Thursday, 28 de March de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1281

Milagros Pérez Oliva

‘Soy suscriptor de EL PAÍS residente en Murcia. Alicia de Larrocha murió el pasado viernes 25 de septiembre. Ni el sábado, ni el domingo, ni el lunes, ni el martes siguiente he visto en el periódico que recibo ni un comentario, ni una nota acerca de este triste acontecimiento, si exceptuamos las esquelas del domingo 27 del Palau de la Música Catalana y de la R. A. de Bellas Artes. El obituario de ese día se le dedicó a Yoshito Usui’, escribe, algo más que sorprendido, Pedro Olivares. Desde luego, no parece muy coherente que el diario de mayor tirada en España no dedique ni una triste necrológica a la que, en palabras de otro lector sorprendido, Juan Antonio Gordón, de Zaragoza, ‘ha sido seguramente la más importante pianista que ha tenido este país en el siglo XX’ y, en cambio, sí la tenga ese día Yoshito Usui, por muchos que sean los méritos del dibujante de manga japonés.

‘Ya sé’, escribe Luis Lledó Cappa, ‘que la crítica de música clásica ha desaparecido prácticamente de un periodo que tuvo a gente como Enrique Franco y Luis Suñén en su plantilla, como igualmente se ha prescindido, también prácticamente, de la crítica teatral (menos mal que está Marcos Ordóñez en Babelia). Pero un periódico como EL PAÍS no puede tener estas incomprensibles omisiones’.

¿Omisión? Sí y no. Resultó ser una omisión para los lectores de la mayor parte de España. Los de Madrid y Cataluña, en cambio, pudieron leer el mismo sábado, a página completa, una extensa crónica de la muerte de la pianista y dos artículos que glosaban su figura.Como una lluvia fina, el correo de la Defensora recibe frecuentes quejas por omisiones en una u otra edición. Y a veces, también por lo contrario: ‘Ayer sábado, 1 de agosto, compré la edición catalana en La Ampolla (Tarragona) y leí el reportaje a doble página sobre la vuelta de Leonard Cohen y una noticia sobre Beethoven en Twitter. Muy interesantes. Pero cuál ha sido hoy mi sorpresa cuando al comprar la edición nacional del 2 de agosto en Zaragoza me he encontrado con la repetición de ambos contenidos. Espero que sólo sea un error veraniego, pues de lo contrario deberíamos preocuparnos’.

No eran temas menores. El concierto de Leonard Cohen abría la Revista de Verano y la noticia de Beethoven ocupaba la segunda página. La repetición no era un error de verano. En realidad, todas estas incidencias tienen que ver con la complicada gestión de las distintas ediciones y sus distintos tiempos de cierre, una especie de puzzle en el que cada día tienen que encajar muchas piezas. Para que el lector se haga una idea: en momentos de máxima paginación, el puzzle de EL PAÍS tiene que llegar a encajar cerca de un millar de páginas diferentes cada noche.

EL PAÍS imprime cada día, en distintas plantas, 12 ediciones diferentes (Europa, América, Nacional, Madrid 1, Madrid 2, Barcelona 1, Barcelona 2, Andalucía oriental, Andalucía occidental, Valencia, País Vasco y Galicia). En un diario, la hora de cierre es una línea crucial en la que no cabe ninguna flexibilidad, una verdadera deadline, en expresión inglesa mucho más certera. Cada noche hay tantas deadlines como ediciones, algo que ha de gobernar con la máxima firmeza el equipo de cierre, que dirige el redactor jefe Vitorino Ruiz de Azúa. Siguiendo sus explicaciones, les diré que la primera edición que se cierra es la de Europa, a las diez de la noche, lo que significa que todo lo que ocurra después de esa hora no entra en esa edición.La segunda es la edición nacional. Se cierra a las 23.00 horas y es la que se distribuye en toda España excepto Madrid y Cataluña. Ésta sirve de base para las ediciones regionales, que incluyen un cuadernillo de información local y pueden incorporar cambios en secciones como Cultura y Deportes. La existencia de estas ediciones da lugar a un nuevo agravio como el que expresa Santiago Sanz desde Zaragoza: ‘¿Para cuándo ediciones locales en el resto de España?’, escribe. Considera injusto que por el mismo precio, sus vecinos vascos y valencianos tengan información local y los aragoneses, no.

Las ediciones de Madrid y Cataluña son las que más tarde cierran. Lo hacen a la 1.30 horas y tienen, además, una segunda edición que alarga la posibilidad de introducir cambios hasta las 3.30 horas de la madrugada. Por eso se pudo hacer una buena cobertura de la muerte de Alicia de Larrocha en esas ediciones. ‘Cuando una noticia importante entra sólo en unas ediciones, lo normal es intentar recuperarla en el resto al día siguiente’, precisa Ruiz de Azúa. No hacerlo puede defraudar a muchos lectores, como ocurrió con la noticia sobre Alicia de Larrocha. Pero hacerlo también puede sorprender a otros que, en caso de viajar, pueden encontrar la misma información dos días seguidos, como ocurrió con el concierto de Leonard Cohen.

Gregorio Rodríguez Ramos, subdirector del área de Cultura, explica las circunstancias que concurrieron en el caso de Alicia de Larrocha: ‘La noticia llegó al filo de la medianoche del viernes, cuando la edición nacional ya estaba cerrada. En cuanto supimos del fallecimiento, incluimos la información en la versión digital del periódico y ahí estuvo durante todo el día siguiente. En el periódico impreso sólo se pudo incluir en las ediciones de Madrid y Cataluña. Podríamos haber recuperado la información en la edición nacional del domingo, pero tuvimos en cuenta dos factores: la noticia de la muerte de Alicia de Larrocha ya llevaba desde la medianoche del viernes en la Red, y, además, la sección de Cultura del domingo tenía un espacio muy reducido. El sábado había finalizado el Festival de Cine de San Sebastián y había que dar una amplia cobertura de los galardones. No había páginas suficientes para los dos temas. Optamos por dar bien la información de San Sebastián, que era más reciente, porque la muerte de la pianista llevaba dos días en la edición digital’.

Es un criterio. Otro podría haber sido reducir la información de San Sebastián para rescatar la muerte de la pianista. Y aún cabía otra alternativa antes que el silencio total: sustituir en la edición nacional la necrológica de Yoshito Usui por la de Alicia de Larrocha.

Decisiones de este tipo se toman cada día, y son especialmente angustiosas en la sección de Deportes, habida cuenta de que hay partidos de fútbol que comienzan a las diez de la noche. ‘En nuestro caso, tenemos el problema añadido de que no tiene mucho sentido recuperar la crónica de un partido dos días después de que haya sucedido, cuando los resultados son ya conocidos y las imágenes se han repetido en las televisiones’, explica Ramon Besa, redactor jefe de Deportes en Cataluña.

Este desajuste da lugar a frustraciones, como la que experimentó en mayo Ángel Vivas Díaz en el momento culminante del desenlace de la Liga de fútbol. Se encontraba en Málaga. El Real Madrid jugaba a las diez de la noche del sábado. Si perdía, el Barça se proclamaba campeón. La expectación era máxima. ‘Pues nada, al día siguiente ni una línea en la edición andaluza, y para más inri, aparecía una entrevista con Guardiola en la que hablaba de que le faltaba un punto para ser campeón, cuando a esas alturas, lo que había hecho era poner punto final a la Liga’. De vuelta a casa, el lector buscó la edición de Madrid y encontró la cobertura como él la esperaba en Andalucía: siete páginas y foto de portada.

La existencia de una edición digital, abierta las 24 horas, apenas alivia las tensiones del difícil encaje de las diferentes ediciones. Hay que tener en cuenta que las ediciones digital e impresa sólo comparten el 15% de los lectores. Luego, de momento, el hecho de que una noticia se publique en elpais.com no exime de publicarla en el diario impreso. Muchos lectores sólo leen la edición de papel y aspiran a enterarse de todo lo importante, sea cual sea el lugar en el que se encuentren al comprar EL PAÍS.’