Sunday, 22 de December de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1319

Tomàs Delclós

“Ha sido precisamente el interés que despertó en un lector, Elías Cueto, el artículo Las preguntas que importan, publicado en El País Semanal el pasado domingo, lo que le llevó a un penoso descubrimiento. El texto alberga párrafos copiados, literalmente o casi, de un opúsculo de 14 páginas que puede consultarse en Internet.

Lo explica así: ‘Leo con interés el artículo. Fascinado por la cita de Marilee Goldberg de la página 32, decido buscar en Internet algún dato adicional sobre ella y me encuentro la siguiente referencia: http://www.theworldcafe.com/pdfs/aopq.pdf. ¿Son ustedes conscientes del tremendo parecido entre ese documento y el artículo publicado por Miriam Subirana? Creo que, como lectores de EL PAÍS, nos merecemos algo mejor’. En la carta, el lector alude a la práctica de copiar y pegar que la existencia de Internet facilita en extremo y habla de una sociedad digital mal entendida. A la vista de todo ello, prosigue, ‘uno entiende ciertas cosas sobre la crisis de la profesión periodística’.

Desde luego, los editores en la redacción no eran conscientes de ello. En el trato con colaboradores habituales se establece una relación de confianza que casos como este perjudican seriamente. En el mercado hay programas que cotejan un original con la documentación disponible en la Red para detectar apropiaciones intelectuales. Sería muy triste, y seguramente impracticable, tener que introducir estas herramientas en las redacciones para comprobar si se respeta, y reconoce debidamente, el trabajo ajeno en todos los originales que se manejan.

En la breve bibliografía que la responsable del artículo adjunta se cita The art of powerful questions. Catalyzing insight, innovation and action, de Eric E. Vogt, Juanita Brown y David Isaacs (Whole Systems Associates). Sin embargo, en el cuerpo del artículo no se hace ninguna alusión al mismo a pesar de que aparecen frases y párrafos copiados. Según el rastreo realizado con el contador del procesador de textos, de un artículo cuyo cuerpo central tiene 1.404 palabras, más de 550 figuran en frases traducidas tal cual, o con alguna supresión insignificante, del mencionado original. Lo que supone un tercio de lo publicado. En Internet también está disponible una traducción al castellano de la pieza original cuyo copyright data de 2003. Según la Real Academia, plagiar consiste en ‘copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias’.

Subirana ha respondido que ‘lamento que un error por mi parte no haya dejado claro el origen de algunas frases’.

‘El artículo al que alude el lector’, escribe Subirana, ‘y que incluyo en la bibliografía, está inspirado en las tesis de Marilee Goldberg, cuyo libro también menciono. Por otra parte, la Ley de Propiedad Intelectual y el Convenio de Berna no establecen la longitud máxima que se permite de una cita. No tuve intención de ocultar ninguna autoría y si no los menciono en el texto es porque eran muchos autores y porque los incluyo en la bibliografía. Por otra parte, las citas a Albert Einstein o Arno Penzias aparecen en muchos textos sobre el tema y además es evidente que el conjunto de su pensamiento y su obra es de dominio público’.

Que en la bibliografía, adjunta al artículo, se mencione la obra no es una eximente para que una parte del mismo se construya con frases calcadas de la misma sin ningún entrecomillado ni alusión sobre su procedencia. Los párrafos que no eran de elaboración propia deberían haber sido publicados debidamente referenciados.

La Ley de Propiedad Intelectual considera lícita la inclusión en una obra propia de fragmentos de otras ajenas siempre que su inclusión se realice a título de cita o para su análisis, comentario o juicio crítico indicando la fuente. Es verdad que una frase de Einstein se puede localizar en infinidad de textos, pero no es admisible que el párrafo que la comenta sea igual que el párrafo del artículo de los tres autores citados.

Subirana es autora de un libro, El poder de nuestra presencia, subtitulado ‘una guía de coaching espiritual’. Es doctora, por la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona y formada en el California College of Arts and Crafts de Oakland, Estados Unidos. Como pintora ha realizado muchas exposiciones individuales y colectivas. En el largo currículo que publica en su web figura como formadora certificada en Indagación Apreciativa por la Case Western University por David Cooperrider, además de conferenciante y colaboradora periodística en varios medios, entre otros datos. Fundadora del centro YesOuiSi, ‘espacio de Creatividad, Espiritualidad y Coaching’, también está formada en el Eneagrama, ‘mapa de las nueve pasiones que conforman la personalidad’ y cuyos defensores consideran una herramienta para el autoconocimiento que proviene del esoterismo cristiano, según el médico Claudio Naranjo.

A propósito de otro tema, pero referido a la misma sección donde aparece el citado artículo, extraigo de una larga carta de Isabel Pons de Molina un asunto relacionado. La sección tiene el epígrafe de Psicología, pero no todos sus articulistas son psicólogos. ‘En EPS, suplemento que leo con mucho gusto y trae reportajes extraordinarios, hay una sección de Psicología, digamos ‘de autoayuda’, que con mucha frecuencia están bien orientados. (…) Pero amparado en esa sección, mucha gente puede creer que está recibiendo el consejo de un psicólogo y sentirse culpable por utilizar su sentido común, y esto no es de recibo’. ‘Lo que no es aceptable es sugerir por acción u omisión, que se está capacitado como psicólogo, y mucho menos que EPS no haga explícito qué colaboradores de esa página lo son, y quiénes no’.

El epígrafe Psicología se refiere al tema tratado, lo que no obliga a que todos los autores que escriben en ella sean licenciados en esta disciplina. Cuatro de los colaboradores habituales lo son, con especialidades que van de la neurociencia a la psicología clínica o deportiva. La citada sección recibió el año pasado el premio especial a la mejor labor de divulgación del Colegio de Psicólogos de Madrid. El jurado justificó su decisión por ‘el contenido riguroso, los temas elegidos y las fuentes de información de unos artículos que consiguen transmitir a la sociedad cómo la psicología puede ayudar a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos’. El reconocimiento público y amplio seguimiento de la sección hacen que un caso como el expuesto resulte dañino e inmerecido para el equipo que la produce.

Goyo Rodríguez, subdirector responsable de esta publicación semanal, subraya que ‘Psicología es una sección de El País Semanal muy seguida por los lectores y los profesionales. Nueve colaboradores con distintos perfiles se alternan cada domingo, desde los más científicos hasta los más periodísticos y divulgativos. Son profesionales de la psicología, docentes, periodistas especializados o escritores. Les pedimos que sus textos aporten información, conocimiento, experiencia y mirada propia. Establecemos con ellos un contrato de confianza. El mismo que los lectores mantienen con el periódico. Errores como este la quiebran. No podemos aceptar que un texto publicado en EL PAÍS calque párrafos de otros libros y de otros autores sin entrecomillarlos y acreditarlos con detalle. Los colaboradores conocen nuestra exigencia y nuestro compromiso con el rigor y la calidad. Extremaremos, aún más, el control desde la redacción para que se cumpla’.”