Friday, 29 de March de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1281

Josep M. Casasús

‘Desde la sección Cartas de los Lectores de La Vanguardia me han reenviado durante los últimos quince días los mensajes de protesta que han recibido contra la portada del suplemento Dinero del 21 de noviembre en la que se aludía a los efectos de la muerte de Arafat en el mundo financiero israelí e internacional.

Son cartas electrónicas que llegaron a la redacción desde diversos países y ciudades. En este sentido reflejan la proyección internacional de este diario, el de mayor alcance dentro y fuera de Catalunya de entre los editados en Barcelona. De ahí su influencia en los amplios sectores de la opinión pública que acceden a textos en lengua castellana.

El lector Daniel Kantor les escribió desde Roma; el lector Enrique Tirado, desde México; y la lectora Esperanza Garrote Larra, desde Madrid. De otras cartas, como la de Manuel Vider, no conocemos el origen pero creo que llegaron desde diversas partes.

Ha sido una protesta internacional con una diversidad territorial sin precedentes.

Una aclaración de entrada: está previsto en el Estatuto del Defensor del Lector que, en determinados casos, los escritos dirigidos a la sección Cartas de los Lectores puedan ser tratados en esta crónica que publico sin falta todos los domingos del año.

Los responsables de la sección Cartas de los Lectores y la dirección estimaron en este caso que procedía pasar los mensajes de protesta al defensor de los lectores del diario.

¿Qué aparecía en aquella portada que motivó tantas quejas? La describe de esta manera, en su carta al director, el lector Eric Judkiewicz: ‘En la portada aparece una estrella de David rojo sangre con una flecha en sentido ascendente insinuando que con la muerte de Arafat han subido los mercados bursátiles en Israel. Que yo sepa, hasta que se demuestre lo contrario, los israelíes no han matado al líder de la autoridad palestina. Lo más grave es el título del artículo: El dinero judío compra la era post-Arafat.’ Ése era.

Título e ilustración

El título es lo que más han censurado los lectores que se han dirigido al diario a propósito de este caso. El título ha sido duramente criticado pero no el texto, en cambio. Sobre el artículo nada tienen que objetar quienes se han dirigido a mí por teléfono. Lo admitió expresamente el lector Simón Emercui en la conversación que mantuvimos el pasado 26 de noviembre. ‘Respecto al artículo nada tengo que objetar’, me aseguró. Lo corroboro.

El lector Eric Judkiewicz añade en su carta: ‘Muchas veces este diario se equivoca gravemente al mezclar religión y ciudadanía. No existe dinero judío. Yo soy judío y que yo sepa mi dinero no ha subido un 10% durante la pasada semana. Hoy en día podemos ser judíos sin necesidad de estar de acuerdo con la política del gobierno israelí. Estamos en democracia y cada uno es libre de su pensamiento. Aparte, de eso si la muerte de Arafat ha beneficiado a los mercados tanto en inversión como en sentimiento de paz, esto será beneficioso para todos’.

La lectora Esperanza Garrote Larra plantea su queja por el título, pero también por la imagen. Lo argumenta así en su carta al director del diario: ‘Es ignominioso y desde todo punto prueba de un antisemitismo total, el que hayan puesto un Magen David (comon o sabrá lo que es, le digo: estrella de David) con un titular que agrede al pueblo judío en general, sea israelí o de cualquier otro país. Ustedes transmiten el antisemitismo a la población española y catalana que lee La Vanguardia. Señor mío, el dinero no tiene religión ni raza, es dinero (…) El que Israel invierta en asuntos palestinos, ayudará seguramente a consolidar esa paz tan anhelada. Pero parece que el mundo y ustedes no quieren la paz en Oriente Medio y por ello critican todo cuanto hace Israel. Pocas veces he visto críticas en su periódico hacia el terrorismo palestino’. Las hay, por supuesto.

Otro lector, Pedro Escobar, desde Roquetas de Mar (Almería), manifiesta con estas palabras su indignación por el título y por la ilustración de aquella portada de Dinero: ‘Me resulta vergonzoso que se recurra al insulto barato, antiguo como el nazismo, de identificar al pueblo judío con actividades especulativas y/o usureras. Ese recurso que en la parte gráfica consiste en mancillar nuestro amado símbolo, la estrella de David. No se me pasa por la cabeza relacionar a toda la cristiandad con las finanzas vaticanas y menos aún mofarme de sus símbolos’.

La lectora Cristina Rico califica así el título El dinero judío compra la era post-Arafat: ‘Es claramente judeófobo y antisemita’.

Desde México me pregunta el lector Enrique Tirado: ‘Con gran pena veo que en La Vanguardia se publican artículos antijudíos. ¿Es esto posible en la Madre Patria?’.

Muestro este memorial de agravios a los responsables de la sección de Economía y del suplemento Dinero, Manel Pérez y José Manuel Garayoa, y les interpelo sobre el caso. Resumo el interrogatorio que les formulé como representante de los lectores que han planteado estas quejas. Alegan de entrada los citados periodistas: ‘Son de uso admitido en periodismo los adjetivos que identifican a un colectivo cuando se alude a dinero en un sentido que integra el concepto de intereses económicos o financieros: dinero americano, dinero irlandés, dinero catalán’.

** En estos ejemplos sólo aparecen gentilicios. La palabra judío alude a una religión -insisto en mi condición de defensor-.

** Sí, pero es de uso frecuente la locución lobby judío como expresión corriente en el mundo financiero y político -pretextan estos periodistas, dispuestos a dar explicaciones que contribuyan al diálogo constructivo con los lectores de La Vanguardia-.

Considero, como conclusión, una vez más, que todas las generalizaciones y las sinécdoques excesivas son enojosas. Dediqué a este tipo de distorsión periodística mi crónica del pasado 26 de septiembre, a propósito, en aquel momento, de la palabra chechenos usada, en la portada, como simplificación de la locución terroristas chechenos.

Esta semana, a raíz de un despiece en la página 12 del pasado martes 30 de noviembre, un lector que suele acudir a mi mediación para luchar contra estas reducciones léxicas abusivas ha lamentado, otra vez, las alusiones no matizadas a protestantes y católicos en el caso de las tensiones en el Ulster. Nadie se libra de las generalizaciones.’