Tras conceder el asilo a Julian Assange, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, se ha embarcado en una ofensiva diplomática en América Latina para recabar apoyos en su pugna contra Reino Unido.
Como era inevitable, el asunto ha desbordado el cauce jurídico para entrar en el terreno ideológico. Los medios del continente reflejan esta deriva. La prensa afín al eje bolivariano pretende convertir la crisis en un despertar de la solidaridad latinoamericana frente a una Europa y unos Estados Unidos proclives a violar el derecho internacional. Los demás medios guardan las distancias: una cosa es Assange y sus tribulaciones, y otra alinearse con un presidente y con un bloque (que incluye a Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia) acusados de cercenar la libertad de expresión.
Vayamos con los primeros. En el diario argentino Página 12 puede leerse que Assange es “el abanderado del sagrado derecho al asilo político y su aliado es el floreciente bloque de países latinoamericanos”. Otra crónica trae a colación la comparación con “la causa Malvinas” y la agresividad de los británicos. Esa perspectiva permea también el editorial del rotativo mexicanoLa Jornada, que afirma que “el afán de venganza de la troika EEUU-Reino Unido-Suecia” contra Wikileaks parece “una indeseable y vergonzosa resurrección del macartismo en pleno siglo XXI”.
Juventud Rebelde y Granma, medios oficiales cubanos (los únicos permitidos) dedican también sus principales espacios al caso Assange. Granma retoma una crónica de Telesur, la televisión de Hugo Chávez. Lo mismo hace en Venezuela el gubernamental Correo del Orinoco (La artillería del pensamiento), que explica que Assange ha agradecido “a los pueblos de la Alianza Bolivariana” su defensa “del derecho internacional”. En contraste con todo lo anterior, la comparecencia dominical de Assange y la reunión de Unasur (los 12 países de Sudamérica) no han suscitado, ni de lejos, el mismo furor informativo en los principales medios continentales.
En los mexicanos, el asunto es casi clandestino. En Caracas, El Nacional y El Universal, críticos con Chávez, lo despachan con sendas crónicas de agencias. No por casualidad, El Universal recoge un texto de la agencia France Presse que incluye las duras críticas de la prensa británica, entre ellas las alusiones “al historial en derechos humanos de los nuevos amigos de Assange”.
La misma crónica aparece en el brasileño Folha de São Paulo. Muy discreta es también la cobertura en los principales diarios de otros miembros de Unasur, como Colombia o Argentina. En Bogotá, El Espectador le dedica el editorial del domingo, en el que afirma que “las suspicacias” que rodean la persecución del fundador de Wikileaks no borran el hecho de que Correa “no es un adalid de la libertad de prensa”. Bajo el título “Un gran show mediático, con balcón de Eva incluido”, el argentino La Nación recoge las comparaciones irónicas entre Assange y Eva Perón en las redes sociales.
En Ecuador, en cambio, el caso Assange acapara toda la atención (con marchas de apoyo a Assange incluidas). En El Universo, uno de los diarios en la mira de Correa,el columnista Simón Pachano se hace eco de una versión extraoficial: la entrada de Assange en la Embajada ecuatoriana se preparó hace varios meses y el Gobierno destinó recursos para adecuar la legación al nuevo inquilino. El Gobierno, añade, pretende emerger como “portaestandarte de la libertad de expresión”. Pero como eso no cuela, dado lo que ocurre “casa adentro”, “ahora solo queda acudir a la soberanía, que puede dar buenos réditos en tiempos electorales”.
¿Qué le habría pasado a Assange si hubiera destapado correos secretos del Gobierno ecuatoriano?, se pregunta otro analista, Carlos Luis Lecaro. En un país “donde se persigue a periodistas” y no hay independencia judicial, “con suerte, se habría asilado en una embajada”.
En la misma línea, el diario El Comercio concluye que Correa “busca lavar su imagen” con Assange. La viñeta de Roque, con el título “Dadme un balcón”, ironiza sobre la comparecencia de Assange. Y en La Hora se le recuerda al presidente su negativa a entregar un salvoconducto a uno de los dueños de El Universo, refugiado como el australiano en una embajada extrantera.
¿Y qué dice El Telégrafo, propiedad del Gobierno? Pues arremete contra los críticos. Su editorial los llama “neocolonialistas y neoconservadores” y ataca al corresponsal de EL PAÍS porque entrevista “a los que odian al Gobierno”. Otro columnista equipara las críticas a una traición “a los intereses nacionales”. Y un tercero acusa a las “voces discrepantes” de “ser cándidas o estar compradas”. Así está el ambiente.
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[Maite Rico é geógrafa de formação e jornalista de profissão]