Thursday, 28 de March de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1281

Milagros Pérez Oliva

‘El correo de la Defensora se nutre con frecuencia de cartas de lectores que se declaran heridos u ofendidos por el contenido de alguna columna o algún artículo de opinión publicados en el diario. En estos casos, la Defensora tiene poco que decir. Siempre que los contenidos respeten las leyes y el Libro de estilo de EL PAÍS, los autores están amparados por la libertad de expresión. Las opiniones que expresan son de su exclusiva responsabilidad. El diario no suscribe necesariamente el contenido de esos artículos, se limita a facilitar un espacio para que la pluralidad de puntos de vista sobre distintos temas pueda expresarse con libertad.

El artículo de Enrique Lynch Revanchismo de género, publicado el pasado martes ha roto, sin embargo, cualquier precedente en la expresión de malestar. Su contenido ha causado tal conmoción que ya en la mañana del viernes esta Defensora había recibido más de 60 quejas y múltiples llamadas desde todos los rincones de España. Y, al cierre de este artículo, continúo recibiéndolas.

Lynch critica el anuncio de una campaña contra la violencia de género de la Secretaría General Iberoamericana en el que Angie Cepeda dice: ‘De todos los hombres que haya en mi vida ninguno será más que yo’. El autor deduce que si no admite que un hombre sea más es porque pretende que sea menos, lo que atribuye al ‘anhelo de revancha que parece inevitable en cualquier referencia actual a la condición femenina’. ‘El revanchismo de género’, escribe, ‘es lo que ahora se airea y se difunde por innumerables medios públicos y privados y que, en un país vergonzantemente árabe y misógino como es España, no sólo bastardiza una cuestión -la relación entre hombres y mujeres- que es de una enorme complejidad, sino que subsidiariamente no ha hecho sino aumentar de forma alarmante la tasa anual de actos de violencia machista al lanzar a las mujeres al choque con machos ignorantes y brutales, hombres que -nunca olvidemos esto- han sido gestados, amamantados, criados y formados por mujeres’. ‘El revanchismo ‘de género’ (o sea, el resentimiento femenino)’, concluye, ‘es un mal que se extiende imparable por todas partes. (…) Tres nuevas canciones de esta guisa y la tasa mensual de asesinatos de mujeres acabará por triplicarse. (¿No será este revanchismo resentido lo que ven venir con temor esos bárbaros islámicos…?)’.

Decenas de lectoras, algunos lectores y representantes de asociaciones diversas se han dirigido a la Defensora para exigir una rectificación del diario. Con muy distintos argumentos pero siempre con altos niveles de enfado, todas las quejas coinciden en un punto: ese artículo nunca debería haberse publicado porque constituye un alegato en el que se justifica la violencia de género y se acusa a las mujeres de ser las culpables de esa misma violencia. La mayoría de las cartas cuestiona que EL PAÍS se haya ofrecido como plataforma de un argumentario que consideran una expresión del revanchismo machista y que expresa, ‘una rancia misoginia’, según la socióloga Fátima Arranz, o ‘un prejuicio cargado de resentimiento’, en palabras de Antonio Diéguez.

No se trata de discutir aquí las tesis del autor, sino de responder a la cuestión que plantean quienes me han pedido amparo: si el contenido del artículo contraviene o no los principios de EL PAÍS, teniendo en cuenta que este diario ha mantenido una clara y combativa línea editorial en contra de la violencia machista. Ésta es la cuestión que le he planteado al director de Opinión, Lluís Bassets, y ésta ha sido su respuesta: ‘Como dice el tópico, la sección de Opinión no se identifica necesariamente con los artículos que publica, pero yo sí debo defender, en calidad de responsable de estas páginas, la decisión y oportunidad de la publicación de este artículo’.’El debate sobre el contenido me parece necesario y, por lo que se está viendo en estas mismas páginas, muy interesante, pero no me parece en cambio pertinente el debate sobre si había que publicarlo o por el contrario había que negarle al señor Lynch la posibilidad de exponer sus puntos de vista en EL PAÍS’, continúa Bassets. ‘Antes de tomar la decisión definitiva se sometió el artículo a la lectura de varias personas de ambos géneros. Aunque había desacuerdos profundos sobre el texto y en algún caso incluso sobre la oportunidad de su publicación, en ningún momento surgió el único argumento de fondo que hubiera podido impedirla, como hubiera sido la supuesta incitación a la violencia que pudiera contener. Creo que no es el caso. El artículo de Lynch ofrece abundantes ejemplos de argumentación y de pensamiento políticamente incorrectos, pero creo que EL PAÍS puede e incluso debe publicar textos de este tipo, aunque sólo sea como incitación al debate y al pluralismo’.

¿Dónde termina lo políticamente incorrecto y dónde comienza la justificación de la violencia? Ahí radica la discrepancia. Bassets considera que no se ha pasado esa línea. Pero muchas lectoras creen que sí. Consideran que el artículo no sólo justifica la violencia contra las mujeres, y por tanto puede ser interpretado como una apología, sino que las culpa a ellas de la violencia de la que son víctimas. Alucinada se declara Belem Cañizar: ‘Ahora resulta que los asesinatos de mujeres por violencia machista son en realidad el resultado de un supuesto feminismo revanchista’, escribe.

Resulta difícil resumir en un artículo como éste el contenido de un centenar de cartas con diferentes argumentos, pero este párrafo de Gemma Fernández expresa bien el sentir de la mayoría: ‘¿Temen los hombres a las mujeres sin miedo? Vivimos en una sociedad en la que EL PAÍS y el resto de medios gozan de libertad de expresión. De la misma manera que su diario no sirve de plataforma de difusión de las ideas contenidas en los artículos que publican en Gara militantes de la izquierda abertzale, por ejemplo, me disgusta ver que se ofrece como trampolín de las ideas retrógradas y confundidas de Lynch. Sólo el título ya deja sentir una incomprensión de la realidad y un punto de partida funesto, equivocado, manipulado’.

‘¿Hubieran publicado ustedes un artículo de Josu Ternera a favor de la violencia de ETA? No lo creo’, insiste Antonia Moreno, profesora de Lengua y Literatura en Asturias. Parecidos argumentos desgranan la escritora Alicia Miyares, la profesora de la Universidad Complutense Almudena Hernando o Ángeles Álvarez en nombre de diversas organizaciones feministas: ¿publicarían un artículo de un neofascista que dijera que los judíos fueron culpables de su persecución; de un racista que justificara la superioridad de los blancos por la conducta de los negros, o de un miembro de Al Qaeda que justificara el terrorismo islamista?, insisten.

Julia Salmerón, profesora de Literatura y Estudios de Género de la Universidad Autónoma de Madrid, no sólo considera que el artículo ‘justifica la violencia, sino que lleva implícita una amenaza para las mujeres: si seguís los postulados de lo que el autor considera feminismo revanchista, tendréis más violencia’. Ese artículo nunca debió publicarse, insisten María Tena, Belén de la Rosa, Laura Pinto, Cristina Hernández, Ángela Vallejo, Beatriz Gimeno o Merè Otero-Vidal.

La Defensora se puso en contacto con Enrique Lynch. ‘Ya me imaginaba que este texto desataría todas las formas posibles de la necedad. ¿Cómo puede ser que alguien presuma que puedo justificar la violencia contra las mujeres? ¿Acaso he demostrado yo ser un estúpido en los centenares de artículos y en casi una docena de libros que he publicado?’, me responde. ‘Lo único que digo es que hay que entrar en las causas profundas de esa violencia’, dice, y se reafirma en que las mujeres (y no los hombres) son las responsables, por freudianos mecanismos del complejo de Edipo, de la mentalidad de sus hijos.

Mientras se producía esta reacción, el diario publicó otros dos artículos: uno el viernes, de Ángeles Yáñez y Eugenio Ravinet, autores de la campaña Maltratozero, y otro el sábado, de Sol Gallego-Díaz, titulado Shakira también llora.. A pesar de ello, han continuado llegando cartas que consideran, en palabras de la psicóloga Anna Freixas, de Córdoba, que la publicación de estos artículos ‘no limpia el desmán del señor Lynch’. Freixa va más allá y alude a la dirección del diario: ‘Mucho hombre con poder da como resultado un periódico que no respeta a las mujeres’, escribe.

No es función de la Defensora juzgar las decisiones sobre qué artículos deben publicarse, pero sí dejar constancia del gran malestar generado y transmitir a la dirección la opinión de las lectoras -y también de muchas redactoras- que consideran que ese artículo nunca debió publicarse en EL PAÍS. No porque el feminismo o esa campaña en concreto no puedan ser criticados, sino por el tipo de argumentos utilizados en este caso. El artículo ha herido una sensibilidad que forma parte del núcleo central de la identidad de este diario.’