El mundo de la televisión anda con los nervios a flor de piel. A un año del apagón analógico cada día hay más oferta y, paradójicamente, cada vez hay menos dinero porque ha descendido la inversión publicitaria. Menos dinero para las cadenas y, curiosamente, más tiempo para verlas, puesto que, gracias también a la crisis, el consumo de televisión está alcanzando cifras récord.
La industria audiovisual española, un sector estratégico, que como muchos otros vivió tiempos de pelotazo, necesita superar la crisis construyendo un escenario nuevo. Revisando el otro día un clásico de Sergio Leone me pareció entender la lógica de los acontecimientos en el negocio y la clave de los comportamientos de sus actores si lo reinterpretaba en clave de western. Como en las viejas películas del género, la épica y la grandeza del momento reside en que el duelo es a vida o muerte, en que el imperio de la ley es difuso y en que los principales protagonistas están imbuidos del espíritu del pionero conquistador que ha luchado sin tregua para llegar a donde está y que está dispuesto a defender a sangre y fuego lo poco o mucho que tiene.
En el salvaje Oeste de nuestro panorama televisivo las repercusiones de la crisis económica son la parte fácil de entender. La complicada tiene raíces más retorcidas que se hunden en la indefinición de los ámbitos público y privado en materia televisiva. España es uno de los países en donde la oferta pública y privada se diferencia menos. Quizás porque la televisión nació bajo un régimen totalitario y su aparición no estuvo acompañada de un debate sobre la función social que debía desempeñar, como sí pasó en la mayoría de países europeos. Por esa razón, cuando la televisión privada rompió el monopolio existente nadie le exigió prácticamente nada en materia de contenidos, como tampoco se exigía gran cosa a la televisión pública.
Ampliar o espectro
Como en el viejo Oeste, cuando llegaron los colonos dispuestos a conquistar el nuevo mundo se encontraron con un territorio poco definido, con un mundo indígena -para seguir con la metáfora y atribuyendo ese papel a la televisión pública- poco consciente de los valores que representaba y, lo que es más determinante, sin una legislación clara. En nuestro país, también a diferencia de Europa, no tenemos Consejo Regulador, las pocas normas de autorregulación que se imponen las cadenas se incumplen con frecuencia y no tenemos la tradición de exigencia que existe en otros países por parte del telespectador.
Aquí el telespectador pinta poco. No acostumbra a ser considerado el principal cliente por parte de las televisiones. Para las privadas, son los anunciantes, y para las públicas, deberían ser los ciudadanos, pero el peso de las plantillas y las influencias políticas condicionan muchas decisiones.
Si hace tres años el Gobierno legislaba para permitir la aparición de nuevas televisiones generalistas con el objetivo de aumentar el pluralismo, ahora decreta medidas urgentes que permitan establecer fusiones entre las empresas titulares de las cadenas privadas y aprueba para otoño la desaparición de la publicidad en TVE.
Puedo entender algunas de las razones que han motivado los diferentes pasos que ha dado el Gobierno. Hace tres años el mercado publicitario en España era boyante y las principales cadenas generalistas privadas alcanzaban unos beneficios tan altos que las situaban entre las más rentables del mundo. Más allá de favorecer la pluralidad, permitir la ampliación del espectro con nuevas cadenas significaba también repartir unos recursos que, en aquel momento, casi desbordaban el mercado.
Não é só dinheiro
También entiendo las decisiones de ahora. Con la publicidad por los suelos, los que ‘ganaban mucho’, en palabras de Paolo Vasile, tienen dificultades para cuadrar las cuentas y las inversiones que tuvieron que asumir los responsables de las nuevas cadenas para salir y situarse se ven comprometidas. Así pues, la ley que antes buscaba la pluralidad ahora, en aras de la sostenibilidad, se modifica para favorecer la concentración.
Pero eso no es suficiente. Ahora, con la crisis amenazando el futuro de muchas empresas audiovisuales, la presión para cambiar el modelo de doble financiación de las públicas se ha vuelto irresistible. La decisión de retirar la publicidad de TVE, no sé si por la gravedad de la situación o por la fuerza de la presión, se ha tomado de manera rápida, casi precipitada. Tal vez quedaran pocas opciones alternativas. Dejando de lado las razones económicas e industriales, que son muy importantes, sería exigible que el Gobierno actual, que hasta el momento ha sido uno de los que más han actuado a favor de la televisión pública legislando y favoreciendo el trabajo de un equipo directivo profesional e independiente, no olvidara la defensa de los valores de servicio público que debe asumir el medio, que no son incompatibles con velar por el futuro de la industria audiovisual.
Hablar de televisión no sólo es hablar de dinero, evocando el título del clásico de Leone, no todo se mueve ni se hace por un puñado de dólares. Hablar de televisión es hablar de personas, de contenidos y de cultura. Es hablar de futuro.
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Ex-diretor de TV3, é diretor de Conteúdos da NotroTV (Vértice 360)