‘En el ejercicio de la profesión periodística la técnica y la ética se suponen consubstanciales porque, siendo la finalidad de ambas la misma, su conjugación se considera indispensable. Los periodistas colombianos Javier Darío Restrepo y María Teresa Herrán explican esto así: ‘Los principios éticos señalan como supremo valor del periodista su veracidad, mientras que las normas técnicas le indican los métodos más eficaces y rápidos para llegar a la verdad … La técnica se coloca al servicio de la ética y ésta, a su vez, se convierte en el alma de la técnica.’
Más allá de las técnicas para la obtención de la información, las correspondientes a la producción y a la distribución de ella por la prensa escrita son las técnicas de redacción, ilustración y diagramación. La redacción es la principal de éstas y su instrumento lógico y evidente es el lenguaje.
El modo de emplearlo propio de la prensa, la forma peculiar de relatar hechos y expresar conceptos que ella tiene, constituye el estilo periodístico.
Éste tiene dos características: la propiedad, que es la general, y la eficacia, que es la particular. La propiedad se refiere al uso del idioma de conformidad con las normas que lo rigen. La eficacia se refiere a la aptitud para poder comunicarse, para expresarse de manera que el público se sienta inclinado a asimilar los mensajes y que, al hacerlo, comprenda su contenido sin dificultad.
Para lograr la eficacia, el estilo periodístico aplica lo que podría llamarse la fórmula ‘ABC’: ser atractivo, breve y claro. Este último componente – el requerimiento de lucidez y llaneza – conlleva el compromiso del periodista, en su búsqueda de la verdad, con la virtud de la precisión, producto de la amalgama de exactitud, minuciosidad, rigor y escrupulosidad.
En la práctica periodística las fallas en cuanto a la propiedad son más frecuentes y notorias que las fallas en cuanto a la eficacia. Evidencias de ello en Bolivia dan estudios del periodista y miembro de la Academia de la Lengua, Raúl Rivadeneira. Por ejemplo, el uso de vocablos inexistentes en el idioma español como ‘aperturar’ (en vez de abrir), ‘lecturar’ (en vez de leer, revisar o examinar) y ‘recepcionar’ (en vez de recibir). O el recurso innecesario a voces foráneas, como el anglicismo ‘doping’ (en vez de dopaje) y el galicismo ‘salvataje’ (en vez de salvamento).
También la incorrección de decir ‘climatérico’ al referirse al clima (en vez de climático). Y, el empleo de la expresión ‘A la cabeza de …’ que Rivadeneira comenta así: ‘Esta locución adverbial significa presidir, estar adelante o en primer lugar. Ejemplo: ‘Los dirigentes obreros estuvieron a la cabeza de la manifestación’. Debe evitarse la forma incorrecta muy frecuente: ‘La manifestación estuvo a la cabeza del secretario general.’
En todas partes, por supuesto, se cuecen habas. El periodista ecuatoriano Simón Espinoza objeta el uso de ‘hubieron’ en vez de hubo con este señalamiento: ‘El verbo haber con el sentido de existir, ser tenido o estar, celebrarse u ocurrir, se usa siempre en singular aunque el nombre sea plural.’ Otro ejemplo viene del Manual de Estilo del diario venezolano El Nacional:
‘La forma ‘en base a’ es incorrecta. Sólo pueden usarse las formas ‘con base en’ y ‘sobre la base de’. — ‘A nivel de’ sólo es admisible en relación con alturas … Es error frecuente usar a nivel para indicar algo relativo a determinadas generalidades o contextos …’
El Código de Ética para los periodistas del Grupo de Prensa Líder consigna esta norma: ‘Los editores del Grupo Líder deben poner el máximo empeño en evitar errores de precisión, los cuales minan la credibilidad del periódico como cualquier falla ética. Los errores más comunes y que más irritan al lector aparecen en lo siguientes elementos: a) Ortografía; b) Nombres propios; c) Números; d) Cargos y ocupaciones; e) Referencias culturales; f) Referencias históricas y geográficas; g) Frases célebres; h) Superlativos (o la presentación de un producto como el mejor; i) Datos falsos’.
Un lector de El Deber, de Santa Cruz, cabecera de dicho consorcio de ocho diarios, el señor Gustavo Vargas V., encontró algunos errores de éste justamente como los indicados en dicho código. En la edición del 24 de diciembre pasado, anota, hay en la página ‘Contacto’ una fotografía de una camioneta estacionada de manera atravesada sobre una acera, como lo indica la leyenda, pero el título de ésta habla de calzada, que es el área por donde circulan los vehículos, no los peatones.
En la página 15 del Anuario de la misma fecha, añade el lector, una nota de encabezamiento sobre unos bancos con sobreprecio indica que son de doble ‘loza’ (con zeta) que corresponde a porcelana, cuando debiera haber indicado que eran de losa (con ese) por referirse a una plancha hecha con mezcla de arena, cemento, ripio y agua.
En la página 19 del indicado Anuario una nota habla de unos ‘desagues’ (sin diéresis) cuando debiera haber dicho desagües (con diéresis). Y en la edición del 26 del mencionado mes, termina el señor Vargas, una nota referente a un hombre que mató a sus hijos lo llama ‘oriundo de la provincia Zudáñez de Sucre’, lo que no corresponde por no existir un Departamento llamado Sucre.
Deseoso como está el Grupo Líder de escuchar a sus lectores para mejorar su desempeño, sin duda El Deber no sólo ha de tomar en cuenta las anotaciones del señor Vargas sino que se empeñará en afinar sus mecanismos de control editorial e intensificar su accionar autocrítico para asegurar el óptimo cumplimiento de sus atinadas normas.’