Lo único pequeño en esta historia son las (mini) faldas de las azafatas que le arroparon. Porque, por lo demás, el evento con el que Kim Dotcom presentó su nueva página web de descargas y almacenamiento fue coherente con el nombre del sitio: Mega. Y enormes son también las expectativas provocadas por el lanzamiento, las sospechas de la industria cultural, así como la cuenta bancaria de este exhacker alemány la operación con la que el FBI le detuvo hace un año, le acusó de piratería informática y violación del derecho de autor y cerró su anterior página web, Megaupload.
No es exactamente minúscula tampoco la mansión de Nueva Zelanda donde Kim Dotcom pasa su libertad condicional —a la espera del juicio sobre su extradición a Estados Unidos— y desde donde ayer (el sábado en España) inauguró su nueva aventura online.
Más mega aún —valga la redundancia— fueron los primeros resultados de la página, según explicó el alemán en su cuenta de Twitter: más de 250.000 usuarios registrados en dos horas y más de un millón de visitas en las primeras 14 horas. Tanto que ayer resultaba casi imposible acceder a Mega y Dotcom se disculpó en Twitter por las molestias originadas y hoy ha reconocido que lanzaron la página sin “testar los efectos del tráfico”. “Nunca he visto nada parecido”, se alegraba en cualquier caso este hombre de dos metros y 140 kilos, que hoy cumple 39 años, durante la presentación de su última creación.
Más allá del poco original cambio de nombre y de que ofrezca gratuitamente a sus usuarios un espacio de 50 GB para almacenar archivos, la cuestión principal que acompaña Mega es su funcionamiento. “Hay unas pocas innovaciones que Megaupload no tenía”, aseguraba Dotcom al diario británico The Guardian.
La web registró en las primeras horas más de un millón de visitas
La clave —nunca mejor dicho— consiste en una contraseña. Megaupload contaba con más de 180 millones de usuarios y almacenaba miles de archivos, muchos de los cuales contenían ilícitamente películas, series y canciones protegidas por derechos de autor. Los usuarios podían subir un contenido (ya fuera una foto, un filme, o un texto) a la web, lo que generaba un enlace. A través de ello, todo internauta podía acceder gratuitamente al archivo.
Entre anuncios publicitarios y las cuentas premium, para aquellos usuarios que sí pagaban a cambio de un servicio más eficaz, la página permitió a Dotcom y sus seis colegas (también detenidos) acumular 135 millones de euros y generó daños por 386 millones a la industria cultural por todo el material difundido de forma ilícita, según el FBI. Por ello, entre otras razones, la policía de EEUU acabó con Megaupload el 19 de enero de 2012.
Para evitar un déjà vu, Dotcom ha ideado un sistema por el que el archivo almacenado en Mega devolverá al usuario una contraseña. De ahí que, como contaba el socio de Dotcom, Mathias Ortmann, a la revista Wired, sea “imposible para Mega conocer el contenido de los archivos guardados por sus usuarios”. “Solo tu tendrás las claves. Y lo que hagas con ellas es tu responsabilidad”, asegura Dotcom.
El alemán afirma que está peleando solo “por los derechos de todos”
Una fórmula que le parece demasiado familiar a Antonio Guisasola, presidente de la asociación de productores discográficos Promusicae: “Suena a un Megaupload encriptado. Vemos el lanzamiento con cierta prevención, ya que básicamente Dotcom se ha dedicado a comercializar productos ajenos para hacer dinero”. La misma interpretación hizo la Asociación Cinematográfica de América al subrayar que la fortuna del alemán está basada en “robar trabajos creativos”. Sordo ante tantas acusaciones, Dotcom defiende que respeta el copyright pero no “el extremismo del copyright”. Enemigo público número 1 de discográficas y distribuidoras y héroe de cuantos reivindican la cultura gratis en Internet, el alemán afirma que no está peleando solo por sí mismo sino “por los derechos de todos”.
Sea como fuere, de la pelea ha salido favorecida también su cartera. Tanto que Dotcom posee tres camas del valor de 77.000 euros cada una, vehículos como un Cadillac y un Rolls Royce y una finca en Nueva Zelanda, bautizada Mansión Dotcom, que le costó 22 millones de euros. En el fondo, él mismo se define como un personaje “desmesurado”.
“Megaconspirador” le definió en cambio el Departamento de Justicia de Estados Unidos, que ordenó su detención en el marco de una operación internacional contra la piratería informática. Dos helicópteros y decenas de oficiales acorralaron su mansión y se llevaron a Dotcom, en una irrupción que posteriormente la justicia neozelandesa estableció que era ilegal. En la finca, los agentes requisaron 8,5 millones de euros en varias cuentas.
Tras un mes en prisión, el alemán quedó en libertad condicional. Y pudo acceder a 3,8 millones de euros de sus fondos congelados, sobre todo para sus (mega) gastos familiares y para sus abogados. Falta le hacían, ya que está acusado de lavado de dinero y de tomar parte en una organización criminal para lucrarse con la distribución ilegal de contenido protegido por derecho de autor. En total, se enfrenta a cinco cargos por un máximo de 55 años de cárcel.
El alemán se enfrenta también a una posible extradición al otro lado del Pacífico. El 25 de marzo un tribunal de Nueva Zelanda tendrá que decidir si Dotcom tiene que ser entregado a Estados Unidos. Una opción que, como contó a The New York Times, no le fascina: “Antes respetaba a Estados Unidos. Pero ahora pienso que es la mayor amenaza que existe contra la libertad en Internet y la paz en el mundo”. Una respuesta a su estilo. Mega.
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[Tommaso Koch, do El País]