‘El oficio de hacer diarios es normalmente fruto de una vocación que comporta sacrificios. Contra lo que percibe la ciudadanía que no conoce los entresijos de la profesión (y a quienes casi siempre sólo les llega el brillo rutilante de las estrellas mediáticas), es un trabajo que requiere grandes dosis de dedicación personal, horarios en ocasiones penosos y esforzados y un cuidadoso estudio de las especialidades, si el trabajo se realiza correctamente. Como ocurre con otras profesiones cuya labor tiene alguna repercusión social, es frecuente que aparezcan entre algunos de sus miembros comportamientos corporativos y una tendencia a considerarse infalibles. Y, derivado de todo ello, renuencia a reconocer los errores y a dar cumplida y honrada cuenta de ellos a los lectores que, no lo olvidemos, son el destinatario final y principal de la maravillosa y compleja tarea que significa producir un medio de comunicación. Falla la cultura de la autocrítica. El reconocimiento, en fin, de que como seres humanos, también nos podemos equivocar. Y que lo normal cuando eso sucede es pedir excusas y esforzarse por hacerlo mejor en el futuro. En un país con un gran desarrollo de los medios de comunicación como Estados Unidos, los grandes diarios de referencia – pioneros en la instauración de la figura del Defensor del Lector- compiten por ser los que más fe de errores publican cada año, como una señal de que son honestos con sus lectores rectificando los errores, pequeños o grandes, que hayan podido cometer. En nuestro país, esa cultura es todavía incipiente y, fuera de algunas excepciones, el apartado dedicado a rectificar errores sufre de una anemia crónica, fruto del miedo a quedar en evidencia o, peor aún, de la soberbia. Como si los lectores lo perdonaran todo, o no se enteraran. Y esa tendencia, en un medio de referencia con una audiencia exigente, es peligrosa.
BILLONES. Quienes hemos trabajado en la sección de Economía estamos relativamente familiarizados con la información de las grandes cifras de dinero, las que expresan las cuentas de resultados de las grandes corporaciones, los presupuestos nacionales, los costes de investigación y desarrollo, y otras partidas voluminosas de dinero. En el mundo anglosajón cuando dichas cifras son de miles de millones se expresan utilizando el término billion,y es muy fácil, aunque erróneo, que al utilizar textos en inglés se caiga en el automatismo de realizar una traducción literal al castellano. Es el caso que plantea el lector Miquel Mañosa a propósito de lo que califica de ‘aberración numérica’ en el resumen de un artículo publicado el pasado 27 de febrero en la Revista de Prensa.El texto, titulado ‘¿Cuándo podrá marcharse EE. UU.?’ (de Iraq), se había publicado en la revista Time e iba firmado por Sally B. Donnelly. En el extracto del artículo que reproducía la Revista de Prensa se decía textualmente: ‘La semana pasada Bush pidió al Congreso un presupuesto adicional de 72,4 billones de dólares para operaciones en Iraq y Afganistán. Con esa cifra se llega a un presupuesto total de 400 billones de dólares’. El lector señala, correctamente, que el billion utilizado por los norteamericanos (y desde hace ya bastantes años también por los británicos) equivale en castellano a mil millones (un millardo), mientras que un billón en castellano es un millón de millones. Las cifras correctas que deberían figurar en el artículo serían, por lo tanto, ‘un presupuesto adicional de 72.400 millones de dólares’ en el primer caso, y de ‘400.000 millones de dólares’ en el segundo.
Por experiencia propia, consecuencia de haber pasado por la sección de Economía, y también por la de Internacional, me he enfrentado en innumerables ocasiones a textos en los que el billion anglosajón figuraba traducido incorrectamente al castellano. Y pese al empeño en evitar el error – faltalmente frecuente en muchas publicaciones-, no siempre lo he conseguido. Con todo, es normal que a buena parte de la población esos detalles les pasen inadvertidos, ya que se trata de cantidades inimaginables. Desde la puesta en circulación del euro, por ejemplo, las grandes magnitudes de dinero se expresan en cantidades mucho menores, ya que 167 millones de pesetas son sólo un poquito más de 1 millón de euros. Sin contar que buena parte de la población, y no sólo en nuestro país, cuando se enfrenta a una cifra relativamente importante en euros sigue realizando conversiones mentales en pesetas, marcos, francos o liras para comparar la equivalencia.
MERCABARNA. En el suplemento Dinero que se publicó el pasado domingo, con el título ‘El vientre de Barcelona’, el periodista Piergiorgio M. Sandri publicaba un interesante y documentado reportaje en el que abordaba el fenómeno de la globalización en el sector agroalimentario y explicaba el funcionamiento de Mercabarna, el mercado central que abastece a una amplísima zona geográfica desde Barcelona. La lectora Lourdes Porcar escribe al Defensor del Lector: ‘Leyendo el artículo me sorprendí al ver lo que encontré, ya que considero que en el diario debe existir un sistema de control de calidad que debe revisar los artículos para evitar los errores de forma y de contenido’. Y relata a continuación que encontró una serie de errores en el uso del lenguaje y uno de fondo, referido a una descripción incluida en el reportaje sobre el rito musulmán del Halal (el sacrificio del cordero) que se efectúa tras el Ramadán, que el periodista describía como ‘cortar el cuello del animal con cuchillo y sin anestesia’. La lectora considera que dicha descripción es demasiado simplificada y aporta una documentada explicación sobre el significado que tiene, sus implicaciones religiosas y la metodología empleada. Todo lo que explica es correcto, pero también lo es que el artículo no pretendía profundizar demasiado en este tema, ya que era un aspecto muy periférico respecto al objetivo central del reportaje.
Con respecto a los errores lingüísticos tiene razón en que el artículo contenía algunas ‘perlas’ que no fueron detectadas ni por el periodista que lo redactó ni por los controles habituales de la sección. Los responsables de Economía señalan que el cierre del suplemento Dinero se realiza los viernes, un día especialmente complicado en todas las secciones informativas de la redacción, ya que además de cerrar las noticias del día, deben dejarse preparados temas de fondo para el fin de semana, y en el caso de la sección de Economía, además, el suplemento Dinero.Reconocen que la revisión del texto se realizó incorrectamente, puesto que no se detectaron los errores, debido a la premura con que se efectuó el cierre, y ofrecen las obligadas excusas.’