Thursday, 18 de April de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1283

Carles Esteban

‘La ilustración gráfica de artículos y comentarios de prensa es una tradición que se remonta a los orígenes del periodismo, y a pesar de la aparición de la fotografía y los modernos medios de impresión de imágenes, no sólo no ha perdido protagonismo, sino que se ha consagrado como un extraordinario vehículo de expresión artística e intelectual. El caso es que una ilustración de Antoni Meseguer aparecida en la edición del primer día del año 2006 ha suscitado una polémica que incide de lleno en el debate eterno sobre los límites de la creación, o recreación, artística. Ese día se publicó una ilustración de Meseguer acompañando un artículo de Ángel Gabilondo titulado ‘De nuevo un año nuevo’. El ilustrador utilizó como base una obra del pintor Alfred Figueras de 1948 a partir de una reproducción en un catálogo que llegó a sus manos.

Los hijos del pintor Figueras, Claudia y Jordi Figueras Valls, escriben a propósito de esta ilustración: ‘Nos dirigimos a ustedes como hijos y herederos de nuestro difunto padre, el pintor Alfred Figueras, legitimados por tanto para ejercer los derechos morales sobre su obra. Es en ese sentido que, con total sorpresa por nuestra parte, hemos podido apreciar que en la edición del pasado día 1-2 de enero de 2006 (…) se reproduce una obra de nuestro padre del año 1948, concretamente la titulada Noia cordant-se les sabates, pintura propiedad de la abajo firmante, que fue expuesta en 1993 en el Palau Moja de la Generalitat y que fue reproducida en el catálogo y en el cartel editados para la ocasión’. Los dos hermanos Figueras señalan: ‘La reproducción de la citada pintura sin nuestra autorización se ve además agravada por el hecho de que se publica totalmente retocada y manipulada firmada por Meseguer, lo cual supone una transformación de la misma que lógicamente afecta al derecho moral del autor. Agradeceremos, por tanto, una explicación de las circunstancias en que se ha producido esta reproducción manipulada de una pintura de Alfred Figueras’.

EXPLICACIÓN. El ilustrador Antoni Meseguer explica al Defensor del Lector que encontró una reproducción de la obra de Alfred Figueras en un catálogo y que le llamó especialmente la atención porque le recordaba algún pasaje de su juventud, y a partir de ella realizó un trabajo de creación personal. En concreto señala que ‘la obra que se reproduce no es la de Figueras, pintada en 1948, sino una ilustración de Meseguer, titulada Recuerdo juvenil de cuando me acordonaba los zapatos. Y razona a continuación que ‘el artista, desde hace muchos años, ha conseguido, por derecho propio, poder reproducir, alterar, transformar, etcétera, la realidad que le rodea. Ello incluye la totalidad de la percepción visual de imágenes, objetos, realidades todas circundantes del mismo, que proyectan en su mente y en su imaginación evocaciones que no tienen que ver nada con lo percibido. El resultado es lo que importa, y una vez alterada la realidad visual (imágenes, fotografías, catálogos, revistas…) nada permanece como lo original de la imagen manifestada. En principio ha sido alterada, transformada por la mano del artista: el resultado es otro y distinto’. Y agrega : ‘Como ilustrador estoy en mi derecho de transformar la realidad visual que me rodea, dándole otro enfoque y otra objetivación visual. Al ilustrador le basta la percepción visual de imágenes captadas por archivo, fotografías, revistas, es decir, todo aquello que visualmente es capaz de proyectarle un nuevo enfoque de la realidad que quiere expresar’. Y acaba reivindicando el derecho de un artista ‘a expresar una nueva visión de lo reflejado en la realidad que le rodea’.

El tema entra de lleno en un debate profundo y antiguo como es el de la libertad de los artistas para, partiendo de la obra de otros, modificarla, reinterpretarla y darle un enfoque nuevo y personal. No soy un experto en la materia, pero salvando las distancias, no creo que la reinterpretación que Picasso realizó de Las meninas de Velázquez escandalizase a nadie. Más bien fue un acto genuino de creación artística. Y otro tanto puede decirse de artistas modernos que han recreado objetos u obras de arte preexistentes mediante técnicas como el collage, el fotomontaje, la ilustración u otros muchos medios, con resultados sobre los que no hay unanimidad.

Entiendo la sorpresa de los herederos del pintor Alfred Figueras, y si se han sentido molestos por la utilización de una obra de su padre para dar vida a una ilustración, nuestra obligación como periódico es solicitar las oportunas disculpas. Desde mi punto de vista no ha existido un ánimo de desprestigiar la obra original. El debate de fondo sobre esta cuestión es universal y afecta a aspectos tan sensibles como los límites de la libertad de creación artística y el derecho a la reinterpretación de obras preexistentes para expresar nuevos mensajes, aunque también, sin duda, a los derechos morales de los autores originales. Sería insensato desde esta columna pontificar sobre un tema tan complejo, pero independientemente del resultado artístico final –que, como todo, puede ser discutido–, a mi entender y al de la dirección del periódico, La Vanguardia jamás albergó el ánimo de desprestigiar o menospreciar la memoria y la obra del ilustre pintor Alfred Figueras.

¿ES ATEA ‘LA CONTRA’? La sección la contra es cada día un punto de atención común para innumerables lectores, y en alguna ocasión he hecho alguna mención recogiendo elogios hacia alguna entrevista por su interés humano y ejemplarizante. A raíz de una entrevista de Lluís Amiguet el pasado 17 de enero a Michel Onfray, autor de Tratado de ateología, esta oficina ha recibido algunas comunicaciones de lectores que ven una tendencia deliberada a buscar personajes ateos, agnósticos o críticos con las religiones. Baltasar Parera califica dicha entrevista de ‘ofensiva para Dios –es decir, claramente blasfema – y despectiva para todos los que creemos en Él (cristianos, judíos y musulmanes)’. Pedro Puigvert cree que, ‘en general, los personajes entrevistados en la contra suelen ser agnósticos, ateos o indiferentes en materia religiosa’. Considera que ‘por lo menos una tercera parte de la humanidad es teísta’ y, por tanto, ‘al menos uno de cada tres entrevistados debería creer en Dios, y esta proporción no se refleja en absoluto’. Una lectora, María Josefa Muntadas Prim, incide en esos argumentos y se queja de que se está perdiendo la posibilidad de ‘educar a los jóvenes lectores en unos valores sólidos’. Finalmente, Javier J. González se declara lector asiduo de la sección, cree que son entrevistas amenas y entretenidas y felicita a sus autores, pero muestra su extrañeza por que ‘la mayoría de los entrevistados se declaren agnósticos, ateos o antirreligiosos’.

Víctor Amela –que junto a Lluís Amiguet y Núria Escur (que sustituye temporalmente a Ima Sanchís) forma el equipo de entrevistadores de la contra– considera que ‘puede que hayan coincidido un par de días seguidos dos entrevistados comecuras, pero habría que tomar las últimas 30 entrevistas y clasificar las respuestas sobre el asunto de sus creencias religiosas: seguro que más de la mitad dicen creer en Dios. Cuando entrevistamos a alguien, no sabemos previamente qué creencias religiosas tiene (a excepción de Onfray, el autor del libro sobre ateísmo). Por eso lo preguntamos: por curiosidad. Y cada uno responde lo que quiere. Sería ridículo entrevistar a la gente en función de sus confesiones religiosas, para que la contra resultase una página paritaria en lo religioso (o en lo sexual, o en lo social, o en lo racial, también salen pocos chinos, es verdad, y hay muchos en el mundo…).

Lluís Amiguet, por su parte, considera que ‘la religión nunca ha sido el criterio primordial para seleccionar entrevistados en la contra. Otra cosa es que la consignemos en la entrevista como rasgo definitorio del personaje, del mismomodo que podemos constatar su estado civil, su modo de vestir o su ideología política. En el caso de Michael Onfray, la gran repercusión de su obra filosófica en Francia me pareció que le daba crédito suficiente como para entrevistarle, igual que esa misma semana escogí al sacerdote Chema Caballero, cuyo testimonio de entrega a los niños soldado en Sierra Leona resulta edificante para cualquier persona sea o no sea cristiana’. Finalmente, Núria Escur confiesa que es una persona que conoce bien la comunidad creyente y tiene ‘mucho respeto hacia ella’. Y agrega: ‘Nunca he elegido un personaje para entrevistar en función de su religión. Son especialistas en determinados ámbitos, y es luego, durante la conversación, cuando preguntamos sobre sus creencias religiosas’.’