Tuesday, 23 de April de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1284

Carles Esteban

‘El papel de los medios de comunicación en la conformación de la opinión pública es algo muy estudiado. También su función como transmisor de la conciencia social, en general o en relación con un determinado problema. Así ha sucedido con el incremento de los comportamientos incívicos que se detecta desde hace meses en la ciudad de Barcelona. Atrapada en su propio éxito tras la magnífica etapa olímpica, la capital catalana se ha convertido en destino de millones de visitantes de todas las procedencias, edad y condición. Y unos cuantos de ellos, a tenor de las imágenes que ofrecen algunas calles o zonas de la ciudad, lo hacen al estilo de las hordas bárbaras (según el diccionario de la Real Academia Española: ‘Reunión de salvajes que forman comunidad y no tienen domicilio’, en una primera acepción, y por extensión ‘grupo de gente que obra sin disciplina y con violencia’.

A raíz de los conflictos vividos durante la fiesta mayor del barrio de Gràcia, donde grupos de jóvenes, entre ellos algunos extranjeros, protagonizaron incidentes y perturbaron la popular cita anual, de los que La Vanguardia informó puntualmente, la sección Vivir – dedicada preferentemente a la información local- siguió profundizando en el fenómeno y publicó una serie de reportajes donde se denunciaba el comportamiento incívico de determinados colectivos, la suciedad y abandono que presentan algunas de las zonas más frecuentadas por los turistas-vagabundos y la impotencia – y en ocasiones la falta de instrumentos legales para hacer frente a esos comportamientos- de las autoridades locales ante todo ello. El pleno extraordinario celebrado el pasado martes en el Ayuntamiento de la ciudad adoptó las primeras medidas.

El lector José Ramón Martínez contacta con el defensor para ‘felicitar a la redacción por el conjunto de reportajes donde se denuncian los comportamientos incívicos y se apuesta por estimular con convivencia ciudadana’. En el mismo sentido se manifiesta el lector Jaume Casamitjana, quien opina que uno de los ejemplos más estremecedores de la dejadez en que vive parte de la ciudad se sintetizaba perfectamente en el reportaje publicado el 1 de septiembre en la sección Vivir, titulado ‘Las ratas se instalan en la plaza Gaudí’. La sensibilidad ciudadana sobre el problema también se ha hecho notar en las Cartas de los Lectores, ya que las denuncias de muchos lectores publicadas en dicha sección han estimulado y sugerido el tratamiento informativo del fenómeno.

Con todo, no han faltado quejas ocasionales por alguna información. Josep Vila se dirige al Defensor del Lector a propósito de una fotografía publicada el 24 de agosto en la sección Vivir y en la que aparece un grupo de jóvenes (fotografiados de espaldas) mientras presencian una proyección en un acto alternativo que tuvo lugar durante las fiestas de Gràcia. La fotografía ilustra una información en la que se señala que ‘los servicios de información de la policía han detectado la presencia de destacados miembros del colectivo anarquista italiano en diferentes foros alternativos y asambleas okupas de Barcelona’, y llevaba un pie de foto que rezaba así: ‘Un grupo de okupas en un acto alternativo durante la última fiesta mayor del barrio de Gràcia’.

Josep Vila, padre de una joven que aparece en la mencionada foto de perfil – y por tanto fácilmente reconocible-, se queja de ‘la criminalización que se hace de un grupo de jóvenes que asistían a un acto donde no se realizaba ninguna actividad violenta. Mi hija y un grupo de amigos paseaban por Gràcia, se sentaron durante unos diez minutos para contemplar la proyección que aparece en la fotografía y luego siguieron su recorrido por la fiesta del barrio’. Josep Vila añade: ‘Ni mi hija es okupa ni participó en ningún incidente violento de los que tuvieron lugar en Gràcia, que por otra parte lamento y condeno como la inmensa mayoría de los ciudadanos. Y no entiendo por qué ilustran una información de las indagaciones sobre los comportamientos violentos – el artículo me pareció correcto- con una foto en la que aparece gente no vinculada a ellos’.

Albert Gimeno, redactor jefe de la sección Vivir, argumenta ‘que la ilustración correspondía a una de las reuniones organizadas por el colectivo okupa, y pretendía mostrar el tipo de reuniones en las que habían participado los antisistema italianos citados en la información. Es cierto que no se puede decir que todos los participantes, como indica el lector, pertenezcan al colectivo o estén relecionados con la violencia y lamento la confusión causada’.

NUEVA ORLEANS-HIROSHIMA. El otro gran argumento informativo de las últimas semanas, los efectos devastadores del huracán Katrina en el sur de Estados Unidos y el drama vivido en la ciudad de Nueva Orleans – en el que La Vanguardia ha realizado un importante despliegue informativo-, también ha propiciado algunas comunicaciones con esta oficina. De entre ellas quiero destacar una carta remitida por correo electrónico por José Beltrán-Escavy desde Voorburg (Ho-landa) a propósito de una crónica de nuestro corresponsal en Washington, Eusebio Val, por considerar que plantea un debate profesional interesante. En una crónica publicada el día 1 de septiembre, Val decía lo siguiente: ‘Bajo el impacto de lo sucedido, aunque con frivolidad histórica, el gobernador de Mississippi, Haley Barbour, comparó el destino de la región a Hiroshima. Los reporteros norteamericanos que sobrevolaron las áreas destruidas solieron caer también en la desafortunada comparación con la hecatombe nuclear’. Según José Beltrán-Escavy, ‘parece que el señor Val opina que usar Hiroshima como comparación es una falta de respeto. Pero esa comparación se ha usado muchas veces ya. ¿O es que lo que al señor Val le molesta es que sean estadounidenses quienes usen la comparación? A mí me da igual la opinión política o personal de un reportero. Pero un artículo de noticias no es un artículo de opinión. Un reportero realmente profesional, cuando escribe un artículo de noticias debería callarse sus simpatías políticas o sus opiniones morales y presentarnos únicamente los hechos’.

Eusebio Val, que junto a Miquel Molina, redactor jefe de Sociedad, y Xavier Mas de Xaxàs cubre informativamente el desastre, contesta desde los suburbios de Nueva Orleans las acusaciones del lector: ‘Insisto en calificar de frivolidad la comparación con Hiroshima, sobre todo viniendo de un responsable político, porque no pueden ponerse al mismo nivel un acto de guerra y un desastre natural. Sin entrar a opinar sobre si fue históricamente necesario lanzar la bomba para terminar la guerra, es obvio que Hiroshima respondió a una decisión humana. Por muy trágico que sea un desastre natural, está en otra categoría. Incluso el respeto a las víctimas de Hiroshima obliga a no confundir las cosas. El género periodístico de crónica permite, además, una valoración del periodista. De lo contrario bastaría con publicar asépticas notas de agencias’.’