Desde que llegó al poder, el conservador primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, ha sido atacado por sus constantes maniobras para acaparar el poder. La libertad de prensa constituye uno de sus principales objetivos. La nueva ley de medios está considerada por organizaciones de periodistas de toda Europa un ataque a la información, controlada de cerca por una todopoderosa autoridad de medios cuyos miembros, teóricamente independientes, son designados por el Parlamento (controlado con una mayoría de dos tercios por el partido gubernamental, Fidesz), está presidida por una mujer afín a Fidesz y puede imponer multas de hasta 700.000 euros a las empresas de comunicación que no respeten algo tan vago y subjetivo como “la dignidad humana”.
Ante la avalancha de críticas lanzadas desde todos los rincones de la UE contra Orbán hace un año, cuando entró en vigor la ley, el gobierno no tuvo más remedio que dar marcha atrás. Pero solo hasta cierto punto. Tras las conversaciones mantenidas con la Comisión Europea, Budapest retiró la disposición que exigía a los medios “una cobertura equilibrada” de las informaciones, bajo pena de multa. También se eliminaron las sanciones económicas previstas para las empresas de comunicación húngaras en el extranjero y la necesidad de inscribirse previamente en un registro para poder trabajar en un periódico, radio o televisión.
Pese a todo, los periodistas, dentro y fuera de Hungría, todavía consideran inaceptable la ley. En noviembre pasado, el Instituto Internacional de Prensa, con sede en Viena, insistió: “La ley sigue siendo altamente problemática.” Coincide el periodista Balázs Nagy-Navarro, que se ha convertido en uno de los símbolos de la lucha de los periodistas húngaros por su independencia. Fue despedido en diciembre por iniciar una protesta contra la dirección de la televisión pública estatal (MTV) por un reportaje suyo en el que alguien ajeno a su equipo difuminó la cara del expresidente del Tribunal Supremo, poco afín al gobierno, que salía en el vídeo. Esta práctica se usa en Hungría para proteger la identidad de los delincuentes que no han sido condenados.
Imprensa crítica não tem publicidade oficial
“La nueva ley de medios no se ha aplicado ni una sola vez, pero no ha hecho falta: está siendo eficaz porque se ha convertido en una amenaza permanente, en una espada de Damocles que pesa sobre la cabeza de los periodistas, porque promueve la autocensura”, añade Nagy-Navarro, que el 10 de diciembre empezó una huelga de hambre por la libertad de prensa que duró 23 días. Ahora, se turna con otros periodistas en ayunos de 24-48 horas. En la opacidad y ambigüedad de la ley reside su poder, a juicio de este periodista. “¿Demostrar que un político miente es atacar su dignidad humana?”, se pregunta. “La legislación es tan vaga que puede que no, o puede que sí”, concluye Nagy-Navarro, que añade que son las pequeñas empresas de medios las más afectadas, ya que en algunos casos una multa puede poner en peligro su futuro.
El gobierno asegura que la libertad de prensa no está amenazada en Hungría. Prueba de ello, aseguran sus portavoces, es que los medios están llenos de noticias críticas con el poder. Pero hay muchas maneras de condicionar a un medio de comunicación. Como explica Edit Inotai, responsable del área internacional del influyente diario Népszabadság, “desde que Fidesz llegó al poder [en abril de 2010], eliminaron todos los anuncios estatales en nuestro periódico y hay presión sobre ciertas empresas para que no inviertan en publicidad en la prensa crítica con el poder”.
Demissões com claros “motivos políticos”
A finales de diciembre, el poderoso Consejo de Medios decidió no renovar la licencia de emisión a Klubrádio, la única cadena independiente y crítica con el poder. Aunque hubo manifestaciones de miles de personas en Budapest para protestar, cerrará en marzo. Solo dos días antes, el Tribunal Constitucional había declarado que la ley de medios abre la posibilidad de “limitar la libertad de prensa”. La sentencia critica el párrafo de la ley en el que se establece que el periodista solo puede proteger a sus fuentes cuando las informaciones sirvan al interés común, y libra de las competencias del Consejo a la prensa escrita. La vicepresidenta de la Comisión Europea, Neelie Kroes, mandó el miércoles una carta a Budapest en la que reitera su “preocupación por el estado del pluralismo en Hungría”, en referencia al caso Klubrádio. El 25 de enero un grupo de trabajo de alto nivel de la Comisión analizará la cuestión.
Gábor Kiss, de 46 años, trabajaba desde hace cinco en la televisión pública, hasta que en verano fue despedido junto a otras 500 personas. Él ve claros “motivos políticos” detrás de algunos despidos, ya que “todos los que habían mostrado disensión están ahora fuera”. Kiss relata el control que sufren los contenidos: “Ahora te dicen directamente lo que debes poner en una noticia. Todos los Gobiernos intentan influir en la televisión pública, pero esto es directamente propaganda.”
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[S. Blanco e C. Galindo, de El País]