Thursday, 18 de April de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1283

Carles Esteban

‘En relación con el brutal asesinato de una mujer indigente presuntamente cometido por tres jóvenes en un cajero automático en la madrugada del viernes 16 de diciembre, el lector Fèlix Arias se pregunta cómo sería posible atajar esos comportamientos y sugiere: ‘Aparte de algunas acciones de gran alcance relacionadas con la educación y la ocupación (…) creo que no estaría de más que los medios de comunicación en general, y el suyo en particular, en lugar de dar el nombre completo y los apellidos de la víctima, nos informaran del nombre completo y nos ofrecieran la imagen de las personas detenidas y acusadas por las autoridades’.

Siguiendo el hilo argumental, y sobre el mismo suceso, el lector Jordi Foix Robert señala que ‘dos de los presuntos autores son mayores de edad. Los nombres aparecen con sus siglas y no aparece ninguna foto. Me parece bien. La duda que me asalta es que si los autores hubiesen sido jóvenes gitanos o inmigrantes, ¿hubiesen sido tan delicados los medios de comunicación? ¿O es que en los libros de estilo se diferencia este tipo de noticia según el barrio donde suceda?’.

Por el contrario, el lector José Mª Valls, y a propósito del no menos atroz asesinato de tres miembros de una misma familia en el atraco a una joyería en Castelldefels, y del esperpéntico secuestro de unos empleados en un establecimiento comercial en Barcelona, muestra una opinión diferente: ‘Debido al atraco en un supermercado en la calle Ganduxer y al triple asesinato en una joyería de Castelldefels, unos (presuntos) delincuentes han tenido el privilegio de que sus nombres y fotos aparezcan incluso en las portadas de la prensa escrita, en radio y en televisión. No parece exagerado afirmar que para ellos representa un éxito el haber logrado tanta notoriedad. Hay que conseguir protagonismo, sea como sea. Y a su vez ese protagonismo provoca sin duda alguna, en gente inestable, un efecto llamada que induce a imitar sus actos’. En su opinión, ‘el lector – y, en sentido más amplio, el espectador – no debería contemplar ni imágenes ni los nombres de los protagonistas de crímenes de cualquier tipo. El medio de comunicación debe evitar la tentación de utilizar el horror como instrumento fácil para conseguir audiencia. Basta con dar unas iniciales y describir los hechos para cumplir con la obligación informativa’.

El libro de estilo de La Vanguardia establece claramente que los menores, autores o víctimas de delitos, no se deben identificar (sí se pueden dar las iniciales). Y también recuerda dicho libro que la presunción de inocencia ‘es uno de los pilares del Estado de derecho’. El caso sigue su curso y aún no está establecida la responsabilidad individual de cada uno de los detenidos, por lo que se impone la prudencia. Con respecto a qué hubiera pasado si los sucesos hubiesen ocurrido en otra zona de Barcelona y a cargo de personas de algún colectivo étnico concreto, un mínimo sentido común deontológico obligaría a que el tema tuviera el mismo tratamiento respetuoso. Con el triple asesinato de Castelldefels, la situación es algo diferente, ya que los presuntos autores materiales del terrible crimen ya habían estado implicados en asuntos violentos -uno de ellos en un delito con resultado de muerte- y, dato relevante desde el punto de vista social e informativo, había cumplido por ello una condena judicial. En el secuestro del supermercado de la calle Ganduxer, la notoriedad del actor principal -había presentado un libro recientemente- era patente y por tanto salir fotografiado no añadió más de lo que ya se sabía de él. Es obvio que se trata de temas impactantes, que generan alarma social, y que el diario debe abordar con amplitud y rigor, ya que los lectores así lo demandan, pero también con delicadeza y respeto a las víctimas y a la presunción de inocencia, como creo que así se hizo. A la vista de lo expresado por los tres lectores, será difícil contentar siempre completamente a todos, aunque acercarse a ello es justamente el reto permanente del periodismo serio.

LA LOTERÍA. El sorteo de la lotería de Navidad del 22 de diciembre es uno de los acontecimientos populares más seguidos durante estas fechas, y algún lector de La Vanguardia quedó sorprendido al leer en la edición del día siguiente un pequeño titular recuadrado en portada que decía A José María Aznar le toca la lotería de Vic. En el reportaje interior sobre el tema, firmado por Toni Coromina, se desvelaba que el afortunado José María Aznar no era el ex presidente del Gobierno, sino un ciudadano de igual nombre y apellidos que el cronista identificaba como ‘un comercial barcelonés de la Sagrera’ y que había mostrado su documento de identidad para despejar cualquier tipo de duda sobre su identidad. La noticia era cierta, pero presentada tal como se hizo daba pie al equívoco.

El suscriptor José L. Bóveda dice al respecto: ‘No se aclaraba el sentido de la noticia hasta el comentario en página interior y en letra no destacada. Este tratamiento de la información, propio de diarios sensacionalistas, resulta decepcionante para quienes encontramos en La Vanguardia un referente de la veracidad de la noticia. Yo dedico unos 25 minutos a repasar lo más destacado de su diario cada mañana antes de ir al trabajo, dejando para una mayor disponibilidad, por la tarde, una lectura más detenida.

La noticia indicada, y tomada por mí como cierta, me dio pie a formular una serie de comentarios. Nada trascendente derivó de ellos, pero sí la sensación del más estúpido e innecesario ridículo, al observar por la tarde la realidad de la información’.

Cuando con un hecho anecdótico se juega a fondo (con titular en portada -era pequeño pero no diferenciado de la información-, y a toda página en el interior), se está jugando con fuego. Así lo ven quienes se han molestado. No estaría de más pensar muy bien la jugada en una próxima ocasión en que se quiera hacer un guiño divertido a los lectores, para que nadie se sienta engañado. Temas como éste merecen un tratamiento gráfico y semántico diferenciado para que todo el mundo entienda claramente lo que en realidad es un juego. Como pasa en la vida.

UN GAZAPO. En la sección de Opinión se publicó el pasado 23 de diciembre un artículo titulado ‘¿Catástrofes naturales?’ firmado por Michel Wieviorka, profesor de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. En uno de los destacados intercalados en el texto -que habitualmente se utilizan para resaltar las ideas principales del artículo- se decía que ‘Los fenómenos naturales alcanzan de manera mucho más devastadora y generalizada a los ricos que a los pobres’. En realidad, el autor sostenía en el artículo justamente lo contrario: ‘Estos fenómenos naturales no se abaten sobre sus víctimas de forma indiscriminada. Alcanzan de manera mucho más devastadora y generalizada -y con mayor dureza- a los pobres que a los ricos’. El lector Víctor Nelson escribe a propósito del tema: ‘Vaya metedura de pata del responsable de editar este artículo… Esperemos que no se repitan errores de esta naturaleza, mucho más serios que un vulgar gazapo’.’