Friday, 26 de April de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1285

Josep M. Casasús

‘Desde el pasado 15 de febrero, cuando La Vanguardia informó sobre el atropello mortal de un niño en el paseo Bonanova, han llegado varias cartas contra la falta de seguridad para los peatones en aquella vía de Barcelona.

Enviaron estas cartas las lectoras M. Maristany Vilanova, Ana Santamaría Navau, Esther Méndez, M.ª Ángeles Ferrer Pere, Mireya Alba Pérez, Magda Onandia Alsius, Teresa Alsius, y el lector Jordi Molins Amat.

Destaco, como es lógico, la dirigida al defensor del lector por la familia del fallecido, un niño de 13 años al que no identifico, como tampoco hizo el redactor de la información, para proteger el respeto a la intimidad.

Me dice un miembro de esta familia: ‘Estoy consternado por la muerte de un hijo de 13 años. El dolor es algo que intentaré soportar, mis creencias no sé si lo pueden explicar, la realidad es algo que ya no podré cambiar; pero lo que no puedo aceptar es que la prensa manipule la información, desinformed e la realidad y haga un alarde de la excelencia del sistema de seguridad’.

Transcribo el texto de su disconformidad:

‘Dicen en la información: ´El niño había salido del colegio con su hermano de ocho años´. Falso: el hermano tiene doce años.

‘´Los tres iban jugando distraídamente por la acera´. Eran exactamente ocho y no jugaban, sino todo lo contrario, le estaban avisando del peligro, que vigilara al cruzar.

‘´La Guardia Urbana redobla la vigilancia en estas horas punta´. No hay ni un guardia visible en el paseo Bonanova desde la calle Ganduxer hasta la calle Carrasco i Formiguera. El primer agente se sitúa en el cruce del lateral de la Via Augusta con el paseo Bonanova, lado plaza Major de Sarrià.

‘´Despliega agentes en los cruces más problemáticos que vigilan el tráfico y ayudan a los peatones a cruzar sin problemas´. Si son inexistentes como he dicho, no creo que puedan desempeñar la labor formativa’.

Sigue la carta: ‘La información de un suceso como éste es buena ya que puede servir para educar y prevenir, pero no para engañar haciendo ver que las cosas funcionan muy bien. No dispongo de la estadística, pero si mi memoria no me traiciona, son tres las defunciones en los últimos dos años’.

Añade la carta: ‘No se puede jugar con los sentimientos, ni con el dolor de la gente. Pensaba que después del 11-M era una asignatura aprendida. Han aprovechado un dramático accidente y el dolor de algunas personas para hacer apología positiva del buen funcionamiento de la Guardia Urbana, la cual nunca, y repito nunca, está presente.

‘Los niños de este barrio, como bien decía el autor del escrito ´el de mayor densidad de estudiantes de Europa´, vienen y van angustiados, porque día sí, día no, los atracan o intimidan al salir de la escuela. La Guardia Urbana tampoco está presente.

‘Manifiesto que tanto la actuación de los agentes de la Guardia Urbana como la de los profesionales del 061 ha sido excepcional. Con estas líneas quiero mostrarles mi más profundo agradecimiento. Lástima que este elevado valor humano del que disponemos esté dirigido a la recaudación y no a la prevención y ayuda al ciudadano’.

Emplacé al redactor de la información, el periodista Xavier Mas de Xaxàs, a dar explicaciones sobre estas disconformidades.

Dice en el escrito que me entregó: ‘La noticia del atropello de un joven en el paseo Bonanova el pasado 14 de febrero llegó a la redacción de La Vanguardia pasadas las 19 horas. Tanto Efe como Europa Press ofrecían la misma versión de los hechos. Llamé a la Guardia Urbana y confirmé que la versión de las agencias coincidía con la oficial. El portavoz del cuerpo reiteró que el hermano de la víctima tenía ocho años y que el accidente se produjo tal como lo describí. Este portavoz aseguró que refuerzan su presencia en el paseo Bonanova en las horas punta de los colegios. Así lo reflejé en la crónica’.

-¿No consultaste más fuentes? -pregunto.

-A continuación telefoneé a un vecino para recabar más datos sobre la situación en el barrio. Luego me puse en contacto con el instituto Dexeus, donde me informaron de su papel en los hechos. Dadas las circunstancias tan trágicas de la noticia y la claridad con la que la Guardia Urbana había ordenado los hechos, no creí oportuno ponerme en contacto con la familia para confirmar la edad de los jóvenes. Ningún familiar debe de estar en condiciones de atender a la prensa en momentos tan dolorosos. Creí necesario, además, proteger al máximo la identidad de los jóvenes, que no se identificaron ni con iniciales como es habitual. También omití el nombre del colegio al que pertenecen para blindar aún más su privacidad.

Correcto. Pero varios lectores, además de la familia, sostienen que falta vigilancia.

Admite el periodista: ‘Estoy de acuerdo en que la crónica debería haber reflejado la versión de los vecinos sobre la ausencia permanente allí de la Guardia Urbana cuando los alumnos entran y salen del colegio. La hora en la que se produjo el suceso, sin embargo, imposibilitó recabar esta información con la celeridad necesaria. Desde que se publicó la noticia he mantenido varias conversaciones con padres de familia del barrio y les he hecho saber que La Vanguardia se hará eco de las medidas que adopten para forzar una mayor vigilancia del tráfico y los peatones. Estoy de acuerdo, asimismo, como dice la carta, en que la información de un suceso puede servir para educar y prevenir.

‘El 8 de octubre del 2004, por ejemplo, publiqué que la avenida Vallvidrera soporta 10.000 vehículos al día y que apenas tiene aceras. Por esa vía acceden a sus colegios más de 2.000 alumnos cada día. Tres semanas antes, el pasado 15 de septiembre, en el inicio del curso, insistí, y la Guardia Urbana aseguró que reforzaría la vigilancia.

‘Un día después, el 16 de septiembre, publiqué el proyecto de la asociación de vecinos que permitiría aumentar la seguridad. Yel 22 de noviembre, bajo el título Barcelona olvida a los niños,denuncié la falta de espacios para menores en la vía pública. Este periodismo preventivo no pudo evitar, lamentablemente, este atropello mortal’.

Se confía en las fuentes oficiales, como la Guardia Urbana, al dar la edad de una persona. Es un dato que no admite versiones. Si es erróneo, hay que rectificarlo. Pero sí que deben contrastarse datos si la fuente oficial, en ese caso la Guardia Urbana, se convierte en fuente interesada cuando tiene que explicar el servicio que está obligada a prestar.’