Estimados colegas comunicadores. Celebro la oportunidad que tienen ustedes de reunirse en Sucre en el marco de ABOIC y lamento no acompañarlos por ‘razones técnicas’, como diría Cortázar. Creo que este encuentro de ABOIC es en particular importante porque se vincula en el tiempo y en el contenido a la Asamblea Constituyente, instancia en la cual la comunicación ha brillado por su ausencia hasta ahora (así como otros temas fundamentales) lo cual es preocupante a apenas unas semanas de que concluya sus trabajos.
Sin embargo, más me preocupa en estas circunstancias la posición de algunos periodistas que consideran que el derecho a la comunicación constituye un ‘peligro’ para la libertad de expresión. Esa interpretación que parece encerrar una triste contradicción, no es en realidad novedosa, pues encierra la filosofía de los dueños de medios afiliados a la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), organismo tradicionalmente reaccionario, con el que los periodistas no nos identificamos, y menos aún los comunicadores que luchamos por el derecho a la comunicación y no por el simple acceso a la información.
En mi doble condición de periodista y comunicador, he aprendido a lo largo de casi cuatro décadas de experiencia, a distinguir la información de la comunicación, esto quiere decir, diferenciar la transmisión de mensajes de los procesos que implican participación de la gente, que son precisamente los que asustan a quienes quieren conservar el monopolio de la palabra. Por ello mismo he aprendido a distinguir entre periodistas y comunicadores, y entre acceso y participación.
En contextos de desarrollo y cambios sociales, la información ha demostrado con creces ser insuficiente (basta ver el fracaso de las costosas campañas contra el SIDA a nivel mundial). Solamente la comunicación, porque es participativa, puede contribuir a cambios sociales profundos, en la medida en que la propia gente hace sentir su voz y se apropia de los procesos comunicativos.
Preceitos obscurantistas
Por ello, en el contexto de cambio político, social y cultural que vive Bolivia, es muy triste que periodistas reaccionarios rechacen el derecho a la comunicación, consagrado sin embargo a nivel mundial en todos los foros importantes de comunicación del mundo, y por las principales organizaciones de defensa de los derechos humanos, incluyendo el Relator de la Libertad de Expresión de la OEA. Seguramente los foros de la SIP o de la Asociación de Periodistas de La Paz (a la que me da vergüenza ahora pertenecer) no lo valoran, pero sí foros tan importantes como el Congreso Mundial de Comunicación para el Desarrollo que tuvo lugar en Roma el año pasado, donde ni a la FAO ni al Banco Mundial, ni a centenares de organizaciones muy representativas del mundo entero, les tembló la mano a la hora de referirse en el documento final al derecho a la comunicación.
Está visto pues que la lucha apenas comienza, y que habrá que buscar con lupa en la Asamblea Constituyente aliados progresistas, gente con visión e inteligencia, o por lo menos gente informada de lo que sucede en el mundo en este tema. De otro modo, tendremos la paradoja de una nueva constitución política donde el acápite de comunicación ha sido dictado por la SIP.
Les aconsejo dar la batalla de frente y denunciar con nombres y apellidos a los que mantienen posiciones retrógradas sobre la comunicación. Estas batallas no pueden darse sin expresar claramente las posiciones. Es preferible perder esta vez, pero no conciliar posiciones con quienes viven todavía a la sombra de preceptos oscurantistas y defienden la libertad de los empresarios antes que el derecho a la comunicación de toda la sociedad.
******
Jornalista, escritor, poeta e cineasta, especialista em comunicação para o desenvolvimento