunicación. Preferimos hablar de poder simbólico y no de efectos en la medida en que este último concepto tiene una carga semántica compuesta de conductismo y teoría Crítica que no nos interesa retomar. Proponemos, en cambio, trabajar con el concepto de poder simbólico planteado por el sociólogo francés Pierre Bourdieu[1] y verlo como la capacidad que tienen los medios de imponer significaciones y visiones específicas sobre los hechos y las problemáticas sociales.


 


En este punto es necesario aclarar que no sólo concebimos los medios como instituciones encargadas del reconocimiento simbólico de las audiencias, sino que creemos que éstos deben entenderse a partir de sus relaciones con los campos económico y político. Consideramos que es necesario ir más allá de visión aduladora que sostienen autores como Martín Barbero y García Canclini al señalar los medios como instancias fundamentales para el reconocimiento cultural de las audiencias y como espacios para la visibilidad del Otro. Pensamos que gran parte de los autores de la comunicación se han centrado en el análisis de la función cultural de los medios y han dejado de lado sus relaciones con los campos político y económico. Una vez más cabe la pregunta planteada más atrás: ¿Por qué los Observatorios de Medios han resaltado esta necesidad que las teorías de la comunicación insisten en negar?


 


Para establecer las relaciones entre el campo periodístico y el espacio social resultan  pertinentes los planteamientos del sociólogo francés Pierre Bourdieu[2] quien concibe el periodismo como un campo en permanente tensión con otros campos de producción cultural.


 


La presión del campo económico tiene que ver no sólo con el hecho de que muchos de los dueños de las grandes empresas son también los propietarios de los monopolios mediáticos, sino además con un tipo de presión más sutil representada en las exigencias que hacen las audiencias a la oferta de los medios; desde esta perspectiva, la audiencias son consideradas como mercado, esto es, como sujetos que deciden los productos que consumen y que se cuantifican a través de los conocidos índices de audiencia. Bourdieu lo explica de la siguiente manera: “el campo del periodismo tiene una particularidad: depende mucho más de las fuerzas externas que cualquier otro campo de la producción cultural… Depende muy directamente de la demanda, está sometido a la sanción del mercado, del plebiscito, incluso tal vez más que el campo político.[3]


 


La presión del campo político se ejerce desde la censura[4] que puede ser implícita o explícita. Son conocidas, al respecto, las confusas relaciones entre los medios y los gobiernos de turno, sobre todo en los países latinoamericanos que enfrentan constantes crisis de gobernabilidad y que no cuentan con democracias fortalecidas.


 


Desempeñan un papel importante, a su vez, la presiones internas del campo periodístico en la medida en que los medios compiten en torno a su objeto en juego que, a grandes rasgos, podría definirse como el de informar y entretener a las audiencias. Así, se presenta una competencia entre los medios de comunicación por ser consumidos por grandes cantidades de receptores. Bourdieu lo explica para el caso de la televisión que puede, sin embargo, extenderse a los demás medios de comunicación: “La televisión es un instrumento de comunicación muy poco autónomo sobre el que recae una serie de constreñimientos originados por las relaciones entre los periodistas, relaciones de competencia encarnizada, despiadada, hasta el absurdo, pero que son también relaciones de connivencia, de complicidad objetiva, basadas en los intereses comunes vinculados a su posición en el campo de la producción simbólica y en el hecho de que comparten unas estructuras cognitivas y unas categorías de percepción y de valoración ligadas a su origen social y a su formación (o a su falta de ella)”[5]


 


Puede decirse entonces que para nuestra propuesta de estudio del poder simbólico de los medios, los emisores de las empresas mediáticas no se constituyen como empresas aisladas en el espacio social, sino que, por el contrario, se inscriben en un macro-contexto de espacios estructurados en el que cada campo lucha por un mejor espacio.


 


Los mensajes de los medios, por su parte, no se pueden seguir estudiando como textos lineales construidos desde reglas sintácticas muertas. En el contexto de la llamada sociedad de la información, el lenguaje se complejiza y no sólo hace referencia al verbal, sino que incluye otros lenguajes no verbales como el icónico, el digital y el audiovisual estudiados por la semiótica. Esta interrelación de lenguajes en un texto, es decir, esta multimedialidad de los mensajes, obliga a los investigadores de la comunicación a proponer nuevas categorías de análisis de discurso que conciban los mensajes como hipertextos, esto es, como escrituras no secuenciales de textos que se bifurcan, y que permitan explorar las consecuencias que trae la simulación de la realidad a través de los desarrollos de la virtualidad.


 


En este mismo marco es urgente fortalecer el estudio de la relación entre comunicación y tecnología de manera que esta última no se defina como herramienta o artefacto que facilita tareas, sino que, más allá del uso instrumental, pueda el analista observar procesos de significación a través de la tecnología, es decir, que pueda ver, en este tipo de interacción con mediación tecnológica, una nueva tecnicidad basada en dimensiones sensosimbólicas. En este sentido, faltan directrices conceptuales y críticas que vayan más allá del elogio y del asombro por la novedad de los desarrollos tecnológicos y que puedan explicar, por ejemplo, fenómenos como las nuevas concepciones de espacio y del tiempo, la apropiación de las nuevas gramáticas y las nuevas experiencias sensibles de los sujetos con la tecnología.


 


Los mensajes tampoco pueden seguirse estudiando como textos sobrecargados de una perversa Ideología manipuladora o vacíos de intereses dominantes. Con esta polarización lo único que se logra es reducir el fenómeno en perjuicio de analizar la complejidad que lo reviste. Todo mensaje tiene una intencionalidad hegemónica o ideológica que los investigadores de la comunicación no deben pasar por alto; ello no significa que las audiencias hagan lecturas homogéneas de los mismos, puesta ya las investigaciones de los Estudios Culturales han mostrado que existen lecturas oposicionales[6]. El problema es que esta afirmación se ha exagerado hasta el punto de afirmar que todos los receptores son absolutamente poderosos y críticos frente al mensaje en el marco democracia semiótica, tan defendida por Fiske.


 


Los receptores de los medios, por su parte, no son masas homogéneas de sujetos amorfos, sino que, por el contrario, son sujetos que configuran habitus según su capital educativo, social, económico y simbólico. Las audiencias son múltiples porque pertenecen a contextos diferentes. A su vez, es indispensable reconocer que tanto la globalización[7] como el descentramiento de la forma clásica de conocimiento han llevado a un replanteamiento del sujeto que obliga a los investigadores de la comunicación a redefinir la manera cómo estudiarán a las audiencias, esto es, de manera compleja pero crítica, es decir, reconociendo diferencias pero sin otorgar un papel de absoluta libertad.  Como afirma Bourdieu: “En efecto, hay que tener una fe tremenda en las capacidades de ‘resistencia’ del pueblo (capacidades innegables, pero limitadas), para suponer, tal como hace cierta ‘crítica cultural’ llamada ‘posmoderna’, que el cinismo profesional de los directores de televisión, cada vez más próximos a los publicitarios en sus condiciones de trabajo, sus objetivos (la búsqueda de la máxima audiencia y, por lo tanto, del ‘pequeño porcentaje de ventaja’ que permite ‘vender mejor’) y su estilo de pensamiento, pueda encontrar su límite o su antídoto en el activo cinismo de los espectadores (ilustrado especialmente por el zapping): considerar universal, como hacen algunos hermeneutas ‘posmodernos’, la aptitud para realizar de forma reflexiva una ‘lectura’ crítica de los mensajes ‘irónicos y metatextuales’ que engendra el cinismo manipulador de los productores de televisión y los publicitarios significa caer, en efecto, en una de las formas más perversas de la ilusión escolástica en su forma populista”[8].


 


Esta breve exposición conceptual nos permite situar teóricamente nuestro problema de investigación en un marco crítico construido desde los planteamientos de Pierre Bourdieu y de las llamadas teorías de la comunicación. Abordar este objeto implica preguntarnos por los lugares desde los cuales estudiaremos dicho poder: ¿reside el poder en los mensajes o, como piensan los Estudios Culturales, debe buscarse en las audiencias? Consideramos que es importante analizar ambos frentes por lo que proponemos trabajar con dos categorías de análisis como son: la construcción del mensaje y la recepción.


 


A continuación proponemos un cuadro que resume un posible y aún muy pobre diseño de investigación que, obviamente, queda sujeto a cambios, a más trabajo y a debates.


 
(Nota del weblog – Por razones tecnicas es imposible publicar los recuadros en el formato original – los interesados pueden solicitarnos el material original a través de correo electrónico coloquio.midia@gmail.com)








[1] En libros como Bourdieu, Pierre. Passeron, Jean-Claude. La Reproducción: Elementos para una teoría del sistema de enseñanza. Editorial Popular. Madrid. 2001. pp 15-25, (1982). Bourdieu, Pierre¿Qué significa hablar?, Akal. Madrid 1985. (2003). Bourdieu, Pierre Intelectuales, política y poder. Eudeba. Buenos Aires. 2003


 



[2] Bourdieu, Pierre. Sobre la televisión. Anagrama. Barcelona, 1997.



[3] Ibídem. p 77



[4] Bourdieu, Pierre. Cuestiones de sociología. Istmo. Madrid, 2003. pp 137-141



[5] Bourdieu, Pierre. Sobre la televisión. Op cit. p. 49-50



[6] Al respecto, ver Morley, David. Televisión, audiencias y Estudios culturales. Paidos. Barcelona, 1990.



[7] Mejía, Marco Raúl. ¿De qué Globalización hablamos? Libro sin publicar.



[8] Bourdieu, Pierre (1997). La televisión, el periodismo y la política. En: Contrafuegos: reflexiones para servir a la resistencia contra la invasión neoliberal. Anagrama. Barcelona. Segunda Edición, 2000. p 105-106


 


Bibliografia


 


Adorno, Theodor. Horkheimer, Max. La industria cultural. En: Varios autores. Industria cultural y sociedad de masas. Monte Ávila Editores. Caracas. 1992.


Barker, Martín, Beezer, Anne (Eds). Introducción a los Estudios Culturales. Bosch. Barcelona, 1997
Bourdieu, Pierre (1997). La televisión, el periodismo y la política. En: Contrafuegos: reflexiones para servir a la resistencia contra la invasión neoliberal. Anagrama. Barcelona. Segunda Edición, 2000.
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