Thursday, 28 de March de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1281

Josep M. Casasús

‘No es razonable que los periodistas impongan a los lectores un ejercicio de exploración sobre el por qué se inserta una foto en un texto concreto del diario.

Conviene recordar de vez en cuando este principio tan elemental, y a ello nos invita la carta electrónica del lector James Phillips que transcribo a continuación.

Lo expone directamente: ‘En la página 8 de la edición de hoy, 5 de julio de 2004, aparece el artículo titulado ‘Disidentes del SPD preparan un partido a la izquierda de Schröder’. Lo ‘ilustra’ una imagen que lleva este pie: ‘Un grupo de estadounidenses pidió ayer a sus 10.000 compatriotas en Berlín que se registren para votar contra Bush’.

La ilustración que inserto en esta crónica de defensor muestra el objeto periodístico de nuestra atención esclarecedora de hoy.

El citado lector, James Phillips, que en un mensaje posterior dice que ‘la calidad del trabajo periodístico de La Vanguardia es excelente’, me solicita como defensor que pida a la redacción del diario que nos responda a esta pregunta muy precisa: ‘¿Qué relación tiene la fotografía con el artículo?’.

Así, de pronto, la única relación que se percibe es una cierta afinidad geográfica. Las dos noticias proceden de Alemania. Es una relación muy pobre, efectivamente, desde la perspectiva de un periodismo interpretativo avanzado. Lo plantée al redactor-jefe de Internacional, Carles Esteban. Reconoció conmigo que la solución de tratamiento dada a esta fotonoticia no fue acertada.

La imagen que encabezaba en la página aquella crónica sobre política interior alemana tenía que haber recibido el tratamiento de una fotonoticia claramente diferenciada del texto principal.

En la composición de la página deben guardarse unas reglas estrictas para evitar confusiones en el lector.

El Libro de Redacción de La Vanguardia establece unas normas inequívocas. Se dice allí: para que una foto relacionada con la información principal funcione a modo de fotonoticia tiene que incluir un epígrafe y un pie propios de la imagen autónoma.

En consecuencia, pueden reunirse en un mismo espacio noticias con ciertas afinidades, incluso geográficas, pero deben darse claves para no desorientar la percepción de los lectores.

El catedrático de Periodismo de la Universidad de Vigo, Manuel Martín Algarra, hizo referencia a este tipo de contingencia periodística el pasado 22 de abril en el VIII Congreso de la Sociedad Española de Periodística reunido en Barcelona. Las ideas de este profesor las tenía anotadas en mis cuadernos académicos, y esta semana hablé con él para consultarle ese caso.

Estas son la teoría y las propuestas del doctor Martín Algarra: ‘En periodismo hemos funcionado hasta ahora con el criterio de la producción de mensajes, y a menudo no hemos atendido bien a la necesidad de dar claves para la interpretación de determinadas soluciones de presentación de los contenidos’. Y lo argumenta como sigue: ‘Si en una pieza que trata de un asunto político determinado se incluye una foto no vinculada directamente al caso y no se ofrecen claves tipográficas para su interpretación, lo que ofrecemos es un producto de menos calidad puesto que dificultamos que el lector comprenda sin esfuerzo el mensaje informativo. Si no lo resolvemos bien el lector se va a enterar de poco o nada. La falta de claves visuales provoca en muchos casos el efecto, indeseado, de una manipulación, por supuesto no intencionada’. Así es.

Otras claves, las que interpretan la evolución del idioma, las da el lector Robert Giardina, estadounidense residente en Barcelona, en una carta, a propósito de mi crónica del pasado 27 de junio relativa al debate sobre la violencia machista. ‘Tradicionalmente, –dice este lector– en inglés, como en castellano, la palabra gender se usaba para hablar principalmente del género gramatical. Hace años, profesionales de las ciencias sociales empezaron a usar gender para referirse a categorías culturales y sociales, dejando la palabra sex para las categorías biológicas. Como pasa aquí, ahora, los profesionales de la gramática discreparon. Parece que han ganado los científicos sociales, porque ahora este nuevo uso de gender está bastante aceptado. Así que, para los españoles no es una elección entre el ‘castellano correcto’ y un ‘anglicismo incorrecto’ Es una elección entre mantener el uso de las palabras sexo y género o revisarlo tal como hemos hecho los angloparlantes con las palabras que vienen de las mismas raíces latinas’. Debate abierto.

Esta sección del Defensor no se publicará durante el próximo mes de agosto. El domingo 5 de septiembre reaparecerán estas crónicas de defensa al hilo de las quejas, dudas y sugerencias que ustedes, los lectores, tienen a bien confiarme.’