‘La Franja o la franja de Ponent es una de las denominaciones geográficas catalanas que más consultas y objeciones motiva en los lectores de La Vanguardia sensibles a las precisiones culturales.
Recibo a menudo cartas electrónicas que me consultan sobre la grafía que usa este diario para denominar ciudades o comarcas, pero las que más abundan son las que plantean dudas o quejas sobre la Franja, territorio de la zona oriental aragonesa de habla catalana que integra varias comarcas: Ribagorza, la Litera, Bajo Cinca y Matarraña.
He visitado la sección de Edición con una lista de demandas sobre asuntos toponímicos. Pido al jefe de esta sección, Magí Camps, respuestas a los diversos casos.
La lectora María José García envió esta nota el pasado 22 de octubre: ‘Acabo de leer en el diario de hoy una noticia referente a ´la Franja (Huesca)´, lo que me ha sorprendido muchísimo puesto que la Franja es una denominación que no es ni traducción de un topónimo propio ni la elección de una comunidad para autodenominarse. Aragón cuenta con su propia comarcalización, y ésta debe respetarse, ¿no le parece? Y la primera muestra de respeto empieza por usar sus nombres (en castellano o en catalán, pero los suyos). No neguemos a los demás lo que queremos para nosotros’. Pregunto:
-¿Qué regla se ha seguido en el Libro de redacción respecto al caso de la Franja?
-La denominación que tradicionalmente se ha empleado para referirse a las comarcas catalanohablantes de Aragón es franja de Ponent, y así aparece en la mayoría de los manuales que describen el ámbito geolingüístico catalán. Es un topónimo supracomarcal, como el caso de Terres de l´Ebre (comarcas del Baix Ebre, Montsià, Ribera d´Ebre y Terra Alta). En La Vanguardia,conscientes del centralismo barcelonés que denota el sintagma ‘de Ponent’, proponemos el uso de la Franja a secas -contesta Camps-.
Unos días después, concretamente en la festividad de Todos los Santos, atendí la carta electrónica del lector J.M. Valls. Además de otra queja sobre un mal uso de pronombres relativos, formulaba esta observación: ‘Me temo que el virus de lo políticamente correcto afecta de modo irreversible a los topónimos. Supongo que mantenemos el buen criterio de que una vez disponemos en castellano de un topónimo propio, éste tiene preferencia frente al topónimo original. No se nos ocurriría escribir London al referirnos a Londres, ni Tübingen al referirnos a Tubinga, etcétera. En cambio, hablamos de Lleida o de Girona, cuando disponemos de los topónimos Lérida y Gerona. Dejemos a un lado nuestra todavía reciente lucha por un uso libre de nuestra lengua, el catalán. La mejor señal de que hemos alcanzado la plena normalidad es no caer en una discriminación positiva como la que comentamos. No limito mi crítica a los medios de comunicación en castellano de Cataluña (no Catalunya), me sorprende también la misma incorrección (si es que lo es) en los medios audiovisuales de Madrid’. Intervengo de nuevo:
-Estos usos periodísticos de topónimos del propio país ya fueron comentados en este espacio cuando entraron en vigor las normas relativas a esa práctica de estilo. Considero importante explicarlo ahora otra vez puesto que el nuevo Libro de redacción de La Vanguardia trata este asunto con particular atención. ¿No es así, Magí Camps?
-El lenguaje periodístico no es una reproducción exacta del lenguaje oral, sino que busca reflejar el ámbito social. La realidad bilingüe de Catalunya obliga a La Vanguardia -en su condición de diario de referencia catalán- a buscar el equilibrio sociopolítico, aunque en ocasiones ello vaya en contra de la lógica lingüística. Así, escribimos los topónimos de las comunidades bilingües en la lengua autóctona y no en castellano. La excepción la constituyen las capitales de provincia, que se expresan en castellano si esa denominación es cooficial. Sólo es oficial Ourense, pero entre Alicante y Alacant optamos por el topónimo en castellano -dice-. l lector Ricardo Zamacois, de Barcelona, Eaporta otra perspectiva al debate sobre los topónimos en una carta fechada el pasado 18 de octubre en la que expone lo siguiente: ‘El pasado sábado La Vanguardia hablaba del tramo TGV (¿AVE o TGV? -yo prefiero este último, me suena menos ibérico) entre Figueres y Perpiñán. ¿Por qué no Figueras y Perpiñán? ¿O Figueres y Perpinyà? ¿O Figueres y Perpignan? ¿Quién, cómo y por qué decide traducir o no los topónimos? ¿Por qué unos sí y otros no? ¿Hay una norma en La Vanguardia? ¿Hay diferencias en cuanto se refiere a ciudades y pueblos de la Catalunya Norte, Sur, Este u Oeste? Lo pregunto porque no me he fijado. ¿Escriben en La Vanguardia Castellón o Castelló? ¿Alicante o Alacant? ¿Torrente o Torrent? ¿Játiva o Xàtiva? ¿Toulouse o Tolosa? ¿Deiá o Deià? ¿O Deyá? Este último me suena espantoso…’.
Nos contesta de nuevo el jefe de Edición:
-En algunas comunidades, como Catalunya o Galicia, la toponimia oficial es sólo la catalana o la gallega. Pero en la Comunidad Valenciana, con dos zonas lingüísticas (una bilingüe y otra monolingüe castellana), la cuestión se complica. El criterio establecido es que en la zona bilingüe se emplee la toponimia oficial catalana y en la monolingüe, la castellana; para las capitales de provincia, el nombre castellano, cooficial: Castellón, Valencia y Alicante. En el País Vasco escribimos la toponimia en euskera, y la cooficial castellana en las provincias y sus capitales: Guipúzcoa, San Sebastián… Para las comarcas catalanas de Francia aplicamos el mismo criterio, aunque la denominación oficial sea en francés. Así, empleamos Rosellón y Perpiñán, pero escribimos en catalán la microtoponimia: Prada de Conflent, La Tor de Querol, El Pertús, Sant Martí del Canigó.
EL MUNICIPIO DE FORALLAC se formó en 1976, al fusionarse Fonteta, Peratallada y Vullpellac, nos advierte el lector Josep Alabau i Coloma, de Jafre (Baix Empordà, Girona) en una carta postal fechada el pasado 20 de octubre a propósito de un texto que La Vanguardia publicó en la página 3 de Vivir del día anterior. Este lector se sorprendió al leer que el citado municipio y su topónimo aparecieron por ‘presiones políticas de Primo de Rivera’. Apostilla el lector Alabau: ‘Me parece muy atrevido decir que en el año 1976 aún actuaba Primo de Rivera’.’