Texto preparado por Rosa Maria Alfaro, da Veeduria Ciudadana de la ComunicaciónSocial, do Peru, como contribuição aos debates entre os participantes do Colóquio Latino Americano sobre Observação da Mídia. Para facilitar a leitura, o texto foi dividido em três partes.
Desde mediados de los noventa surgen vertiginosamente los observatorios de medios en diferentes países de Latinoamérica, demostrando algunos visos de continuidad. La pregunta básica que organiza esta reflexión es indagar ¿a qué se debe su surgimiento y qué es lo que se está pretendiendo y consiguiendo con sus aportes? ¿Cuáles son sus fortalezas y debilidades? ¿Hacia donde van o debieran caminar? Estamos ante un movimiento extendido que reemplaza la vieja postura crítica cuya excesiva ideologización se centró en subrayar la dañina propiedad mediática en manos privadas, defendida en los sesenta y setenta por las izquierdas apocalípticas, a la luz de perspectivas interpretativas vinculadas a teorías de la dependencia. Análisis que fue referido a contenidos sociológicos y políticos o a discursos en ruta semiológica. Los que sin embargo generaron al mismo tiempo algunas aperturas más explicativas que avizoraban cambios futuros en los medios, pero desde la formación del estado/nación, en contacto con la perspectiva político cultural de Antonio Gramsci, funcionando hoy a destiempo y de manera casi incompatible. Sin embargo, hoy percibimos una evolución diversificada pero significativa hacia la defensa de la democracia y la presión/persuasión para que los medios se hagan cargo de los temas del desarrollo. Es decir, empieza a nacer una línea más propositiva que se va extendiendo y logrando incidencia.
Rutas de un proceso histórico
Una crítica que recobra sentido
Es evidente que la crítica a los medios ha venido ejerciéndose de manera constante y organizada desde décadas anteriores, variando sus tonos y perspectivas, aunque en un sentido descendente en su impacto público. El hecho internacional más notable que organizó la preocupación sobre los medios, fue la producción y presentación del Informe Mc Bride, el que fue duramente silenciado por la propia UNESCO institución gestora de este esfuerzo, al constatar que se cuestionaba el sistema comunicativo del momento y se planteaba como propuesta un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación. Desde este resultado trunco la voluntad de incidencia y cambio mediáticos más universal y coherente que se estuvo forjando en esa época se apagó. La conciencia crítica se desmembró luego en investigaciones académicas parceladas que buscaban una mejor comprensión de la comunicación, válida para entendidos y comprometidos. Como ya afirmáramos fue un momento rico en el análisis y el encuentro de otras categorías de interpretación mientras que la práctica concreta más solidaria transitaba hacia medios locales o comunitarios bajo la denominación de “Comunicación Alternativa”. Esta, sin embargo, significó un alejamiento del cuestionamiento a los medios masivos y su inserción en poderes nacionales o culturas mundializadas. La crítica se mantuvo pero como argumentación para sostener la creación de nuevos medios con una visión de “otra comunicación”, aunque sin un proyecto comunicativo de más largo plazo para la sociedad.
En los ochenta, toman cuerpo investigaciones interdisciplinarias con rumbos teóricos más comprensivos, a partir de una mirada cultural y política, valorando la democracia y descubriendo la complejidad que caracterizaba a las transformaciones que ocurrían en el mundo y pasaban también por los medios. Se descubría así la vinculación existente entre culturas populares y de masas, incluso con explicaciones históricas[1] de las interacciones entre tradición y modernidad, más allá de lo económico o político, identificando a los medios como un sistema de mediaciones que reproducían reconocimientos y sensibilidades cotidianas de la gente[2]. Mientras tanto, el campo mediático crecía y evidenciaba su hegemonía y poder, casi inamovible, con el apoyo de sus receptores y del sistema empresarial, potenciado por nuevas tecnologías, situación que sigue manteniéndose en alza, aunque con nuevas esperanzas de cambio. Fue a la vez la década de apogeo de la comunicación popular, desde prácticas de diferente envergadura y compromiso social, aunque con cierto viso de despolitización. Eran momentos de tránsito de lo político a lo social que enriquecieron la comprensión de la comunicación aunque con ciertos límites[3].
La década de los noventa y la actual se caracterizan más bien por la búsqueda práctica de un nuevo orden político sin cuestionar la esencia del modelo mercantil ante la crisis del socialismo. La democracia se convirtió en un tema eje más allá del sentido liberal formal, marcando sentidos éticos y la recuperación del sentido de justicia[4]. La visibilidad de la globalización hizo que nos sintiéramos pequeños en lo económico y cultural, facilitándose aún más la circulación de productos mediáticos internacionales. Los medios se suman al movimiento cultural mundializado en diálogo con los locales, siendo a la vez claves en el desarrollo de democracias internas posteriores a regímenes autoritarios y militarizados de tiempos anteriores. Así crece en importancia la lucha por el poder político, adquiriendo una centralidad para la cual los medios no estaban preparados, generándose luego muchos fenómenos de corrupción y/o mediocridad mediática.
En este contexto, hoy los observatorios exploran la propia producción nacional emitida desde los medios con un análisis más objetivo, simple y cotidiano de la oferta mediática que podría ser entendido y discutido por medios, periodistas, estudiantes y cualquier ciudadano, es decir estaría al alcance de todos[5]. Hay una disponibilidad al diálogo en su definición, a diferencia de algunos observatorios europeos marcados por la denuncia radical. Las ideologías quedaron de lado o se mantienen como insumos de nuevas voluntades de cambio. Se quiere aportar al mejoramiento de los medios pero a la vez se espera una reacción positiva de los mismos, acostumbrados a no escuchar y a reaccionar violentamente frente a cualquier opinión crítica que los pusiera en cuestión. Se asume, por lo tanto, una identidad práctica más persuasiva, con potencialidad incluyente y al compás de los medios, la que pretende evidenciar sus fallas, situándose en un camino viable de incidencia en el mejoramiento de la oferta mediática, al ponerla en discusión.
De alguna manera, el silencio que reinaba en los noventa sobre los medios empieza entonces a quebrarse a partir de estos observatorios que surgen en algunos países y el mundo entero. Ya no es a partir de un informe de expertos sino de apuestas concretas y sencillas, como caminantes en búsqueda de otro destino. La crítica al funcionamiento de los medios recupera visibilidad no sólo centrada en su poder monopólico sino en el rol y poder que van adquiriendo en la forja de opinión pública y culturas políticas en cada país, valorando así aquellos cambios necesarios a nivel local y nacional.
Al mismo tiempo, las experiencias en la línea de construir comunicación alternativa si bien se mantienen, no generan esperanzas significativas de cambio en la sociedad. Eran evidentemente una opción por los pobres pero no significan la forja de un contrapoder, hoy. Radios y televisoras locales comunitarias y educativas no suelen tener peso público ni influencia política, salvo en algunas ocasiones[6]. Y los medios masivos siguen siendo quienes acaparan una gran hegemonía, definiendo agendas y corrientes de opinión pública, como homogeneidad que invalida el debate ante el conflicto y la diversidad. Había que retornar a los grandes medios para proponer otro destino y función, demandada por los nuevos aires democráticos y la justicia lamentablemente siempre pospuesta, en esas estamos. La comunicación se va convirtiendo en un derecho de todos. Y por lo tanto, todo ciudadano podría participar en la escena pública mediática. Desde los observatorios se va percibiendo a los medios como un lugar clave de construcción de ciudadanía que requiere equilibrarse.
Características generales de los observatorios
Una vigilancia social que crece
Su crecimiento es alto pero inestable en Latinoamérica. Unos perduran con cierta continuidad otros se prenden y apagan al compás de exiguas financiaciones. Otros sólo funcionan en momentos considerados claves para sus autores conforme a intereses comprometidos, por ejemplo los procesos electorales. Existen aquellos que intervienen eventualmente para averiguar determinadas temáticas como las referidas a diversos derechos humanos. Pero también están los de cierta permanencia[7]. Los hay en Colombia, Brasil, México, Argentina, Venezuela y Perú. Acaba de surgir uno en Chile. Y actualmente se inician otros en Bolivia y Guatemala. Existen algunos iniciales en otros de Centroamérica y México quienes se encuentran buscando caminos propios. Es decir, los observatorios están en etapa de progresión en nuestro continente, sin tener clara su continuidad. Con su emergencia, se dan por fundadas las condiciones para poner en discusión el rol que tienen y debieran tener los medios en nuestros países. Son en ese sentido una buena nueva y más hacia el futuro, pero sustentada en crisis y cambios que vienen ocurriendo en la sociedad en las últimas décadas. “Son metáforas recientes de procesos sociales y comunicativos fuertemente relacionados con movimientos de democratización de la sociedad, afirmaciones emancipatorias y confrontaciones frente a las variaciones que también van adoptando las maneras diversas en que se expresa el poder”[8].
Un componente motivador en su surgimiento está en el crecimiento real de una asociación peligrosamente construida entre política, medios y mercado, lo que ya venía generando fenómenos de corrupción en la medida que prima el negocio como sentido básico de las alianzas que se establecen. Así los medios estaban o podían estar comprometidos en negocios de cualquier tipo con el Estado, partidos o intereses privados, cuyas evidencias están hoy a la orden del día, dada su envergadura. Al mismo tiempo se constata que la denuncia, incluso sin pruebas, copa el sentido de espectáculo que los medios especialmente la televisión viene adquiriendo como eje de su identidad. Igualmente, se observa un proceso degenerativo en el campo del entretenimiento con ofertas simplistas sin perspectiva ética y de calidad, las que incomodaban a un gran sector de la ciudadanía. Todo lo cual produjo un gran descontento entre los públicos quienes se daban cuenta que construían opiniones con escasa y pobre información, descriptiva y sin análisis. La televisión por cable permitió a muchos establecer comparaciones. Se generó aún más incertidumbre y falta de credibilidad en los medios propios. La ausencia de esperanza y compromiso en la sociedad fue siendo tan evidente que era necesario saber dónde estaban errores y problemas de los medios y cuáles venían de la realidad circundante. Éstos estaban en cuestión. Era el momento propicio para intervenir desde la sociedad.
La independencia informativa y su pluralidad son aspectos medidos en casi todos los casos. Pero, al mismo tiempo, tales atrevimientos podrían estar escondiendo ambivalencias de sentido o basarse en simplificaciones que no necesariamente lograrían definir la confusa importancia que adquirieron tales medios. La aplicación de nuevas tecnologías productoras de información y los conflictos en los que se encuentran comprometidos, están remplazando la discusión política y social sobre los medios. Es decir se recupera la crítica otorgándole institucionalidad, pero de manera más constructiva, adquiriendo sentido los esfuerzos anteriores dentro de una perspectiva transformadora.
Paradójicamente nuestros países avanzan en democratización e inclusión de los excluidos con la implantación de estilos y métodos participativos que les otorga una mayor incorporación en producción de leyes y derechos adquiridos por costumbre[9], inclusive dando su opinión crítica frente a los medios. Mientras que la pobreza sigue agravándose y los medios no se comprometen con destacar la importancia de generar cambios e innovaciones económicas y sociales más equitativas. La ciudadanía ya no demanda sólo reconocimiento, sino que requiere ser alguien de verdad, generando así múltiples movilizaciones de diferente tipo. Del mundo simbólico puro se pasa al práctico, pero cargado de emotividades y buscando ser realmente visibles en la escena pública. Este desequilibrio entre participación democrática y desigualdad social es el contexto en el que se asientan los observatorios de medios, más allá del quehacer profesional periodístico: ubicados en la ética social y política, aunque despolitizados ante la ausencia de nuevas alternativas. Democracia y desarrollo son dos dimensiones que se tratan de manera diferenciada sin integrarlas en perjuicio del cambio social.
En época de globalización económica y crisis en los modos de ejercer la democracia, las apuestas de los observatorios en Latinoamérica, sin embargo, estaban más dentro que fuera. De hecho, pesa mucho más la realidad mediática de cada país en el monitoreo de medios, aunque haya un cierto deseo de compromiso con lo mediático global y los nuevos espacios comunicativos digitalizados, pero sin vislumbrar algún movimiento más allá de la idea de red como contacto informativo entre quienes observan los medios.
Los foros o cumbres vinculados a la comunicación han oficiado de alicientes, aunque sin mucha precisión sobre sus sentidos y metodologías para el continente. Preocupación que aún no toma cuerpo de propuesta global sino que parece estar en búsqueda de la misma. Frente a un desarrollo apabullante y altamente complejo de la comunicación, no es posible volver a cometer errores, se trata de moverse poco a poco. Se constata que las nuevas tecnologías en auge no generaban mejor calidad comunicativa, mas bien crecían las guerras y confrontaciones como también la desinformación, mientras que las brechas de desigualdad social y la desarticulación se agravaban en cada país y en el mundo, sin crear vínculos de sostenimiento de la democracia. Y su punto más vulnerable fue la ausencia de independencia política en los medios que muchos declaran pero que pocos cumplen. Ese panorama se convirtió así en una oportunidad crítica para evidenciar fallas graves de los medios y provocar cambios.
¿Qué buscan?
Todos parten de reconocer el poder hegemónico de los medios y el crecimiento de su influencia en Estado, política, cultura y sociedad, siendo el espacio público preferencial de localidades, países y mundo, al que se le califica como negativo e incapaz en cuanto a la formación ciudadana, social y ética de sus públicos. Es evidente para su entender que tales medios no ayudan a resolver problemas sociales ni cooperan en la articulación necesaria que requieren nuestros países. Incluso, se resalta su responsabilidad en gestar climas de desesperanza y pasividad ahogando voluntades de cambio. En muchos casos se asegura que la corrupción está a la orden del día entre políticos y medios, pervirtiéndose ambos, problemas detectables en algunos casos pero no en otros. Se sostiene que se siembra desconciertos que como volcanes de sospechas motivan actitudes y comportamiento de jugadores en los procesos electorales, como un camino cómodo para votar gobernantes. O se apoya la emergencia de salvadores populistas que calman miedos en la vida de la gente. No necesariamente los medios están contra la democracia, aunque a veces sí, sino que destacan sólo sus deficiencias en la aplicación práctica. Desde este punto de partida, los observatorios presionan a los medios haciendo visible su propia propuesta de información y entretenimiento, desde una perspectiva crítica, esperando respuestas de conversión.
Es así evidente que los observatorios se inscriben en una apuesta por el cambio en los medios[10], diagnosticando las características y calidad de su oferta. De allí el énfasis en ubicar actores y fuentes de la noticia; descubrir a quiénes se destaca como protagonistas o víctimas; medir su grado de pluralidad e independencia; mostrar espacios e instituciones desde donde se habla; las temáticas que se destacan; y los géneros/formatos que se usan, entre otros aspectos. Toda una información objetiva y procesada estadísticamente en la mayoría de los casos, desde la que se puede evidenciar tendencias en cuanto a información y opinión. Es notoria una búsqueda de datos probatorios más que reflexión teórica, siempre apuntando a mostrar errores de los medios con el objeto de confirmar demandas de innovación. En ese sentido, los observatorios responden más a una vocación política de cambio que exclusivamente académica. Hay algunos que pretenden metamorfosis más precisas en diferentes campos de la oferta, comprobando no sólo lo que están haciendo sino brindando recomendaciones para presionar a gobiernos y empresarios a que asuman su responsabilidad social.
En varios países, tales observatorios no son experiencias aisladas que se explican por sí mismas sino por su conexión con otras tareas que se van emprendiendo y abonan hacia el mismo camino. Están quienes vienen influyendo y consiguen una legalidad básica que asegura posibilidades de mejoramiento de los medios. Hay varios casos, por ejemplo, de presión social por leyes de acceso a la información, para garantizar transparencia del Estado, como ha sucedido en México y Perú[11], en el que juristas y comunicadores incluso empresarios de diarios se juntan para gestionarlas obteniendo los logros previstos. O el caso de abogar por leyes de radio y televisión, en Perú[12], Argentina, México y otros países. Hay hasta una institución latinoamericana de juristas por la comunicación, que incorpora a instituciones de diversos países[13]. Los ciudadanos también se organizan de manera informal y cada vez se comunican más con los medios para protestar o sugerir cambios. Es decir, se trata de todo un movimiento desigual y aún fragmentado pero con una clara intuición de estar ante una tarea colectiva, en el supuesto que cambiando a los medios se transforma también la sociedad. La pobreza, la corrupción, las desigualdades deben ser públicas y factores para aunar esfuerzos y construir otros caminos de libertad y justicia, ante el fracaso de los modelos económicos aún imperantes. Se opta por la democratización de los medios y del país, para poder transitar hacia soluciones de sus propios problemas, como un espacio de presión para el cambio. Allí podemos anotar la influencia del periodismo cívico o del periodismo social promovido por Ongs, incluso el de investigación como nuevos compromisos sociales en esa línea y con logros locales específicos.
Es decir hay todo un movimiento amplio de esfuerzos colectivos que releva la importancia de la comunicación, pública, privada o estatal para garantizar nuestro desarrollo. Así empata el interés por el cambio social construido históricamente con el fracaso de muchos medios masivos en su rol informativo y cultural. Se retoma los esfuerzos de décadas anteriores, corrigiendo errores, enrumbando caminos, tanto desde dentro de cada país para ir creciendo hacia lo global, como desde lo comunicativo para mover a la sociedad entera.
¿Quiénes son y cómo funcionan?
Los autores o conductores de los observatorios suelen ser Universidades, en gran proporción en ciertos países. Son importantes en Colombia (La Sabana, La Javeriana de Bogotá, en Manizales, Santiago de Cali, etc). También en Brasil, Sao Paolo. En Argentina se empezaron a implementar en universidades públicas de Córdoba y Buenos Aires aunque sin continuidad. El Observatorio ciudadano del Tecnológico de Monterrey. En diferentes países tales experiencias desde la academia tienden a crecer, demostrando así que no sólo se aprende para hacer comunicación, sino también para analizarla tal como está, procesando posiciones críticas.
También existen motivaciones que responden a iniciativas de asociaciones o gremios profesionales vinculados al periodismo, como el caso argentino, uno sostenido por la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires y otro por el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) integrado por profesionales de comunicación y docentes universitarios. Está el caso de “Observatec” formado por periodistas que buscan analizar la construcción del acontecimiento o la imagen de las personas, en Guatemala[14]. El Observatorio de prensa de Sao Paulo, uno de los más antiguos y serios están en esa línea. Incluso, algún medio, en esa perspectiva ha iniciado auto observaciones sobre su oferta como El Tiempo de Colombia quien implementa monitoreos sobre sí mismo y con referencia al tratamiento de temas específicos como violencia-paz [15] y sobre pobreza, con el evidente interés de mejorar su oferta. En Ecuador aparecieron páginas webs críticas y confrontativas a las noticias observadas en diferentes medios de ese país, conducidas por periodistas Y webs profesionales que hacen un análisis crítico del comportamiento periodístico actual, publicando algunos informes de y sobre observatorios[16].
Pero también existen Fundaciones y ONGs que mantienen observatorios más o menos permanentes como la Fundación Antonio Mariño[17] y la Asociación Calandria. Mientras que otras vigilan temáticas específicas: como la transparencia mediática en momentos electorales en instituciones como Transparencia, Poder Ciudadano y otras; organizaciones feministas dedicadas al análisis de la publicidad sexista como en Argentina, España y en Perú (FEMTV), u observatorios del tratamiento de género en la información conducido por la WACC a nivel mundial[18]. Instituciones como ANDI en Brasil que se dedica desde hace muchos años a evaluar la información que se transmite en los medios sobre infancia pero al mismo tiempo ofrecen datos noticiosos sobre infancia para ser tomados en cuenta en el mundo mediático y lo están logrando, hoy tienen una red latinoamericana en el mismo sentido.
En el caso peruano la Asociación Nacional de Anunciantes (ANDA) en Perú, es decir una agrupación de empresarios, implementa un Semáforo Ético de acuerdo a indicadores valóricos, el que se desarrolla con el apoyo voluntario de docentes y estudiantes de universidades privadas, con la finalidad de acumular criterios para retirar la financiación publicitaria a programas televisivos que hayan alcanzado el “rojo” obtenido en la aplicación del Semáforo.
En casi todos los casos se analiza a medios escritos especialmente diarios y algunas revistas, pero también se incluye a los televisivos, siendo menos los implementados en radio, dada su amplitud de oferta y emisión. Hay un énfasis general en la producción informativa. Se da el caso de Fundaciones como La Antonio Mariño en Colombia, la Konrad Adenauer y Calandria en Perú, que observan tal oferta en general (escrita y audiovisual), con una intención más bien abarcativa.
Son pocos los casos en que se analiza el entretenimiento, quizá porque se sigue pensando que es sólo a través de la información que se crea opinión pública. Se la asocia con el ejercicio más racional que influiría sobre opciones y decisiones políticas o sobre comprensiones de la realidad. De esa manera los aspectos vinculados a climas emotivos o relativos a aspectos culturales son subvalorados como si no integraran el sentido común que atraviesa muchos temas incluida la percepción ética, estética y de poder. Entre los pocos que trabajan este nivel supuestamente “light” de la oferta está la Veeduría Ciudadana de la Comunicación Social y la Asociación CALANDRIA en Perú que ha realizado varias investigaciones que colocan como novedad un estudio comparativo entre el análisis de la oferta televisiva infantil o el tratamiento de la equidad de género en programas de diversión, confrontándolo con la opinión de los receptores[19]. Otro es el caso de ANDA que se dedica a vigilar en Perú los programas de distracción o entretenimiento en televisión. Así desde ambas rutas será posible en el futuro diferenciar o igualar aquellos tratamientos que son información y orientación cotidianas para todos, unos vía la noticia, otros desde la diversión.
En muchos casos, en cuanto a sus objetivos específicos, se busca centrar esfuerzos en la observación misma, sirviendo lo obtenido como material de estudio y constatación de tendencias en la oferta mediática. Pero también hay otros que más bien buscan incidir directamente en los medios y generar cambios. De allí que se remita los resultados a los medios, como son los casos de ANDI o de la Veeduría Ciudadana que propone recomendaciones o entrega información para su discusión; y el del diario El Tiempo que se orienta a generar reajustes en la política informativa y editorial del propio medio. O el realizado por periodistas influyendo sobre las responsabilidades periodísticas de sus propios miembros . Es decir, están más directamente relacionados con la incidencia, con el objeto de producir mejoras en los medios o diseñando rutas de readecuación del rol de los medios a las necesidades de la sociedad.
Las metodologías que se implementan utilizan diversos enfoques. El sociológico centrado en contenidos y aparición de actores para ubicar funciones de adecuación estructural de los medios. El político desde la oferta informativa que examina las apuestas e inclinaciones partidarias o la determinación de la agenda y la opinión pública, conforme a coyunturas. Para el entretenimiento se recurre al análisis discursivo y de apelación a las sensibilidades y la confrontación entre oferta y demanda. O se coloca al ciudadano público de medios como observador dando opiniones y juicios sobre la oferta y presentando sus críticas y demandas. En algunas experiencias se recurre a una constatación cuantitativa, rigurosa en lo técnico dándole importancia a los énfasis dados en las repeticiones. Pero también los hay cualitativos, especialmente cuando se recurre a un muestreo que se detiene a examinar lo explícito e implícito en cada noticia o artículo editorial, o los discursos que se proponen. Lo mismo ocurre cuando se le da la palabra al público, utilizando encuestas o combinando lo cuantitativo con lo cualitativo en las consultas ciudadanas.
En realidad nuestros observatorios se están definiendo a sí mismos en estos años, probando sus propias capacidades para examinar la oferta de los medios, explorando con las posibilidades de influir para generar cambios. Estaríamos ante una reacción emergente y aún dispersa pero que responde a una sensibilidad que cuestiona la baja calidad ética de los medios y el poder que están acumulando en nuestras sociedades en relación con quienes los apoyan. Hay una insatisfacción generalizada y acumulativa sobre el papel de los medios tanto en quienes observan como en los públicos. De esa manera se tiende a extender la vigilancia de los medios y se legitima esta tarea como un contrapeso al poder económico y político que atraviesan nuestros sistemas sociales, aunque aún falte mucho trabajo para incidir realmente en cambios más o menos significativos. Se está entonces construyendo un sistema de vigilancia de medios, cubriendo así un espacio de poder antes no observado por otros actores. Los medios eran de las pocas instituciones que estando encargadas de develar, denunciar y hacer visible información además de entretenimiento, pero quizá era la única que no era supervisada con intenciones democráticas.
Es una iniciativa que descansa en la constatación de grandes descontentos en la sociedad con respecto al papel del periodismo tanto a nivel cultural como político, tanto de sus propios autores como de la propia ciudadanía, en tanto público de los medios. Es decir, se trata de canalizar con información una postura crítica. Pero a la vez, se percibe un intento de presionar para generar cambios en los medios y un mayor compromiso de los mismos con respecto a la democracia y la ética de una localidad, o país. De esa manera, la oferta de los medios dejan de ser una propiedad privada, pasando a ser una esfera pública que compete a toda la ciudadanía de una sociedad.
[1] Diversos autores fueron pioneros de esta producción teórica, tales como Jesús Martín Barbero, Néstor García Canclini, José Joaquín Brunner, Renato Ortiz, entre otros.
[2] Ver MARTIN Barbero Jesús. “De los medios a las mediaciones”. Convenio Andrés Bello. Bogotá 1998
[3] Analizado por Alfaro Rosa María en “Culturas Populares y Comunicación Participativa: En La Ruta de las Redefiniciones” editado por varias revistas colombianas y argentinas. Aparece en un libro español: “Cultura popular, Industrias Culturales y Ciberespacio” de la UNED, Madrid 2,003, cuyos editores fueron: Roberto Aparici y Víctos Manuel Marí Sáez..
[4] Expresada en los derechos humanos legitimados, la lucha contra la discriminación y la desigualdad, la relevancia de la equidad en diversos campos. La propia defensa de la libertad de expresión se incluye.
[5] Observarlo en el texto “Veedurías y Observatorios. Participación Social en los medios de Comunicación”. Ediciones La Tribu y Frederich Ebert Stiftung. Proyecto Latinoamericano de Medios de Comunicación. Buenos Aires 2,003.
[6] Como en Bolivia a propósito de lo electoral 2,005 o en Perú cuando se recobra la democracia en el año 2,000, siendo las radios educativas y comunitarias grandes colaboradoras de un movimiento social mayor.
[7] Ver el cuadro correspondiente al final del presente texto
[8] REY Germán. “VER DESDE LA CIUDADANÏA. Observatorios y veedurías de medios de comunicación en América Latina. En “Veedurías y observatorios..” Op. Cit. Pág 12.
[9] Los referidos a derechos humanos, a presupuestos participativos locales, las iniciativas legislativas ciudadanas, las leyes de acceso a la información, la derogatoria de autoridades municipales en ejercicio, marchas, manifestaciones, entre otras.
[10] Como lo prueba, HERRERA Damas Susana. “Retrato en diez rasgos de los observatorios de medios en América Latina”. Sala de Prensa. WEB para profesionales de la comunicación iberoamericanos. www.saladeprensa.org/art638.htm. 12-10-05. pág11.
[11] En el Perú el Consejo de la Prensa que agrupa a varios periódicos tuvo un actuación relevante en relación con otras instituciones como por ejemplo La Defensoría del Pueblo.
[12] Ver “Hacia nuevas rutas éticas en nuestros medios. Historia de la campaña ciudadana sobre la ley de radio y televisión” Veeduría Ciudadana de la Comunicación y Asociación de Comunicadores Sociales CALANDRIA.Lima 2,005
[13] Asociación Iberoamericana de Derecho de la Información y de la Comunicación ( AIDIC )
[14] GRAMAJO José Luis. “observatorio ciudadanos: caso de la Asociación DOSES, Guatemala”, en “La Relación Sociedad/Medios en el marco de la Reforma de Estado en México”. México 2,004. Universidad Autónoma Metropolitana Autónoma Metrpolitana, desde la Unidad Xochimilco. Ciudad de México 2,004.
[15] “El Conflicto Armado en las páginas de El Tiempo”. Dirección de Responsabilidad Social. Casa Editorial El Tiempo. Bogotá 2,003.
[16] Como www.saladeprensa
[17] Ver “Calidad informativa y cubrimiento del conflicto” Proyecto Antonio Mariño. Bogotá 2,003; La verdad herida”, una radiografía de los riesgos y problemas de los periodistas colombianos para cubrir el conflicto armado, Proyecto Antonio Mariño. Bogotá 2003.
[18] Organización mundial de comunicadores cristianos, quien hace años implementaba observatorios una vez al año y a escala mundial, experiencia que quedó paralizada algunos años y ha revivido en enero de 2,005, los resultados aún no han sido publicados. Ver informe Media&Gender Monitor, 2,005 de WACC
[19] Hay en ese sentido una bibliografía al respecto:
–ALFARO Rosa María y MACASSSI Sandro “Seducidos por la tele. Huellas educativas de la televisión en padres y niños”. A.C.S. Calandria. Lima 1995.
-ALFARO Rosa María, AMPUERO Francisco, MACASSI Sandro y QUEZADA Alicia. “Los niños Te Ven y ¿qué ven?.”. Veeduría Ciudadana de la Comunicación social, UNICEF y Comisión Nacional por los Derechos de los Niños, las Niñas y los Adolescentes. Lima 2,002.
-ALFARO Rosa María y QUEZADA Alicia. “Atrapadas sin salida. Imágenes de mujer y de pareja en las telenovelas y la publicidad”. Veeduría Ciudadana de la Comunicación, WACC. Lina 2,003.
-ALFARO Rosa María y QUEZADA Alicia. “Atracción Fatal. Gritos y susurros de género en la pantalla peruana”. Veeduría Ciudadana de la Comunicación Social. Lima 2,005
Segue a segunda parte no post a seguir.