Friday, 22 de November de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1315

Josep M. Casasús

‘Si el semanario Newsweek fue engañado por una fuente respecto a episodios del trato dispensado por estadounidenses a los presos musulmanes de Guantánamo, su mala práctica (no contrastar la información) sería reprochable como lo fue la de aquellos diarios (no era el caso de LaVanguardia) que se fiaron de una sola fuente al atribuir los atentados del 11-M, o la de aquellos otros diarios (entre ellos el venerado The New York Times) que se basaron también en una sola fuente al afirmar que Iraq tenía aún armas de destrucción masiva.

El caso Newsweek,sobre el que informó La Vanguardia el pasado 17 de mayo en la primera página de Internacional, sería de la misma índole. Sería otro caso de incuria al no verificar hechos, no contrastar más fuentes, no validar datos, no pedir más pruebas.

De una información de la agencia Efe, publicada por La Vanguardia el pasado 26 de mayo (pág. 8), se desprende, sin embargo, que tal vez no se mintió en Newsweek al relatar que los carceleros de Guantánamo tiraron un ejemplar del Corán por el inodoro.

Los defensores del lector tenemos el deber de advertir sobre las consecuencias de una práctica periodística muy deficiente: la de no investigar más, la de no verificar los relatos de una fuente. Los periodistas, incluso en las culturas profesionales más avanzadas, olvidan a veces que en todas partes se cuecen fábulas interesadas, casi siempre dirigidas a intoxicar la opinión pública.

Como recordarán ustedes, el semanario Newsweek se retractó hace diez días de una información, publicada el pasado 2 de mayo, relativa a una presunta profanación del Corán en la cárcel de Guantánamo. La información, después desmentida por el propio periódico, contribuyó, junto a otros factores de malestar, al estallido de manifestaciones violentas en Afganistán y Pakistán.

El presidente afgano, Hamid Karzai, reclamó una investigación a las autoridades de Estados Unidos. El editor de Newsweek,Mark Whitaker, pidió perdón por las consecuencias de aquella información y admitió que la ‘alta fuente oficial’ que facilitó aquellos datos había rectificado y no estaba tan segura de lo que había leído en un informe. Pero el pasado jueves se informó de que al FBI le constaban los hechos desmentidos.

– ¿Dónde está el periodismo de investigación? ¿Dónde está el periodismo crítico? -me interpeló la pasada semana un lector anónimo a la salida de una conferencia –.

Investigación y crítica no son modalidades. Deberían ser dos pilares de la prensa. na constatación: en los tres casos que he citado al principio se echan Uen falta unos protocolos para verificar la realidad equivalentes a los que rigen en otras profesiones, como las relacionadas con las ciencias experimentales.

En algunos medios de comunicación, sobre todo del mundo anglosajón (como la BBC, entre los que me consta) no puede darse por válida una noticia si no está confirmada por lo menos en tres fuentes ciertas.

Son necesarios protocolos que impongan deberes de este tipo, entre otras garantías para el público. Pero lo más importante es que además se cumplan. Los lectores debemos exigirlo puesto que en esto estriba el progreso de un periodismo al servicio de las nuevas exigencias del siglo XXI. La mayor capacidad para la generación de informaciones, que han potenciado los medios digitales, plantea el reto profesional de asegurar mucho más las pruebas de veracidad sobre las noticias circulantes. En eso va a consistir desde ahora la principal tarea del periodismo, a no ser que renuncie de manera definitiva a ser una profesión reconocida.

Fiarlo todo a una sola fuente puede provocar intoxicaciones (involuntarias o intencionadas) en la opinión pública desconcertada.

OTRA INTOXICACIÓN, en sentido figurado, que además afecta a menores de edad, es la que representa la visión de imágenes de violencia física y verbal, de agresiones y de amenazas, en los estadios de fútbol. Una lectora me comentó la pasada semana que no son edificantes, sino todo lo contrario, las imágenes de unos llamados ultras del Atlético de Madrid que asaltaron un entrenamiento y amenazaron de muerte a los jugadores.

Los estadios son los grandes referentes para niños y adolescentes. Las actitudes de los hinchas y de los propios futbolistas influyen de alguna manera en el comportamiento de los jóvenes. En este mismo sentido apuntaba una reflexión de la lectora Elia Pons Moliner, publicada en Cartas de los Lectores del pasado 20 de mayo. Decía al final: ‘Al igual que los míos, muchos niños ven a sus jugadores preferidos como ídolos y se pasan el día imitando sus gestos y sus palabras’.

Un lector me señaló hace tiempo lo absurdo de las recomendaciones de aquel comité español de expertos que, respecto de la televisión, proponía evitar contenidos de violencia en horarios denominados infantiles.

‘¿Y la violencia en el fútbol que los niños contemplan por televisión junto a sus padres como si fuera inofensiva?’, se preguntaba aquel lector. ‘¿No es una violencia tan nociva para la formación de los niños como lo es la que puede verse en series de televisión? ¿Qué diferencia hay entre ellas? ¿No será que en las transmisiones televisadas de fútbol hay muchos intereses económicos y comerciales?’, me preguntaba aquel lector a modo de invitación para que como defensor tratara aquí algún día sobre este fenómeno.

El lector volvió a llamarme hace dos semanas para comentarme unas imágenes que vio por televisión donde salían unos hinchas apuñalando a un hombre en un estadio sin que nadie le defendiera. ‘¿No es hora de que los medios de comunicación se planteen si debe mostrarse toda la realidad?’, me dijo. Y añadió otro elemento para la reflexión que me confiaba en forma de preguntas: ‘¿No son nocivos para la formación cívica de los jóvenes los spots que se apoyan en las miserias machistas (arrogancia, prepotencia, insolencia…) para vender coches?’.

Son planteamientos de fondo que van en la misma dirección de la propuesta que expuso Miquel de Moragas, catedrático de Periodismo, en una conferencia que ofreció el pasado 17 de mayo en el Institut d´Estudis Catalans: ‘Es necesario que la investigación universitaria haga crítica de los medios’.

En efecto, la crítica de lo que hace la prensa es un deber tan principal como lo es recuperar la investigación periodística.’