La chica mona se ha convertido en una señora y el capitán del equipo echó barriga. El empollón triunfó pero sigue siendo repelente y el abusón, un borde. La escena se repite en un millón de películas: las reuniones de antiguos alumnos pueden ser un infierno social en el que un montón de desconocidos te siguen llamando ‘gordi’ o ‘cuatrojos’ aunque ya te hayas operado de lo uno y lo otro. Y sin embargo, nos encanta enterarnos de cómo trata la vida a gente con la que hace décadas no manteníamos el contacto y con la que compartimos muy poco aparte de un pupitre en tiempos de maricastaña (o de cuándo se decía ‘de maricastaña’). El ímpetu nostálgico por reencontrar antiguos compañeros siempre ha existido pero ahora es más fácil.
‘Yo nunca había olvidado a aquella gente que fue tan importante para mí durante tantos años, pero sin Facebook no habría hecho el esfuerzo por reencontrarles’, admite Irma Sánchez (35 años, 53 amigos), que hace unos meses se apuntó a la página de ex alumnos de su colegio de primaria C.E.I.P. La Lomada de San Sebastían de La Gomera (134 seguidores). En la web existen miles de grupos como este. No en vano una de las diez categorías (negocios, música, deporte…) a elegir cuando se crea un grupo es ‘Estudiantes’, subtipo ‘Antiguos Alumnos’ (si quiere abrir el baúl de los recuerdos pruebe a buscar el nombre de su escuela de primaria y descubra un paraíso de anécdotas sobre el profesor que le cateó lengua en la EGB, eso que ahora llaman ESO).
También hay rastreadores solitarios. ¿Quién no ha recibido un mensaje preguntando `qué es de tu vida´ de un antiguo compañerito? Parece que incluso aquel que te pegaba en el recreo quiere ser tu amigo. Y cabe preguntarse, ¿por qué tras 30 años sin interesarse por mí me buscan ahora?
Curiosidade digital
Quizás la primera explicación de este revival amistoso sea que un amigo de Facebook no es realmente un amigo. ‘Es un uso inadecuado del término’, explica Isidro Maya Jariego profesor de Psicología Social de la Universidad de Sevilla y editor de Redes, Revista Hispana para el Análisis de Redes Sociales (41 años, 74 amigos en Facebook). ‘Contactos es un término más adecuado, Facebook es un contexto de socialización peculiar, como puede ser una plaza o un bar, y en ese contexto, estos contactos del pasado simplemente aparecen porque la plataforma facilita y promueve la reactivación de relaciones latentes’. Según el experto, a veces parece que la herramienta ‘elige por ti’, es decir, que los amigos de amigos te crecen como enanos. El ‘networking‘ surgió en entornos laborales donde los contactos ‘son capital’ y se tienden a acumular cuantos más mejor. ‘Pero ahora la gente lo usa como un juego’, continúa el psicólogo, ‘busca o encuentra a gente que fue a su colegio porque puede, porque el medio se lo permite’.
Es decir, que somos tan curiosos como vagos. Como ya no hace falta rebuscar el teléfono de la casa de los padres de nadie, ahora sí queremos saber qué fue de aquel amigo del alma. Basta con pasar lista mentalmente e ir tecleando nombres en Facebook.
– ¿Fulanito de tal?
– Presente.
– Menganito de cual quiere ser tu amigo, ¿confirmar o ignorar?
Es el ‘¿Me ajuntas?’ versión 2.0. De hecho, Facebook tiene muchas cosas que recuerdan al cole y al insti: la importancia de ser aceptado por el grupo, la compulsión por airear tus gustos musicales o cinematográficos, la necesidad de ser gracioso u ocurrente; y la exhibición constante de quiénes son tus amigos, y sobre todo, de cuántos tienes. No es tan raro entonces que se haya convertido en el magma ideal para retomar relaciones largamente olvidadas. (Sobre todo para las generaciones que estudiaron antes de Internet y los móviles; esto de reconectar es cosa de mayores).
Cuando hace unas semanas el grupo ‘Ex alumnos del colegio de las monjas de Ribadeo (Sagrado Corazón De Jesús)’ alcanzó los 500 miembros, su creadora colgó un vídeo con las fotos desvaídas que le habían ido llegando y fondo musical de Rosa León (Debajo de un botón tón tón). ‘Una chapucilla para celebrar los 500’, dice la autora que prefiere que no se publique su nombre (tiene 45 años y 48 amigos en Facebook). ‘No tengo ningún interés en que los todos los integrantes del grupo conozcan mi identidad, algunos la saben, pero pocos’, explica misteriosa. En su Facebook personal tiene la máxima privacidad y suele rechazar invitaciones de amistad de ex compañeros: ‘Yo en el colegio era una mosquita muerta, no entiendo porque se quiere hacer amiga mía gente que nunca me dirigió la palabra y que no creo que ni se acuerde de quién soy’. ¿Por qué entonces montar un grupo de reencuentro? ‘Aburrimiento y morbo’, explica con retranca gallega. ‘Me acababan de operar, estaba de baja, tenía curiosidad… no esperaba que tanta gente se apuntase, pero ha sido divertido’. Sus recuerdos no son nada románticos: ‘¡Imagínate!, un colegio de monjas en los setenta era como una burbuja, no nos enterábamos de nada y la disciplina era muy dura’, dice. ‘Personalmente, no me apetece ver a nadie, sino enterarme qué fue de sus vidas’. Saciada la curiosidad digitalmente, ¿para qué someterse a la posibilidad de una cena incómoda?
Foto do sarau
‘En Facebook desaparece la ansiedad que existe ante las reuniones de ex alumnos, no tienes tantos nervios, no hay tanto misterio ni tanta competencia, puedes asomarte a tu pasado sin la implicación emocional que supone un encuentro cara a cara. Y de llegar éste a producirse, ya no tienes que mantener la interminable conversación sobre qué has hecho en los últimos 30 años porque te has documentado online‘, opina el investigador de la Universidad de Stanford y autor del libro La psicología de Facebook BJ Fogg (884 amigos). ‘Igual que cuando estábamos en el instituto, nos gusta ser aceptados y admirados, somos animales sociales; la diferencia es que ahora no somos tan torpes como entonces, sabemos vendernos mejor: en Facebook la gente cuelga vídeos de sus preciosos hijos, pero no se dedica a airear sus problemas o sus achaques a no ser que sea para bromear sobre ellos. Es un medio ideal para mantener relaciones débiles’.
Pero no seamos cínicos, tiene que haber algo más aparte del deseo de acumular contactos, el morbo y las tardes aburridas sin nada mejor que hacer que ponerse a rebuscar amigos de la infancia. ¿Dónde está el placer?
‘Me hizo muchísima ilusión volver a verlos’, dice Irma desde La Gomera. ‘A mí lo que me gusta es recordar los viejos tiempos, no me interesaba tanto saber lo que está haciendo ahora la gente’. Tanto le gustó compartir fotos y recuerdos que promovió una quedada para convertir en merendola tangible la reunión digital. Para organizar el evento hubo que recurrir al viejo cara a cara: un pequeño grupo se reunió varias veces en la cancha del barrio para cerrar los pormenores (la fiesta sería en la Laguna Grande, abrirían una cuenta para que los asistentes ingresasen 10 euros, sería el 23 de mayo…). Acabaron apareciendo en los periódicos. ‘Emotivo encuentro de antiguos alumnos y profesores’ tituló después La Gomera Noticias, que incluyó una foto del sarao en su artículo. ‘Fuimos unas 60 personas, casi todos treintañeros, algunas vinieron desde Tenerife, nos lo pasamos bomba, pensamos repetirlo el año que viene’, dice Irma, emocionada. ¿Se retomaron viejas amistades? ‘Los que seguimos en La Gomera ahora tenemos más contacto, en vez de hola y adiós, nos preguntamos por los niños, sabemos si alguien está enfermo… pero tampoco quedamos, lo divertido es hacerlo con todo el grupo’.
Carinho latente
‘Reunirte esporádicamente y sin mayor compromiso con gente con la que has compartido experiencias agradables y abstraerte un rato de las complicaciones de la vida adulta tiene su encanto’, opina el catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco Enrique Echeburua (59 años, 0 amigos porque no está en Facebook, ‘prefiero distraerme en la naturaleza’, dice). ‘La nostalgia, como la genealogía, están de moda’, explica, y puntualiza: ‘No hay nada de malo en hacer concesiones a nuestra infancia perdida, el problema es cuando el pasado pesa más que el presente o el futuro, cuando esa nostalgia encubre una pobreza de tu vida o tus relaciones actuales, la búsqueda de raíces solo es insana cuando es escapista y te quita mucho tiempo’. Así que el boom de rencuentros también puede responder en parte a ese peterpanismo que gastamos. El efecto Cuéntame.
‘Nostalgia pura’. Juan Higuera (35 años, 199 amigos) tiene clarísima la motivación que le llevó a crear el grupo ‘Ex alumnos CP Luis Cernuda’ en Facebook (160 miembros). Con la lista de asistencia en la memoria (‘¡cómo no me iba a acordar de todos los nombres y apellidos si nos la pasaban todos los días!’) rastreó uno a uno a sus compañeros de la generación del 75, grupo B. La mayoría de los contactados se apuntaron, ‘aunque hemos tenido algún caso de gente que no quiere saber nada’, admite Juan. Informático de carrera y nostálgico de afición (entre los gustos de su perfil: Star Wars, Grease y series ochenteras como El equipo A o V), Juan había intentado hace años reconectar sin éxito con sus compañeros en webs especializadas (como quefuede.com, tuclase.com o antiguosalumnos.com a las que Facebook ha hecho redundantes). Esta vez lo consiguió y montó una quedada. ‘Fue superemocionante: yo me abracé con el que había sido mi compañero de pupitre ocho horas al día durante ocho años y nos echamos a llorar como dos idiotas’. Hubo varias sorpresas, la mosquita muerta se había convertido en una mujer extrovertida, el repeinado se hizo hippy, el ligón había descubierto su homosexualidad… Aunque algún romance se despertó con un ingenuo ‘pues tú a mí me hacías tilín’, los malos rollos se habían superado: ‘¿Cómo vas a seguir enfadado con el que te pegabas de pequeño? Ya no somos niños’, dice Juan. Desde aquella primera reunión ha perdido la cuenta de las veces que ha quedado con los compañeros con los que hizo mejores migas. Quizás esa es la última motivación para retomar viejas amistades: encontrar nuevos amigos (en el sentido clásico) con quienes mantener relaciones que vayan más allá de un par de comentarios banales en una página web. En todo caso, toca descubrir si aquel niño que fue tan importante para nosotros nos sigue cayendo bien como adulto. ‘Lógicamente tienes que crear una relación basada en aquel cariño latente pero totalmente nueva, hablar de los profesores y del cole no da para tanto… hay que encontrar nuevos puntos en común, reconectar, pero de verdad’.
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Se nunca fomos amigos, por que agora?
En Internet existen decenas de vídeos con parodias sobre cómo sería Facebook ‘en la vida real’. El protagonista está tranquilamente en su casa (generalmente en pijama, con rulos o viendo la tele) y alguien llama a la puerta. Es un completo desconocido. ‘Hola, me sentaba detrás de ti en octavo, ¿quieres ser mi amigo?’. ‘No nos llevábamos muy bien, pero, ¿puedo ver tu álbum?’. ‘Te acabo de etiquetar en esta foto en la que sales con granos y aparato, ¿te gusta?’. Etcétera. El humor es un síntoma de que estamos ante una situación nueva: ¿Qué hacemos con viejos conocidos que quieren retomar un contacto, aunque sea sólo en Facebook, que ya no nos interesan?
‘Cuando te encuentras en la calle o en una reunión con tus ex compañeros te saludas, charlas un rato, la cosa queda ahí y nadie se ofende’, explica el profesor de psicología social Isidro Maya Jariego. ‘En Facebook no me parece descortés responder amablemente un mensaje del tipo ¿qué es de tu vida? y luego declinar la solicitud de amistad sino quieres compartir más con esa persona’. La idea es que las redes sociales digitales no son ‘excepcionales’, simplemente no las manejamos del todo.
‘Estamos experimentando con la tecnología y podemos ser más o menos competentes y calcular mejor o peor las consecuencias’. Por ejemplo: apremiado por la cortesía o la ilusión del momento uno acepta como ‘amigo’ a un adulto -que puede o no tener nada que ver con el niño que fue- sin prever que lo va a tener en su muro para siempre. Y ese señor calvo que fue Pepito entra a formar parte de un grupo de espectadores de nuestra vida cotidiana entre los que, además de fantasmas de la infancia, hay colegas de la oficina, o peor todavía, jefes. Gente con la que quizás no quieras compartir tu estado de ánimo, tus fotos en bikini o tus aficiones.
‘Hay una falta de segregación de espacios sociales en este tipo de redes’, dice Maya Jariego, ‘pero en el futuro la gente tenderá a hacerlo cada vez más’. Los usuarios seremos más eficientes ‘gestionando nuestras amistades’ (‘aunque suene a una contradicción en términos’) y la herramienta permitirá ‘modular’ mejor cuán amigo de cada quien eres.
‘La primera vez que me reuní con los creadores de Facebook les dije que era una herramienta torpe porque no permite jugar diferentes roles y segregar las relaciones; ellos me contestaron que su filosofía era ser abiertos’, recuerda el experto en redes de Standford BJ Fogg. ‘Desde entonces han proporcionado a sus usuarios maneras de crear listas y bloquear contenidos pero casi nadie lo está haciendo’. Fogg (que tiene mil personas en ese limbo de las solicitudes de amistad que ni se aceptan ni se ignoran) apunta dos razones: la gente es por naturaleza perezosa y Facebook no lo pone tan fácil ‘porque aparte de esa fe en que es bueno compartir todo con todos, cuanto más abiertas sean sus redes más ingresos obtendrán de sus anunciantes’.
La pelota está en el tejado del usuario, hay que pensar antes de agregar. Y si el mal ya está hecho habrá que empezar a echar marcha atrás. ‘Ignorar o borrar a alguien en Facebook puede resultar violento o incómodo’, admite Maya Jariego, ‘pero también lo es distanciarse de un amigo en la vida real’. Y eso llevamos años haciéndolo sin pestañear.