Thursday, 28 de March de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1280

Carles Esteban

‘La crítica de espectáculos es uno de los grandes géneros periodísticos y una de las secciones más seguida por los lectores, y a lo largo de su ya larga existencia ha dado grandes maestros. El mérito de los buenos profesionales es que saben ofrecer atinados elementos de juicio y de reflexión sobre las obras, aportan puntos de vista muy documentados sobre la actuación de los protagonistas y explican los objetivos y el grado de acierto de los directores. Pero, en general, todos se cuidan muy mucho de explicar el desenlace de una película o una obra de teatro a no ser que se trate de obras clásicas o sobradamente conocidas. A veces, sin embargo, los periódicos incumplimos esa regla básica no escrita.

Una joven lectora, que prefiere que no sean facilitados sus datos, escribe al Defensor del Lector para explicar: ‘Últimamente tengo miedo a leer las críticas de las películas, porque de vez en cuando te encuentras de bruces con el final. No entiendo cómo puede ser que se escriba, en una crítica, el final de una película que se acaba de estrenar’. Y señala en concreto que el pasado domingo se publicó una crónica sobre Brokeback Mountain,película para la que tenía entradas para esa misma tarde: ‘En el último párrafo, me encuentro con la siguiente frase: ´El cuento de Proulx, al igual que la película, termina a primeros de los años ochenta con el asesinato violento de Jack a manos de un grupo de matones homofóbicos´. Increíble. No me lo podía creer. Además, estaba escrito en dos frases, sin tiempo a apartar la vista. Si lees rápido, ya has visto las palabras ´asesinato violento´ y ´homofóbico´, o sea, que ya lo sabes todo. Y no es la primera vez. Me pasó lo mismo con Cinderella man,Caprichos del destino y El pianista.Me acuerdo porque me molestó mucho’.

Otro lector, J. Ríos Baldellou plantea la misma cuestión y afirma que se le ‘han quitado las ganas de ver la película’, confiesa sentirse ‘realmente muy decepcionado’ y añade que ‘las críticas de cine (de La Vanguardia)son buenas y una de las razones es que nunca explican el final’.

El redactor jefe de la sección de Cultura, Llàtzer Moix, responde a los decepcionados lectores: ‘Tienen razón, no deben desvelarse los finales de las películas. Ni siquiera en casos como el de Brokeback Mountain,que no es un filme de intriga, o de suspense,(y cuyo disfrute no depende, por tanto, de su resolución). Y aun a sabiendas de que el tema de la intolerancia frente a la homosexualidad está presente en la película de Ang Lee, con distintas intensidades, desde sus primeros compases’.

Para completar la visión del tema hay que señalar que el artículo que provocó las quejas no era una crítica de cine. Era un reportaje del corresponsal de La Vanguardia en Nueva York, Andy Robinson, que explicaba el impacto que Brokeback Mountain ha causado en la conservadora América profunda desde Boezman (Montana), un enclave entre las Montañas Rocosas, cercano al escenario donde se sitúa esta historia sobre el amor entre dos vaqueros.

Abundando en el tema, debo confesar que leí la crónica de Andy Robinson con deleite y en un primer momento no di importancia al tema de que desvelara ese desenlace, que tanto ha molestado a los lectores que han escrito. Tenía pensado ir a ver la película, pero al recibir las cartas lo hice de inmediato, para comprobar sobre mí mismo el efecto de saber ‘el final’ de la película. No soy un experto, ni pretendo suplantar a los magníficos profesionales de la casa en este terreno. Pero puedo asegurarles que el terrible desenlace que narraba Andy Robinson no es ‘el final’ de la película, es un detalle, ciertamente importante, pero que equivale a una pequeña gota de agua en la oceánica, sobria y a ratos estremecedora película de Ang Lee, que narra de forma magistral una desgarrada historia de amor con final triste, que es como acostumbran a acabar en la vida real las historias de amores atormentados.

Los lectores tienen razón en quejarse y el diario debe ser cuidadoso en este terreno, pero sin pretender justificar el error me atrevo a sugerir a quienes se han sentido decepcionados por conocer ese horrible pasaje de la historia que no deberían perderse la película, que es una magnífica, y a la vez sombría, reflexión sobre la vida, sobre el amor y sobre la decisiva y en ocasiones dramática influencia que las circunstancias personales, sociales o ambientales acaban ejerciendo sobre todos nosotros. Un experto de primera línea, Lluís Bonet Mojica, ese mismo domingo escribía la crítica oficial de la película mediante una excelente crónica titulada ‘Cabalgando por la vida y los sentimientos’ y se refería a ella, por supuesto sin desvelar elementos clave del argumento, como una ‘indiscutible obra maestra en un Hollywood donde los hallazgos no menudean’.

HÉROES Y ASESINOS. Sin abandonar todavía la platea, esta oficina ha recibido otra queja relacionada con el título de una crítica de cine publicada en el suplemento Què fem? sobre la película Aeon Flux.María Antonia Arnau escribe a propósito del título y el subtítulo de la crítica, que decían: ‘L´heroïna del futur. Charlize Theron, una assassina de l´any 2415’. ‘O sea – dice la lectora-, que todo aquel que lea esta página verá que asesina se equipara a heroína. La verdad, que un periódico serio como La Vanguardia permita en su edición hablar con unas analogías semejantes creo que es increíble, ya que si nos horrorizamos de los asesinatos que suceden, ¿cómo podemos culpabilizar únicamente a los asesinos si los medios de comunicación les otorgan categoría de héroes?’. La reflexión de la lectora tiene su miga. El titular de la crítica intentaba efectuar un atrevido juego de palabras con el argumento, el papel de la protagonista y el nombre de la actriz. Pero el resultado no fue muy afortunado. El director del suplemento Què fem?,Raúl Lozano, no obstante, señala que el titular hacía referencia ‘a un producto de ficción y que en ningún caso puede valorarse como si fuera el titular de un artículo de análisis político o histórico. La industria cinematográfica – y especialmente los productos comerciales de Hollywood- tiene tendencia a crear personajes de ficción de corte violento (James Bond, Neo de Matrix,Terminator, Uma Thurman en Kill Bill…),que han acabado convirtiéndose en todo un referente social’.

TATUAJE. La lectora Carme Gual califica de intolerable la noticia publicada el pasado día 13 sobre un tatuaje que lucía la ministra de Vivienda, María Antonia Trujillo, y lo argumenta así: ‘Es realmente triste que se llene media página sólo con cuestiones de imagen. Ymás cuando en la información se dice que llevaba tres días de reuniones y encuentros… Totalmente sexista e impresentable’. Otra lectora, Karme Peiró, dice que al ver en la portada de La Vanguardia y en la sección de Política que la ministra lucía un tatuaje de henna en la mano y un brillante en un diente pensó: ‘¿A mí qué me importa si ésta u otra ministra tiene el cuerpo entero tatuado o no? ¿Eso es noticia como para estar destacada en portada?’. Añade que buscó las páginas interiores ‘pensando que el tema del tatuaje sería una última línea y que, en realidad, la ministra había hecho unas declaraciones de interés para el país o había anunciado alguna norma nueva. Pero no. La noticia era entera sobre el tatuaje que lucía en la mano, además de informar de que también llevaba en un diente un pequeño brillante pegado. Por favor, ¿a quién le interesan esos detalles de la vida privada de la ministra? Creo que es indignante y una tomadura de pelo a quienes seguimos desde hace años este medio’.

El redactor jefe de la sección de Política, Jordi Barbeta, dice que ‘en una democracia tan mediática como la que estamos viviendo, la imagen de los políticos se ha convertido casi en una declaración de principios, y una determinada estética suele corresponderse con unos determinados valores. La información relativa a los cambios de aspecto de la ministra Trujillo quizá no sea un hecho relevante, pero sí resulta significativo y revelador, así que desde mi punto de vista la información está más que justificada y además desdramatiza la información política, que buena falta le hace. Otra cosa es dónde se ubica esta información, y en este asunto quizá estaré más de acuerdo con las lectoras que protestan. Las decisiones en un diario se toman de manera colegiada y a veces se imponen unos criterios u otros independientemente de la jerarquía de quien los sustenta. He de admitir que yo hubiera preferido que la información de la imagen de la ministra se diera en las páginas de Gente, donde habría resultado menos estridente, pero en esta ocasión mi criterio no triunfó’.’