Thursday, 28 de November de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1315

Milagros Pérez de Oliva

“Padres adoptivos se quejan por un reportaje que califica de ‘verdaderos’ padres a los biológicos. En los conflictos, la utilización de determinadas palabras implica parcialidad

La asepsia total no existe en periodismo. Ninguna información, por muy factual que sea, queda totalmente libre de las impregnaciones ideológicas o culturales del periodista. Pero entre una asepsia ideal y una interpretación totalmente moldeada por la subjetividad de quien escribe hay un larguísimo trecho que los periodistas pueden recorrer en diferente medida. ¿Hasta dónde es legítimo que las ideas personales o la subjetividad del periodista afloren en las informaciones? Esta es una pregunta a la que he de responder a menudo, pues recibo con frecuencia cartas de lectores que consideran que una determinada información está excesivamente sesgada por la opinión del periodista.

Dos adjetivos y un párrafo del reportaje ‘Madre e hija se encuentran 29 años después’, de la serie Vidas Robadas, ha motivado esta semana las quejas de un buen número de padres adoptivos. Estos son los párrafos que han soliviantado a los lectores: ‘El de Alejandro Alcalde Ruiz es un caso insólito: el de un padre adoptivo que se volcó de lleno con su hija adoptiva para intentar localizar a la madre biológica de esta. No es lo habitual. Lo habitual es que los padres adoptivos se muestren reticentes, cuando no abiertamente opuestos, a que sus hijos adoptivos se dediquen a hurgar en el pasado para encontrar sus orígenes’. ‘Pilar, hoy, al fin, ha logrado ver coronado su sueño: besar y abrazar a su auténtica madre, María Luisa Torres Romero’. ‘Por su parte, Alejandro Alcalde tardó poco en confesar a su hija Pilar que él y su esposa no eran sus verdaderos padres’.

Y así de dolida se muestra María José Barlés Arizón: ‘Yo soy la verdadera madre de mis hijos. Me cuesta mucho tener que justificarlo. No los parí, pero los he buscado, criado, curado, educado, mimado, reñido, ayudado, acompañado, y lo que me queda. A mi hija la abandonaron con cinco días. Cuando me pida buscar a su madre biológica, la ayudaré. A mi hijo lo abandonaron con tres meses. Vivió con una familia de acogida con la que mantenemos contacto. Cuando me pida buscar a su madre biológica, le ayudaré. Hay que estar a años luz de las familias adoptivas actuales para afirmar semejantes barbaridades. (…) Si no desterramos este lenguaje del pleistoceno al hablar de la adopción, nuestros hijos verdaderos, adoptados o paridos, qué más da, serán los afectados’, dice. Para Carmen Badimón, utilizar las expresiones ‘auténtica madre’ o ‘verdaderos padres’ para referirse a los padres biológicos, por oposición a los que se supone ‘falsos padres’ adoptantes, indica que ‘se ha escrito desde el mayor desconocimiento de la realidad’.

Leonor Muñoz Pastrana, que se presenta como ‘una madre, sin más adjetivos’, critica ‘este tipo de lenguaje que sale desde lo más profundo del inconsciente y que hiere, daña y echa por tierra el trabajo del día a día con nuestros hijos’. En parecidos términos se expresan José Ignacio Bustillo, Reyes Tristán, Marian Izaguirre, Bego Madariaga, Rosa Avia, Eva Martínez y otros padres.En una primera respuesta, los autores de la información, Jesús Duva y Natalia Junquera, se remiten a las definiciones de los diccionarios de las palabras ‘auténtico’ y ‘verdadero’, y también de la palabra ‘madre’ (‘mujer que ha engendrado’ y ‘hembra que ha parido’), para demostrar que no son ‘expresiones trasnochadas’, como dice Marian Izaguirre, ni despectivas. ‘Otra cosa son las consideraciones que cada uno pueda hacer y entendemos que los padres adoptivos se sientan y actúen como padres ‘a secas’, sin ningún adjetivo’.

‘Hemos conversado’, añaden, ‘con decenas de padres que adoptaron de forma cuando menos irregular. Eso nos permitió decir que hay una buena parte de ellos que se muestran reticentes u opuestos a que sus hijos indaguen en busca de sus orígenes. Pero no pretendíamos generalizar a todos los padres adoptivos, sino a los implicados en esta investigación. Por eso lamentamos muy profundamente que estos lectores se hayan sentido molestos. Nada más lejos de nuestro ánimo.’

Posteriormente, Natalia Junquera matiza que, digan lo que digan los diccionarios, su opinión es: ‘Madre es cualquier mujer que cuida, se preocupa y quiere a un niño como a un hijo. Cuando en el reportaje nos expresábamos en los términos ‘madre verdadera’ y ‘madre adoptiva’ lo hacíamos en un contexto muy concreto, que no es el de las adopciones, sino el del robo de niños o las adopciones irregulares, y con el único objetivo de diferenciar a la madre que fue engañada en el hospital en que dio a luz para quitarle a su hijo, de la madre a la que lo entregaron y lo crió’.

Las definiciones del diccionario no nos protegen contra los errores de apreciación o de expresión. Debemos evitar hacer definiciones genéricas basadas en impresiones personales y acotar bien el alcance de nuestras descripciones. Pero hay veces que la propia sociedad está dividida sobre la forma de definir una determinada realidad. Estos casos provocan muchas quejas, a veces cruzadas. El conflicto entre Israel y Palestina es un ejemplo paradigmático, pero también lo que ocurre en el País Vasco. Raúl Espada escribió a la Defensora para criticar el titular y el enfoque de la noticia ‘Bildu impone el euskera como única lengua en sus apariciones públicas’. Lo considera partidista y argumenta que nunca se ha utilizado ese verbo para referirse a la actitud del lehendakari Patxi López, que siempre utiliza el castellano. (Pueden encontrar los detalles de esta queja en la página de la Defensora en ElPais.com).

Por su parte, Juan Gómez de Lorca considera que el periodista asumió como propia la visión de ETA y algunos sectores abertzales en esta frase de la entrevista al médico forense Francisco Etxeberría, publicada el 28 de junio: ‘Recuerda con nitidez meticulosa sus comienzos en los años ochenta, una época convulsa por la lucha armada intensa de ETA’. ‘Me parece que ese eufemismo es más propio del lenguaje de Bildu, Sortu o Batasuna que de un diario como EL PAÍS’, afirma. La subdirectora Berna González Harbour da la razón al lector: ‘En los últimos años nos hemos ido haciendo más conscientes de la necesidad de evitar las palabras con las que los propios terroristas han intentado imponer su punto de vista (tregua, comando, activista, alto el fuego). Creo que ‘lucha armada’ puede ser utilizada como sinónimo si ya hemos usado la palabra ‘terrorista’, pero no como primera opción’.

Cómo trascender la parcialidad o la subjetividad y representar de la forma más objetiva posible la realidad ha sido siempre una cuestión medular en periodismo. ‘El periodista transmite a los lectores noticias comprobadas, y se abstiene de incluir en ellas sus opiniones personales’, reza nuestro Libro de Estilo. Pero, en un periodismo cada vez más interpretativo, ¿dónde termina la interpretación y comienza la opinión personal? Es muy difícil de determinar.

Los lectores tienen razón en quejarse cuando la visión que ofrece la noticia no está suficientemente anclada en datos y hechos comprobables. Pero han de tener en cuenta que la asepsia total es imposible, como muy bien señala Guillermo Jiménez en la aportación que ha hecho desde Heidelberg (Alemania) al debate que he abierto a raíz de las críticas del movimiento 15-M al periodismo: ‘No podemos calificar de manipulación una noticia porque no nos guste o no estemos de acuerdo con ella y de veraz otra porque cuenta las cosas como nosotros las vemos. Rectifico que podemos, pero creo que al hacerlo nos estamos engañando’.

‘No creo en una información completamente objetiva, ni siquiera la busco’, añade. ‘El manual de estilo de la agencia de noticias Reuters estipula que no se utilice la palabra ‘terrorista’ excepto cuando se esté citando a alguien, pues ‘lo que para unos es un terrorista, para otros es un guerrero de la libertad’. (…) Ese esfuerzo de Reuters por la objetividad me parece encomiable pero inevitablemente infructuoso. Tengo mis dudas de que el lenguaje, de momento nuestra mejor herramienta de comunicación, sea objetivo. Las palabras, las imágenes que las acompañan, tienen inevitablemente una carga subjetiva importante, las use quien las use’.”