‘Diversos lectores se han dirigido a su defensor para pedirme que transmita a La Vanguardia sus felicitaciones y elogios por el nuevo diseño de la cartelera.
El más explícito de estos lectores fue Josep Maria Muntaner Tanganelli. Llamó al defensor del lector el día siguiente del cambio, el pasado 6 de julio, miércoles.
Transcribo algunas de sus frases: ‘Esta cartelera supera con mucho la de los otros diarios de nuestro entorno: es clara, ordenada, facilita la búsqueda del dato, es útil’.
Es justo decir que este lector se había dirigido en diversas ocasiones a su defensor con muchas sugerencias sobre la necesidad de mejorar la cartelera, la agenda y otros servicios. Él y otros lectores son en buena parte artífices de este progreso en los contenidos y en la presentación del diario que nos une.
A lo largo de nuestra conversación, el lector Josep Maria Muntaner me sugirió esta vez que ref lejara en una de mis crónicas este avance profesional de La Vanguardia.
El lector Muntaner Tanganelli me confió una observación, que me invitó a constatar. Dijo: ‘Se nota que en esta renovación de la cartelera ha intervenido un equipo muy experto y preparado. Seguro que es el resultado de mucho estudio y una larga ref lexión’.
Trasladé estos comentarios a la dirección y a la redacción de La Vanguardia.
Ellos agradecen este reconocimiento en el bien entendido que los elogios son un acicate más para perseverar en la tarea de la constante renovación positiva del diario.
Las quejas y las protestas son lo más importante, por supuesto. Pero no nos dejemos arrastrar también nosotros, los lectores de La Vanguardia, por la llamada cultura del no. La protesta y la queja adquieren toda su grandeza y dignidad cuando van acompañadas de propuestas positivas, de alternativas viables, de sugerencias atinadas y de retos razonables y edificantes.
¿ Es cierto como supone el lector Josep Maria Muntaner Tanganelli que este cambio en la ordenación y la presentación de la cartelera es el resultado de un estudio laborioso?
Los criterios de la reforma
El departamento de diseño de La Vanguardia me explicó las claves de la renovación de la cartelera del diario. Es una explicación que transcribo para todos los lectores interesados en la dimensión más positiva de su defensa: la del reconocimiento de los progresos en el contenido del diario, progresos que ellos impulsan al sugerir mejoras que yo planteo a mi vez como defensor. Es lo mejor de esa labor.
El cambio de cartelera se basó en diversos criterios prácticos, propios del nuevo concepto del periodismo de servicios.
El primer criterio es que el lector pueda obtener todos los datos con un solo acto de consulta. Se busca la película y a partir de ella se encuentra el resto de la información.
El segundo criterio es mantener la cartelera actualizada de manera diaria, y no hacerlo por semanas. Es una fórmula coherente, al igual que la anterior, con el servicio que debe prestar un diario ágil y moderno.
El tercer criterio está más relacionado con una concepción muy periodística de la presentación de esta sección de servicios. Es el criterio que ha reforzado el concepto de un ancho de columna que identifica más esta sección con el estilo propio del diario.
Relacionado con este criterio está el cuarto que me señalaron los autores de este cambio. Es un criterio que ha sido muy valorado por los lectores con quienes he dialogado estas últimas semanas sobre estos aspectos técnicos. Se trata del hecho de haber dotado de autonomía a las páginas de cartelera, de tal manera que podemos recortarlas y guardarlas en el bolsillo cuando salimos de casa sin haber decidido a qué cine vamos.
Un último criterio de detalle: en las abreviaciones informativas se han revalorizado los datos relacionados con la versión original y la versión en catalán de las películas.
Todo puede mejorarse
No nos demos por satisfechos, amigos lectores. Nuestro compañero, el lector Josep Maria Muntaner Tanganelli, que aquella mañana del 6 de julio se extendió en los elogios al cambio en la cartelera, me pidió que gestionara otra sugerencia en la misma línea de colaborar en la mejora de los contenidos de su diario.
Dijo: ‘Propongo que en la agenda de actividades culturales del día se haga la misma revisión que se ha hecho en la cartelera. Los mismos expertos que han hecho la nueva cartelera seguro que me entienden perfectamente cuando digo que puede mejorar mucho. Las ferias y otras actividades deberían anunciarse con mucha más antelación’.
Este lector, cuando el pasado 31 de mayo ya se entrevistó conmigo en el despacho que La Vanguardia pone a disposición del defensor, también sugirió que en el suplemento Cultura´s, que se inserta los miércoles en este diario, podría incorporarse un dato muy propio de lo que en el mundo profesional denominan periodismo de servicios.
Esta es su sugerencia, que expuse a un responsable del suplemento: cuando se comenta una exposición cabría añadir una ficha con la dirección de la galería o sede que la acoge y con los horarios, por lo menos.
Los elogios al trabajo que hacen los periodistas sólo tienen sentido, cuando se emiten para que se reflejen en esta crónica, si van acompañados de sugerencias y reservas.
Una de estas reservas es la que el lector Jordi Sagristà Martí, de Sant Pol de Mar, formula en estos términos: ‘La Vanguardia ha estrenado ahora una nueva manera de presentar la cartelera, mucho más clara y útil. Enhorabuena. Pero continúa faltando la información de servicios sobre algunos museos, como el Picasso y el Frederic Marés’.
Confiemos en la voluntad de progreso profesional de La Vanguardia. Las sugerencias no caen nunca en saco roto. Un día u otro terminan por aflorar en el diario que nos une en nuestra condición de lectores atentos, críticos y exigentes, como suelo comentar con quienes me escriben a diario.
No en balde, La Vanguardia nació hace ya casi 125 años muy atento a los servicios. De las 24 páginas del primer número (1 de febrero de 1881), seis estaban dedicadas a meteorología, precios de materias primas, mercados extranjeros, operaciones de cambio, y movimientos de buques en el puerto.’