Se cumplen ahora mis 50 años de periodismo, el oficio más odiado por el poder que, cuando puede, lo amordaza. Mis amigos me han hecho a lo largo de este medio siglo de informador y analista una serie de preguntas, sobre el cómo y por qué ser periodista.
He hecho en estos años cientos de entrevistas a los demás y, en homenaje a mis lectores de ayer y de hoy y a la curiosidad de mis amigos voy a tentar una especie de entrevista a mi mismo, sirviéndome de sus preguntas.
>> ¿Que por qué escogí ser periodista y no profesor, por ejemplo?
Porque siempre me fascinó la noticia y porque quería contar a la gente lo que los poderosos luchan para silenciar, ya que el periodismo que no sea aguijón del poder es sólo propaganda y publicidad.
Aprendí el oficio, no en la facultad de Ciencias de la Información, sino de la mano de tres maestros del periodismo que me encontré cuando entré a trabajar en el desaparecido diario vespertino madrileño Pueblo, hace ahora medio siglo. Eran los tiempos duros de la dictadura franquista, tiempos de censores que “trabajaban” hasta dentro del periódico.
Lo dirigía el autodidacta, Emilio Romero, que a veces rasgaba mis crónicas y me decía: “Eso no sirve”. Otras, pedía que fueran en primera. Me defendió cuando Fraga Iribarne, entonces ministro de Información le pidió que me echara por mis críticas en mi columna Las cosas claras. No me echó. Lo dejé yo mismo durante el proceso de Burgos, como protesta contra el franquismo. Fue ese mismo día cuando la RAI-TV me dio trabajo en la Italia democrática, hasta que apareció El País.
Con Emilio Romero dirigían el periódico, haciendo malabarismos para decir sin decir, para dejar entender lo que no se podía publicar, Jesús de la Serna, imagen del maestro de periodismo serio, de gran calado humano, que no se cansaba de repetirnos que el periodismo era un oficio, como el del ebanista o el del herrero, no una profesión.
Completaba el terceto, el genio de Juan Luis Cebrián, mi redactor jefe con apenas 20 años, que acabó fundando este diario con apenas 30, al que me convocó meses después de su salida, nombrándome corresponsal en Italia y en el Vaticano.
Ellos tres me proporcionaron quizás la experiencia más interesante de mi carrera: ser enviado especial del diario al Concilio Vaticano II, del que el 12 de octubre próximo se cumplen 50 años. Informar de aquella experiencia revolucionaria durante la dictadura bendecida por el episcopado español, el más reaccionario entonces del Concilio, fue toda una epopeya y un formidable aprendizaje.
>> ¿Dos cualidades indispensables del periodista?
La curiosidad y la falta de miedo para no dejar nunca de ser la conciencia crítica de los poderes, laicos o religiosos, políticos, económicos o culturales los cuales tienden, todos, a prevaricar sin el control de la prensa. Sin curiosidad por la noticia, es decir por lo que cada segundo está engendrando la Historia, mejor ser tendero. Y si es para ser complacientes con los poderes de turno, mejor trabajar con ellos y para ellos.
Hace sólo dos dias me preguntaron en una entrevista para la televisión aquí en Brasil, cual era la “historia menor”, de mis 50 años de periodismo. “Todas”, porque el periodismo es como la vida, un entramado de informaciónes que constituyen el quehacer de cada dia de la gente y de los pueblos. Las historias mayores son siempre pocas, o a veces somos nosotros los que las hacemos grandes, cuando en realidad la verdadera grandeza de la vida pulsa en lo cotidiano, en el trabajo, en las relaciones, el amor y el dolor. Y en los atropellos a los indefensos. No hay historia menor para un periodista porque la noticia es la fotografía de la realidad, que pocas veces es superlativa o gloriosa.
>> ¿Que si vale todo en el periodismo con tal de dar antes la noticia?
No, no y no. Por encima de la audiencia está la ética, el respeto a la persona humana. Un periodista que ante un crimen lo que le interesa es correr cuanto antes a dar la noticia, sin detenerse a denunciarlo a la policía o a socorrer una víctima, merece desprecio y debería ser incriminado. Lo ha denunciado muy bien en su blog, Javier Valenzuela, días atrás.
>> ¿Si viví momentos de miedo o de peligro?
Pocos, porque no fui reportero de guerra y además tengo miedo a la violencia. Como cualquiera de mis colegas viví, claro, momentos difíciles, como cuando en el primer viaje a Polonia con Juan Pablo II, nos detuvo la policía comunista a mi y a un comopañero de Efe y nos llevó a empujones a una comisaría a las afueras de Danzica, por habernos sorprendido haciendo fotografías fuera de la ruta papal oficial.
Creiamos que nos iban a moler las costillas. Nos impidieron llamar a la embajada y al séquito papal. Fue una pequeña pesadilla. Nos arrojaron literalmente a la calle, después de infinitos interrogatorios, en el corazón de la noche, como dos sacos de patatas. No sabiamos ni donde estábamos
Tuve miedo también una vez a bordo de un helicóptero militar sin radar que me llevó al escenario dantesco de un terremoto en Italia. Aún suenan en mis oidos los gritos de las personas enterradas vivas bajo los escombros, mientras la tierra seguía temblando y las casas desmoronándose a nuestros piés.
El susto fue compensado con la alegría de poder llevar en mis brazos, a la vuelta, a un niño de cuatro años dado por muerto y perdido entre las ruinas. Al llegar al aeropuerto de Nápoles, la sorpresa: un médico vió que aún respiraba.
>> ¿Mi entrevista más dificil?
La que hice una mañana al genial cineasta italiano, Federico Fellini, el artista más tímido que conocí en mi vida , lleno de manías. Pretendía que a mis preguntas respondiera, su chófer , que “sabía de cine más que él” decía tan serio.
Después de mil negociaciones pude hacerle mi primera pregunta. Fellini, enfundado en su inseparable sombrero de fieltro y su bufanda granate, no me miraba. Estaba haciendo dibujos de tebeos, que fue su primer amor, en una hoja de papel. Me miró sólo para decirme: “!Vaya pregunta idiota!”.
La que fue magistral fue su respuesta, como genial era todo en él. La pregunta era acerca de cómo habían nacido los títulos de sus películas más famosas.
>> ¿Y el momento más doloroso?
Mi visita junto con el papa polaco Karol Wojtyla, a la celda de la muerte en el campo de concentración de Auschwitz, donde conseguí colarme con la pequeña comitiva vaticana. Era en aquella celda donde dejaban morir de hambre y sed a diez presos cada vez. Eran diezmados de los barracones cuando alguien tentaba huir del campo.
>> ¿Que si mis artículos fueron alguna vez censurados?
Sólo por la censura franquista durante la dictadura. En este diario, jamás. En la televisión y en los periódicos italianos para los que escribí entonces, tampoco.
>> ¿Lo más dificil que me pidió Cebrián, el fundador de este diario y durante 14 años mi director?
Una entrevista, en el Vaticano con el Substituto del Papa Juan Pablo II, el riojano Monseñor Martínez Somalo. Era pedir un imposible en aquel momento. La condición fue que yo, que era corresponsal Vaticano y muy poco complaciente, estuviera presente.
Supe el por qué durante el encuentro que duró tres horas. A un cierto punto, en el que Cebrian se quejaba de las presiones de la Iglesia Española contra el periódico y que le habían pedido mi cabeza, el Substituto del papa, le dijo a Juan Luis: “Pregunte a su corresponsal si alguna vez le hemos llamado para presionarlo o amenazarlo. Y no me dirá que no nos fustiga a diario”.
Recuerdo que le respondí: “Es cierto. Nunca me han llamado ni amenazado, pero es que ellos saben que yo publico sólo la mitad de lo que sé”. Mons. Somalo, un riojano campechano, acabó riéndose para quitar tensión a la conversación. Acababa de sonar la campanilla que anunciaba que el Papa le estaba esperando.
>> ¿Lo más difícil y desagradable de mi vida de periodista?
Los años que ejercí como Defensor del Lector, ya que conllevaba el ser a la vez juez de los errores de tus compañeros. Muy duro.
>> ¿Lo que más me ha ayudado en el periodismo de mis otros estudios universitarios?
La psicología. Cuando tengo que hacer una entrevista a algún personaje importante o difícil, mis estudios sobre el coloquio con un paciente, me hacen recordar que el entrevistado es como el enfermo y el periodista como el médico o como el profesor que examina al alumno ¿Quién es el que está allí con miedo?
Recuerdo de personajes estrellas y difíciles, empezando por el entrañable José Saramago, que después de una entrevista para el diario o para un libro, me preguntaban: “¿Cómo te parece que ha salido?”, como diciendo, ¿me ha ido bien el examen?
>> ¿Lo más agradable de mi oficio?
Este blog donde puedo escribir con esa informalidad y sello personal, como lo demuestra este post, lo que no siempre permite la información del periódico.
>> ¿Mi mayor riqueza en estos 50 años de periodismo?
Ustedes, las lectoras y lectores, sin los cuales el periodismo se enferma y muere, mientras los canallas hacen fiesta. Por eso no creo en otros controles de prensa que los que ejercen los lectores cuando nos dejan de leer.
>> ¿Qué haré ahora al celebrar mis 50 años de periodismo?
Pensar en el nuevo artículo para mañana. Soy sólo periodista y pocas cosas más sé hacer profesionalmente, que me den tanto placer en mi vida.
Ah, y un abrazo a todos mis compañeros, a los de ayer y a los de hoy, a los que ya se fueron a descansar para siempre y a los que están sufriendo la garra de la crisis, que como todas ellas, han sido engendradas por los que seguirán disfrutando sobre nuestra piel, sin ni siquiera perder el sueño.
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[Juan Arias é jornalista e escritor traduzido em dez idiomas. Foi correspondente do El País por 18 anos na Itália e no Vaticano, diretor do suplemento cultural Babelia e ombudsman do El País. Está há 12 anos no Brasil, de onde escreve para seu jornal e colabora na seção “Opinión”.]