Thursday, 19 de December de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1318

Milagros Pérez Oliva

“‘¿Cómo es posible que la noticia más leída hoy en la web de EL PAÍS sea una publicada en 2005? ¿No estarán ustedes manipulando?’. La sorpresa de este lector no era menor que la de los responsables del diario al comprobar que una noticia publicada hace seis años resucitaba de repente en la portada de elpais.com. La noticia El PP lleva un experto al Senado que afirma que ser gay es una enfermedad se colocó el miércoles en el primer puesto de las más leídas y ahí siguió hasta el viernes. Tom C. Avendaño, colaborador del diario, había alertado ya el martes a la Defensora sobre ‘un extraño fenómeno que tiene que ver con EL PAÍS y del que me gustaría saber su opinión: la resurrección de noticias antiguas, cuanto más sorprendentes mejor’. Efectivamente, un artículo de opinión titulado Las ilusiones perdidas, de Concha Caballero, publicado en la edición de Andalucía en 2010, se había convertido también en una de las más enviadas a través de las redes sociales, y otro tanto ocurría con la noticia Aguirre cede suelo al Opus para un centro que separa a niños y niñas, de 2010.

‘¿Qué pasaría si alguna de ellas acabara en ‘lo más visto del día’ y, por tanto, en la portada? ¿No contribuiría en ese caso el diario a la desinformación? ¿Debería actuar?’, preguntaba Avendaño. Eso es lo que ocurrió al día siguiente. El hecho de que la noticia afectara negativamente al Partido Popular hizo florecer en la red todo tipo de teorías y la onda expansiva de la sospecha se tradujo en varias llamadas a la Defensora pidiendo explicaciones por lo que se consideraba un ataque indigno al PP. Pero EL PAÍS no tenía nada que ver. Tanto la noticia del senador como el artículo de opinión de Concha Caballero se habían colocado entre las más leídas por la acción de los internautas. ‘Teníamos claro que era una manifestación de la fuerza de las redes sociales’, explica Gumersindo Lafuente, responsable de los desarrollos digitales del diario. Pero tenía un aspecto preocupante: la manipulación de que podíamos ser objeto. El lanzamiento de la noticia a través de las redes podía obedecer a una campaña de algún adversario del PP, pero podía acabar afectando a la credibilidad de EL PAÍS en la medida en que se le pudiera considerar involucrado en ella. ‘En estos casos, la mejor respuesta es la transparencia, explicar lo ocurrido, y cuanto antes, mejor’, explica Lafuente.

Así lo hicieron. Inmediatamente se publicó en la portada de Elpais.com una explicación detallada de Adrián Segovia sobre cómo se había producido el extraño fenómeno y se añadió a la noticia un encabezamiento que decía: ‘AVISO: Este artículo fue publicado en 2005. La viralidad de la red lo ha colocado ahora (30/11/2011) entre lo más visto’.Lo que había ocurrido es que, una vez lanzado a la red, miles de internautas recomendaron o retuitearon el artículo, y eso hizo que se colocara entre las noticias más vistas del día en elpais.com. Según los datos que me facilita Adrián Segovia, las redes sociales han aportado el 65% del tráfico, con Facebook como principal plataforma (55%). El restante 35% procede de la web de EL PAÍS y se ha generado a partir del momento en que apareció en el recuadro de ‘lo más visto’. Y de este modo, una noticia que en su momento tuvo 2.552 visitas, alcanzó el viernes, en su segunda y fulgurante vida, 312.000 visitas y 124.000 recomendaciones en Facebook.

El caso plantea una serie de cuestiones muy interesantes. La primera es la emergencia de un nuevo actor capaz de interferir con fuerza en la agenda informativa. Gumersindo Lafuente lo explica así: ‘Las audiencias están tomando un papel cada vez más activo y no solo actúan como fuente, sino que ayudan a construir el relato informativo. La gente se posiciona respecto de diferentes problemas y lo hace recomendando o retuiteando. Es su forma de exigir el poder que tiene como audiencia. Y resulta infinitamente más fácil apretar una tecla que repartir fotocopias’.

En la sociedad mediática, controlar el relato informativo es el objetivo prioritario de cualquier agente que quiera influir en la agenda política. La audiencia tiene ahora instrumentos para condicionar ese relato y hasta para convertirse en un nuevo actor de la esfera pública. La manifestación hasta ahora más relevante de ese poder emergente es lo ocurrido con el programa La Noria de Telecinco, cuando los anunciantes decidieron retirarse para evitar el daño que su imagen estaba sufriendo en las redes sociales por financiar contenidos considerados telebasura.

Otra interesante constatación es que el nuevo entorno de Internet ha modificado el ciclo vital de las noticias. La rápida obsolescencia del saber acumulado y la extrema caducidad del trabajo hecho era algo que teñía de melancolía el oficio de periodístico en la era Gutemberg. No importaba cuánta inteligencia, cuánto esfuerzo, cuánta entrega se hubiera depositado en un trabajo. El artículo se iba por el sumidero del tiempo y al día siguiente dormía en el sueño de las hemerotecas a la espera de que alguien interesado fuera a rescatarlo del olvido. Ahora, ese artículo, ese reportaje de televisión que tanto costó, esta siempre vivo, al alcance del teclado de cualquiera. Internet concede, para lo bueno y para lo malo, larga vida a las noticias. Un año después de publicarse, el artículo de Concha Caballero sigue siendo perfectamente vigente. Más vigente incluso que cuando se publicó. Léanlo y lo verán.

Pero igual que ha mostrado las fortalezas del nuevo entorno, este caso ha puesto en evidencia también sus flaquezas. La noticia resucitada del senador del PP no tenía ya ninguna vigencia. Estaba más que muerta. Resulta inquietante observar cuánta gente reenvía y recomienda una noticia sin haberla leído. O al menos sin haberse fijado en la fecha de publicación. El mero enunciado del titular era suficiente para que muchos internautas lo consideraran recomendable, lo que indica que a veces cuenta más la rapidez que la profundidad, la acción que la reflexión.

¿Cómo es posible que se haya propagado como si fuera actual una noticia tan antigua?, le pregunto a Gumersindo Lafuente. ‘Porque las redes sociales se basan en una relación de confianza y las decisiones tienen un fuerte componente emocional. El hecho de que la recomendación proceda de alguien ‘amigo’ hace que sea considerada fiable incluso sin necesidad de leerla’, responde. En una segunda carta, Tom C. Avendaño apunta a otro factor: el imperativo de la actualidad, a la que yo añadiría la cultura de la urgencia. ‘En las redes sociales se comenta principalmente la actualidad. Es lógico que al ver el llamativo titular sobre el senador del PP, muchos pensaran que era una noticia actual y la compartieran motivados más por la pasión que por el escrutinio del contenido’.

Es una explicación plausible, lo cual me plantea nuevas e inquietantes cuestiones. Por ejemplo, cómo en la rapidez de la propagación viral, lo verídico puede ser fácilmente sustituido por lo verosímil. La noticia del senador era verídica en 2005 pero ya no lo era en 2011. Sin embargo, resultó verosímil para todos los que la recomendaron como una noticia actual. En el entorno de Internet, la confusión entre verdadero y verosímil puede tener graves consecuencias. La fuerza viral de las redes puede utilizarse tanto para las mejores causas como para las peores. Y también para las peores disfrazadas de mejores. Si la audiencia ejerce su nueva fuerza viral de forma compulsiva, automática e irreflexiva, para cuando se deshaga el entuerto, la mentira habrá recorrido ya un largo trecho.

Afortunadamente, apunta Avendaño, ‘si todos hemos sido, tanto los lectores como el diario, víctimas por igual de un engaño tan grande es porque el sistema de diseminación de las redes funciona. Para desgracia de quienes quieran intentar sucesivos engaños, también se autocorrige’.

Pues ahí estamos, corrigiendo.”