Friday, 22 de November de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1315

As causas da indignação

 

“El escándalo provocado por el diario británico News of the World, que ha obtenido datos confidenciales de miles de personas mediante escuchas ilegales, ha puesto a la prensa sensacionalista en la picota. News of the World ha llevado el ‘todo vale’ en la competencia por el mercado hasta niveles delictivos, y aunque ha sido un medio riguroso como The Guardian el que ha investigado y denunciado esas prácticas perversas, el daño que ha generado puede repercutir negativamente sobre el conjunto de los medios. El escándalo se produce justo en un momento en que se cuestiona su fiabilidad y su capacidad de intermediación, como se ha visto en los debates auspiciados en España por el Movimiento 15-M. La falta de reacción de los profesionales del periodismo para atajar este tipo de comportamientos ha puesto en cuestión además su capacidad de autorregulación.

La correspondencia recibida a propósito de mi anterior artículo, “Indignados con los periodistas”, me ha brindado la oportunidad de comprobar la amplitud del malestar hacia la prensa y los términos en que se expresa. Algunos de los lectores que me han escrito pertenecen al Movimiento 15-M y muchos otros simpatizan con sus postulados. En sus exposiciones se perfilan dos posiciones. Una de ellas, minoritaria entre mis interlocutores, hace una descalificación global, radical, del actual sistema de medios: ninguna concesión al periodismo que se vende en forma de producto. Para este segmento, el periodismo que ahora se ejerce en los medios tradicionales está condenado a morir, pues las redes contienen el germen de un nuevo sistema de comunicación que ya no precisará de este tipo de intermediación.

Uno de los trabajos más elaborados de esta corriente de opinión es el que me envía Javier Moltó. Se titula ‘La democracia no puede depender del periodismo’ y fue publicado en su blog en abril pasado. La otra posición considera que el periodismo sigue siendo necesario, pero para cumplir su función debe cambiar profundamente.

Marcos Velasco, integrante del Movimiento 15-M, lo explica así: ‘Hay una corriente dentro del 15-M en tal punto de indignación, que arremete por igual contra todo lo establecido. Forma parte de ese enfado colectivo que provoca reacciones emocionales, no por esto menos justificadas, pero sí desmedidas. Esta corriente desea un nuevo sistema. Una catarsis. Pero mueren de idealismo y cuando tienen que exponer sus argumentos en asamblea no llegan a consenso’.

‘Hay’ prosigue, ‘una corriente más moderada que pretende aportar soluciones creativas (…) con un afán constructivo pero severo y exigente’. En todo caso, para Velasco, ‘el verdadero cambio del periodismo está en la Red’.

Conteúdo dominado

Aunque con diferentes argumentos y énfasis, hay una serie de críticas que se repiten en casi todos los escritos. Intentaré sintetizarlas. En primer lugar, los lectores consideran que los medios no reflejan bien la realidad, porque la distorsionan o porque ocultan partes relevantes. En segundo lugar, observan una tendencia a incluir opinión en los titulares y en los textos informativos. Algunos observan que los titulares de portada son, al menos en una parte de la prensa, cada vez más valorativos y más alejados de la pretensión de objetividad. Tanto la valoración como la presentación de las noticias se decanta cada vez con mayor descaro en función de las posiciones políticas a las que el medio es afín.

Muchos lectores se refieren, en tercer lugar, al peso que tienen los intereses propios de las empresas periodísticas en los contenidos informativos de sus medios. Desde intereses económicos de grupo a servidumbres políticas. Y en este contexto de creciente atrincheramiento empresarial, también cuestionan la capacidad de los periodistas para sustraerse a las presiones del propio medio.

Otra causa de malestar es, según estos lectores, la tendencia a mezclar información y entretenimiento. Lo cual no se traduce solo en un aumento de los contenidos espectaculares, sino también en una tendencia a exagerar los aspectos más llamativos o impactantes de cualquier noticia. Finalmente, observan una gran vulnerabilidad de los medios frente a inercias del mercado y modas que pueden parecer espontáneas, pero que en realidad son el resultado de una estrategia diseñada con criterios de mercadotecnia por quienes comercializan esos productos.

Pido perdón a los lectores que me han escrito largas reflexiones, algunas de varios folios, por la inevitable simplificación de las ideas que ellos han expresado con lujo de argumentos y ejemplos. Encontrarán ustedes una muestra de las aportaciones que he recibido -más de 40 hasta ahora- en el espacio ‘Los lectores opinan de periodismo’, en la página de la Defensora en Elpais.com.

Pero voy a detenerme ahora en el primero de los motivos de malestar, el que podemos resumir en la frase ‘el periodismo no nos representa’. No nos representa, dicen, porque oculta una parte de la realidad o la distorsiona. Entre los que desarrollan este argumento está Alejandro Martínez, de la Plataforma Democracia Real Ya de Santiago de Compostela. Pone como ejemplo la tardanza de los medios en reconocer al movimiento. ‘Nos hemos preguntado por qué ustedes nos obviaban, nos ninguneaban. Tal vez por no perjudicar a sus accionistas, a sus amigos en el Congreso, o a sus empresas’, escribe.

Para Lois Doce, una forma de distorsionar la realidad es tomar la parte por el todo y magnificarla, como cuando en ciertos diarios se presentó al movimiento como un energúmeno capaz de zarandear a un ciego y robarle su perro. Distorsión es también repetir una y otra vez, en cientos de titulares, que se va a rescatar a Grecia, ‘cuando es a los bancos a quien se va a rescatar’, dice. Varios lectores, entre ellos Andrés Sempere, Clara Arévalo, Marta Cantero o M. H., un bloguero que no quiere revelar su identidad, critican la incapacidad de muchos periodistas para sustraerse a la versión y los intereses de las fuentes. Y la de los medios para reflejar el sentir de los movimientos sociales y recoger ideas diferentes de las que proceden del poder establecido. Consideran que los contenidos de los medios están demasiado dominados por las agendas que les imponen desde fuera y que muchas veces las noticias omiten datos muy relevantes para los ciudadanos.

Valores para não esquecer

Vean algunos ejemplos. Miguel Cereceda critica que no se explique quién está detrás de las agencias de calificación de riesgo y los intereses económicos que hay tras las valoraciones que hacen. Por su parte, Xoán Loances Fandiño y su madre Olga Fandiño exponen dos casos, uno de ellos referido a este diario. Critican que cuando se anunció la incorporación de Arianna Huffington al Consejo de Administración de la empresa que edita EL PAÍS se explicó que había vendido The Huffington Post al grupo AOL por 315 millones de dólares, pero se omitió que algunos de sus blogueros habían presentado una demanda colectiva por la que le reclaman una parte del dinero obtenido en esa venta, noticia que había sido publicada en el diario unas semanas antes.

El segundo ejemplo se refiere a los informes emitidos por FEDEA. Consideran que cada vez que se publica uno de sus estudios, debería informarse de quién integra esa fundación, pues entre sus patronos figuran los principales banqueros del país. En general, debería publicarse siempre este dato, ya que muchos de los informes económicos que se presentan con apariencia de independencia no lo son tanto como se pretende, pues han sido promovidos o financiados por entidades con intereses políticos y económicos muy concretos.

Todo ello lleva a Juan Carlos Lorenzana a un diagnóstico bastante duro: ‘Su profesión, no digo que haya muerto, pero le aseguro que ha perdido el respeto que sus antecesores se ganaron’. Lectores como M. H. son muy críticos, pero aún confían en la capacidad del periodismo para reaccionar. ‘Todo esto no quiere decir que pueda ni deba prescindirse de la prensa, ni de los medios. Tampoco de la profesionalidad de los periodistas. Pero queremos (…) medios que salvaguarden la independencia de los buenos periodistas, que sepan que la función crucial que ejercen en una democracia exige un ejercicio de responsabilidad y honestidad’. Para Marcos Velasco: ‘La responsabilidad de los profesionales de la información es poner orden a todo ese caos. Y no olvidar los valores: honestidad, veracidad e independencia’.”

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[Milagros Pérez de Oliva é ombudsman do El País]