La Comisión de Cultura, Medios y Deportes del Parlamento británico ha llegado a la conclusión de que el magnate australiano Rupert Murdoch pudo levantar en su día un imperio periodístico y, sin embargo, no estar ahora en condiciones de dirigirlo. Esta sería la única explicación que la Comisión ha podido encontrar a la última comparecencia de Murdoch en el Parlamento, donde trató de autoexculparse del escándalo de las escuchas que ha llevado a la cárcel a la consejera delegada de News Corporation, Rebekah Brooks, y a perder la presidencia de todas sus empresas en el Reino Unido a su hijo James.
Ante unos diputados cada vez más atónitos, Murdoch aseguró carecer de cualquier responsabilidad en los hechos y se presentó a sí mismo como víctima de una conspiración de silencio por la que todas las personas de su confianza violaban la intimidad de figuras relevantes en el Reino Unido sin que él lo ordenase ni lo avalara. Como el resto de los lectores o los telespectadores británicos, él se enteraba por la prensa. Solo que, a diferencia de esos mismos lectores y telespectadores, la prensa por la que se enteraba era suya.
Si algún país sabe de prensa y de imperios, ese es el Reino Unido. Por lo tanto, habrá que tomarse muy en serio la diferencia establecida por la Comisión de Cultura, Medios y Deporte del Parlamento británico entre levantar imperios periodísticos y dirigirlos. Si Murdoch se declara inocente se estará declarando, al mismo tiempo, incapaz. Pero si se declara capaz, entonces no podrá seguir declarándose inocente. En un caso arriesgaría su imperio periodístico y en el otro, lo que decidan los jueces.
Tal vez Murdoch no tenga que pronunciarse en tan dramática disyuntiva. Los diputados laboristas integrados en la Comisión desean declararlo incapaz. Los conservadores están en contra, aunque sin declararlo inocente. Sea cual sea el desenlace, el Murdoch que salga de esta investigación no será el mismo que se vio sometido a ella. Y otro tanto ocurre con su imperio, corroborando el inexorable ciclo de auge y caída que padecieron tantos otros en la historia. Poco importa que estos fueran políticos y el suyo, periodístico.
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