Sunday, 24 de November de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1315

O livro resiste à tormenta

‘¿Os habéis fijado en que en el cartel de la feria hay una nube con lluvia?’. Pilar Reyes, editora de Alfaguara, se lo recuerda a sus tres compañeros de charla mientras se instala en el restaurante en el que EL PAÍS los reunió el sábado, un día antes de que la Feria del Libro de Madrid echara el cierre.


Los interlocutores son Jorge Herralde, fundador de Anagrama y editor de Paul Auster, Patricia Highsmith y Roberto Bolaño; Jaume Vallcorba, director de Acantilado y Quaderns Crema, una editorial en castellano y otra en catalán de cuyo catálogo forman parte tanto autores contemporáneos (Imre Kertész, Quim Monzó) como clásicos (Montaigne, Chateaubriand); Joaquim Palau, responsable editorial del grupo RBA, que bajo el sello del mismo nombre y otros como Gredos publica a los clásicos grecolatinos y a narradores como Alice Munro y Philip Kerr; finalmente, la propia Pilar Reyes, que hace un año llegó de Colombia para hacerse cargo de Alfaguara, es decir, de la obra de Vargas Llosa, Saramago y Pérez-Reverte.


Casi todos tienen paraguas, solo Reyes usa lector de libros electrónicos. Ninguno cree demasiado en las listas de libros más vendidos. ¿La razón? Nadie dice la verdad del todo y alguno incluso ha llegado a ver en ellas títulos que ni siquiera habían salido todavía de la imprenta. Incluso con una lluvia como la del sábado, la feria de Madrid les sigue pareciendo un prodigio.


Jorge Herralde. Lo asombroso es la gente que hay incluso con lluvia. La feria es un oasis, por no utilizar la maldita palabra burbuja, desde el punto de vista de la edición.


Pregunta. ¿Habría que subrayar la dimensión cultural de la feria? Muchos actos se quedan vacíos.


J. H. Lo cultural es nuevo, antes ni existía. Había churrerías y casetas de venta a plazos. Eso ha mejorado mucho.


Pilar Reyes. En Bogotá la gente lamenta que no se vendan derechos de autor, pero ¿qué falta hace?


J. H. Para eso, sobra con Francfort. Últimamente han invitado a agentes a la Feria de Guadalajara, pero muchos me han dicho que más que trabajar lo que hicieron fue turismo.


Joaquim Palau. Lo bueno es enemigo de lo mejor. La Feria del Libro de Madrid está muy bien organizada y es un éxito brutal. Pedirle que sea también la máxima expresión cultural… No hay que tener complejos.


P. Herralde decía que era un oasis y la directora de la feria dijo al presentar esta edición que las ventas de libros habían caído un 10% en los dos primeros meses del año.


Jaume Vallcorba. A nosotros nos va muy bien.


J. H. Quitando a Vallcorba, la cifra es bastante acorde con la realidad. El valor refugio del libro, que se mantuvo en 2008 y 2009, empieza a agrietarse.


J. P. Va por barrios, porque el libro juvenil lleva unos años conteniendo la bajada del libro ilustrado. A veces, si te va muy bien con cuatro libros, los números te engañan.


P. R. Un librero me contó que una vez entró una señora y preguntó: ‘¿Tiene el libro?’. Se refería al de Larsson.


J. H. Imagino que le dijo: ‘Señora, se lo habíamos reservado’.


P. O sea, que se vende mucho pero de pocos títulos.


P. R. Lo que noto es que ahora las devoluciones ya son más rápidas. Es más impaciente el canal.


J. H. En este chaparrón universal de la crisis, los libreros se vuelven más cautos. También hay una crisis psicológica. La gente compra menos por si acaso.


P. ¿Se publica demasiado? ¿El mercado español puede asumir 70.000 títulos al año?


J. P. El editor publica los libros que le parece oportuno, es su negocio, su dinero y su riesgo. El reto no estaba solo en reducir el número de títulos, sino de tiradas. Si eres prudente en las tiradas y no agobias al librero es legítimo tener una programación ambiciosa.


P. R. Muchas veces se publica para alimentar una cuenta de facturación, pero la decisión tendría que pasar por otro lado.


J. P. No digo que haya que publicar para neutralizar las devoluciones. Se trata de racionalizar. Nosotros, que somos un grupo de seis editoriales, hemos pasado de 2008 a 2009 de 400 novedades a 280.


P. R. ¿Tú cuántos publicas, Jorge?


J. H. Setenta novedades y 35 en bolsillo. La impresión que tengo es que ha habido una reducción en las tiradas y se han terminado las falsas euforias, pero que se edita muchísimo. Aparecen sellos de best sellers que esperan el golpe de suerte. Es una huida hacia adelante. Y luego está esa cantidad de pequeñas editoriales, que hacen una labor excelente con pocos títulos bien escogidos. Pero la suma da la impresión de que no desciende el número de novedades. Eso sí, ahora hay más cautela en las reediciones y los tirajes.


J. V. Yo siempre me he movido en tiradas bajas. De unos 4.000 ejemplares. La facilidad de reimpresión ha mejorado mucho la logística. Y publicamos menos de 60 títulos al año.


P. R. Nosotros antes publicábamos casi 100. Este año, 50 nuevos y reediciones con nueva cara. Lo que se ha dado un batacazo es la no ficción. Seguramente porque estaba muy centrado en el libro de autor mediático, seguramente porque el tipo de lector que los compra tiene que prescindir de algo por la crisis y no tiene los libros entre las prioridades de su cesta de la compra.


J. P. Para mí no es una mala noticia.


J. H. No sé si el batacazo es tal. Hay autores que siguen en las listas de más vendidos y son mediáticos, como Punset.


J. P. No me refería a Punset.


J. H. Pero debe su popularidad a que sale en televisión.


J. P. Yo estaba en Destino cuando explotó como autor de libros y eso no es exacto. Era conocido por la televisión, pero creo que hubiera sido igualmente popular sin la televisión.


J. H. Yo creo que no. De todos modos, lo que está más penalizado es el ensayo serio, pero lo mismo pasa en Francia y en Italia, que eran santuarios de la cultura.


J. V. Eso está ligado al deterioro del sistema educativo. Todo tiende a la píldora.


P. R. También tiene mucho que ver con Internet. La manera de leer en Internet nos obliga a recibir información de manera muy dispersa.


J. H. Umberto Eco lo llama alfabetización distraída.


P. Hablando de Internet, la tormenta del año es el libro electrónico.


J. H. Es una falsa tormenta. Me parece más preocupante el estado de la economía en general y su repercusión sobre la industria del libro que la amenaza del libro electrónico. Es un caramelo mediático. El apocalipsis siempre es muy resultón, pero el libro electrónico supone ahora el 3% del mercado en Estados Unidos.


P. En España no llega al 1%.


P. R. Dicen que en 2020 representará el 15%. Es un nuevo formato que nos obliga a pensar en otros términos, pero con esos números cualquier anuncio apocalíptico es falso. Eso sí, hay que estar alerta.


J. H. Lo particular de España es que el libro electrónico ha sido capaz de poner de acuerdo en Libranda a los tres grandes competidores (Planeta, Santillana y Random House) más al séquito que vamos detrás. La convivencia entre electrónico y papel será larga. Hay mucho papanatismo con la tecnología.


J. P. El editor administra contenidos, y seguirá haciéndolo. Si algún día el formato electrónico tiene una importancia notable, bienvenido sea, te aseguro que todos los editores estarán preparados para llevar sus contenidos a ese soporte.


J. V. Todo dependerá de la educación. Si a uno le dan una edición de Proust con las imágenes de localización, van a asesinar la imaginación de la gente. Lo importante no es tanto el medio como la actitud que uno tiene ante las cosas. Para leer necesitas un determinado estado de espíritu. Lo que uno lee en pantalla lo olvida con mayor facilidad. Con el libro electrónico nos puede pasar como con el vídeo: grabamos un montón de películas para luego no verlas jamás.


J. P. Eso también pasa con los libros de papel. La información de pantalla es muy útil, pero me cuesta imaginarme a alguien leyendo a Roth o a Alice Munro en pantalla.


P. ¿No será una cuestión generacional? ¿Creen que alguien que escuche música pero no compre CD y vea cine sin pisar las salas leerá libros en papel?


J. V. ¿Te refieres a escuchar música en un iPod? Se pierde un 60% de la calidad. Un lector solo digital está abocado a un proceso de estupidización imparable.


J. H. Tal vez sea algo generacional, sí. El que durante toda su vida haya escuchado solo el 40% no va a echar de menos lo que se pierde. No sabemos qué pasará con los llamados nativos digitales.