‘No se extraviaron cajas con documentos, por lo menos las del defensor del lector, en el traslado de la redacción de ‘La Vanguardia’ sobre la superficie urbana, desde Pelai 28 hasta Diagonal 477. Pero durante el periodo de mudanza, sobre la superficie de las páginas del diario sí que se extraviaron letras, datos, palabras o sentido de la precisión verbal.
Desde tiempos inmemoriales se habla de las travesuras de los duendes de la imprenta, pero en esta ocasión también han hecho alguna diablura los duendes de la mudanza.
Mis colegas lectores saben que es una tarea compleja transportar una redacción. Sobre todo si es de las dimensiones de la que elabora ‘La Vanguardia’. La actividad periodística no se puede interrumpir. El diario tiene que llegar a nosotros todos los días, aunque en este caso se pudo aprovechar también para el traspaso el paréntesis de Viernes Santo, una de las tres únicas fechas del año en que no aparece la prensa en España.
La traslación de una redacción periodística, por muy compleja que sea, no excusa, por supuesto, de los errores, las incorrecciones y los lapsus de los contenidos del diario.
Existe la impresión en los lectores de que desde el 4 de abril, cuando comenzó el traslado, aumentaron los pequeños fallos en los contenidos del diario. Caso de ser cierto, la mudanza lo explicaría pero no lo justifica.
En eso no valen excusas. Los lectores delegamos en unos profesionales la tarea de buscar, seleccionar e interpretar la información de actualidad, del mismo modo que los periodistas confían en unos profesionales la tarea del traslado de documentos y equipos.
Al final de esta crónica he reunido algunas de las observaciones y quejas de lectores, formuladas a propósito de contenidos difundidos durante estos días de trasiego de recursos materiales y humanos en el diario.
No todas tienen relación con errores o lapsus atribuibles al traslado, por supuesto; pero son dudas o comentarios que coincidieron con la logística excepcional de la mudanza y de la instalación en la nueva sede.
Algún otro caso más complejo y de mayor trascendencia lo trataré amplia o monográficamente en futuras crónicas debido a que no he terminado mis indagaciones sobre ellos, o estoy pendiente de comprobar datos o de compulsar pruebas contradictorias.
Paréntesis para un verbo
También he recibido cartas y telefonazos de lectores y lectoras sobre el uso del verbo inmolar aplicado a los suicidas de Leganés. Desde el domingo 4 de abril, día en el que ‘La Vanguardia’ tituló en portada ‘Tres terroristas del 11-M se inmolan y matan a un policía’, el goteo de mensajes contra este uso del verbo inmolar ha sido significativamente persistente.
Ese uso del verbo inmola ‘no mola’, diría la nieta de Fernando Lázaro Carreter, según explicó el propio académico en la cita de ‘El nuevo dardo en la palabra’ (pág. 44) que inserté en la crónica del pasado domingo.
El lector Jorge Palomar envió el primer mensaje el 6 de abril: ‘En la portada y correspondiente página de ‘La Vanguardia’ del pasado domingo, también ayer y no sólo en este diario sino en otros, televisiones y radio, se ha venido utilizando el verbo ‘inmolarse’ aplicado a los terroristas del 11-M. Inmolarse significa sacrificarse, entregar la vida por el bien ajeno. A mi modesto entender, sólo podría aplicarse correctamente el término inmolarse, si entendiésemos que los terroristas, al suicidarse, consideraban que hacían un bien para los demás desapareciendo del mapa quitándose la vida’.
Contra ese uso de inmolar también se han dirigido al defensor los lectores Ignacio Puig, y Marc Escudé i Borràs, de Igualada.
El pasado domingo, el lector Jaume Assens insistía así: ‘Escribir con prisas parece que lleva a la falta de precisión y al uso de las palabras con un cierto automatismo, sin pensar mucho en lo que realmente significan. Le propongo los siguientes ejemplos que leo día sí, día no: ¿los terroristas de Leganés se inmolaron o se suicidaron?, ¿los iraquíes que luchan contra el ejército invasor son insurgentes, resistentes o guerrilleros?, ¿algunos extranjeros en Iraq han sido raptados o secuestrados?, ¿otros extranjeros han sido ejecutados o asesinados? Deseo que en ‘La Vanguardia’ se escriba mejor que en los otros diarios’.
A MICHAEL JACKSON se le acusó de algo peor que ‘molestar sexualmente’ a alguien, tal como apareció escrito. El lector Albert Serracant, que se queja de otros anglicismos, considera que el error se debe a una mala traducción del inglés ‘to molest’ (abusar).
SOBRE JUANITO VALDERRAMA advirtió un error la lectora Matilde Ariza Gallego, de Barcelona. Decía en su carta: ‘En referencia a ‘La Vanguardia’ del 13 de abril, en Cultura, se titula que Juanito Valderrama, el creador que concilió copla y flamenco, falleció en Jaén, cuando en realidad, tal y como aparece más abajo, murió en su casa de Espartinas (Sevilla)’. Así fue. Alegan en la sección de Cultura: ‘El primer día en la nueva sede, la noticia de la muerte de Valderrama salta con la edición ya cerrada, y la atención que normalmente se presta a los controles de verificación (se corrigieron datos como la edad real del cantante, pero no el error del subtítulo) no fue aquella noche la debida’.
‘MY WAY’ es la canción popularizada por Sinatra que compuso Claude François hace 35 años en la localidad de Mégève, que un texto de ‘La Vanguardia’ situaba en Suiza. Error: está en los Alpes franceses, señala la lectora Natalia Reverdin Effront.
LA BIBLIA no es patrimonio de ninguna confesión religiosa, dice el lector Pedro Puigvert a raíz de un texto de la sección ‘Del griego’ del pasado 4 de abril. Dice el lector: ‘La primera parte de la explicación es impecable: del griego ‘biblia’ (libros). Pero lo que allí sigue es católico-romano’.
Oriol Domingo, redactor de Religión de ‘La Vanguardia’, lo reconoce y lo explica: ‘El objetivo de esta sección es didáctico. De la palabra Biblia se quería resaltar que es un conjunto de libros: unos forman parte del Antiguo Testamento y otros del Nuevo. Tiene razón el lector cuando afirma que el Antiguo consta de 46 libros según la Iglesia católica, y de 39 según los protestantes’.’