Sunday, 22 de December de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1319

‘Alguns jornais estão atirando em si mesmos’

Cuando a Jeff Jarvis le fue diagnosticado un cáncer de próstata y de pene, no se le ocurrió otra cosa que contarlo abiertamente en su blog. Sí, ¿por qué no?, pensó. Por qué no reflejar aquello que le estaba ocurriendo, por qué no compartirlo con sus seguidores en buzzmachine.com, su bitácora, una de las más demoledoras con los grandes grupos de comunicación, con los resistentes al cambio, con los ‘dinosaurios’ de la era impresa. El 10 de agosto de 2009 lo contó. Como cuenta él las cosas, sin pelos en la lengua.

La cuestión de la privacidad es uno de sus nuevos caballos de batalla. Considera que los que agitan el fantasma de la pérdida de privacidad limitan las posibilidades de crear comunidad en la Red. ‘La privacidad es como una especie de paraguas que usamos ahora para esconder nuestros miedos a las nuevas tecnologías’, espeta, erguido en la butaca de su despacho en la City University de Nueva York (CUNY).

Pregunta. El bloguero Mark Dery le acusó entonces de compartir demasiado en la Red por hablar tan abiertamente de su enfermedad.

Respuesta. Sí, es la única persona que me ha criticado por hablar abiertamente de mi cáncer de próstata y de pene. Esa noción de compartir demasiado es una crítica. Viene a decir que no quiere saber eso de mí: ‘Compartiste demasiado’. La respuesta es fácil: ‘No me leas’. Lo que le pasa es que Dery tiene una visión mediática. La gente de los medios vemos Internet como si fuera un medio; esperamos que actúe como un medio: producido, editado, pulido, limpio, controlado. Pero Internet no es un medio; es un sitio. Internet es sociedad, un espacio donde nos conectamos con los demás; con información, con acciones, con transacciones. Hay gente buena, gente mala, gente inteligente, gente estúpida. Internet es vida, la vida es desordenada, y así es Internet, desordenado. Y eso es lo que gente como Dery no puede entender ni soportar. Ven una página como si fuera la de una revista, y no lo es; no tiene nada que ver. Es también el problema de los grupos de comunicación: siguen creyendo que Internet debería operar como su industria. No. El control de Internet lo tiene la gente, es de la gente. Ahí somos invitados, y si no añadimos valor, sobramos.

Así es Jeff Jarvis. Agudo y certero en sus dardos. Irónico cada vez que la ocasión lo permite. Incorrecto. Como decía hace unas semanas Bill Keller, director de The New York Times, un hombre al que le gustan los grandes pronunciamientos. Como dirían las más de 100.000 personas que visitan su blog, o las más de 42.000 que siguen sus mensajes en Twitter, una referencia.

Jarvis, en cualquier caso, es de los que no dejan indiferente a nadie. Circunstancia esta que cultiva con ahínco.

Llegan ecos de sirenas y cláxones a su despacho en la escuela de periodismo de la Universidad. Estamos a un par de manzanas de Times Square, en el corazón de Nueva York. A sus 56 años, Jarvis se dedica a sus clases, a sus negocios -el sitio web Daylife-, a su blog y a animar el cotarro. Estuvo a punto de estudiar para abogado, pero lo dejó al darse cuenta en el periódico del colegio de que tal vez podría vivir de escribir. Trabajó durante años en televisiones y periódicos, en el Chicago Tribune, en el San Francisco Examiner. Fundó la revista Entertainment Weekly hace 20 años. ‘Soy un tío de papel, con barba blanca’, bromea, recordando sus inicios. El 11-S supuso para él el salto del mundo impreso al mundo web.

Jeff Jarvis se encontraba a una manzana de la Torre Sur cuando esta se derrumbó el día del fatídico atentado. Ni corto ni perezoso, se puso manos a la obra y empezó a entrevistar a todos los protagonistas directos a los que tuvo acceso; algo que, confiesa, su mujer aún no le ha perdonado. Envió como siempre su crónica, pero se dio cuenta de que le habían quedado fuera tantas cosas que contar… Así que menos de una semana después del atentado abrió su primera bitácora. Desde entonces, está enganchado. ‘Esto me enseñó un nuevo modelo de cómo los medios deberían operar: más como una conversación y un proceso que como un producto. Pero todavía no me he hecho del todo a la idea del alcance del cambio que vamos a ver’.

Sobre su mesa, un Mac portátil -ordenador Macintosh-, un Mac de mesa, dos iPhone y un iPad empaquetado. Uno de los últimos gestos-espectáculo de Jarvis antes del verano fue colgar un vídeo en el que, despotricando del iPad, devolvía a la tienda Apple su tableta. Jarvis sostiene que el iPad es retrógrado, que vuelve a considerar al público como una audiencia en vez de como a gente que comparte y participa del proceso. ‘Los directores de periódicos están encantados usando el iPad, ven la oportunidad de recuperar el control que han perdido. Pero ya no hay vuelta atrás. La gente se ha acostumbrado a navegar. No va a funcionar. Si la tableta no te permite enlazar, tener Google, añadir comentarios, pierde todo lo sexy de Internet’.

P. Rosental C. Alves comentaba hace poco en Lisboa que se hallaba en una especie de crisis existencial. Acostumbrado a ver auditorios de periodistas asombrados ante los grandes cambios que él vaticinaba, ahora ya ve que la gente ha asumido la revolución digital. ¿Le ocurre a usted algo similar?

R. Tiene razón. Hubo un tiempo en que gente como Rosental y yo empezamos a hablar de los cambios que veíamos venir y fuimos condenados y pateados. Ahora ya no. Lo que vemos ahora es la dura realidad del negocio de las noticias que nadie puede negar. La resistencia que vimos, el esfuerzo de proteger el pasado, no se ha ido del todo, sigue ahí. Pero el cambio es inevitable, es enorme y está encima de nosotros. Y lo que vemos ahora son empresas mediáticas más desesperadas que nunca pensando qué hacer con todo esto, tal vez, demasiado tarde.

P. ¿Demasiado tarde por qué?

R. He pasado muchos años en este negocio, he trabajado duro para mantenerme al día, y pienso que algunos aún pueden reaccionar. Pero el cambio, en muchos casos, será demasiado grande y doloroso. En Washington está The Washington Post, uno de los mejores periódicos norteamericanos, y nuevos sitios web como Politico o tbd.com, dirigido por Jim Brady, que compiten en la cobertura de la política. Estos nuevos sitios trabajan con dos docenas de reporteros, construyen una red de colaboradores y blogueros y se aprovechan de todas las ventajas de la economía de Internet; una de ellas, hacer las cosas sin coste. ‘Haz lo que mejor sabes hacer y enlaza lo demás’, esta es una de mis frases baratas para presentaciones en PowerPoint. Trabajando en red, colaborando, se ahorra dinero, se funciona con eficiencia. Cuando The Washington Post saque una gran historia, Brady proporcionará el enlace a esa gran historia. O sea, él opera con pocos costes. ¿Cómo va a redimensionarse The Washington Post, con 745 periodistas en su redacción, en este nuevo mundo eficiente? Es caro y, culturalmente, muy complicado. El coste de redimensionar el negocio, de perder empleados, de quitarse de en medio activos, es alto. Va a ser muy difícil para algunas grandes instituciones cambiar lo suficiente; y mientras tanto, van a emerger nuevos emprendedores que verán las oportunidades de negocio para irrumpir.

Jarvis habla rápido, devorando sus propias palabras. Sus frases se atropellan intentando seguir en vano el ritmo de sus ideas.

P. Hay quien dice que los medios tradicionales pecaron de arrogantes en la conducción del debate público.

R. Al principio era una arrogancia natural que provenía de los medios de producción y distribución. ‘Yo, editor, tengo acceso a publicar; tú, no; yo decido qué se publica, esto se convierte en mi responsabilidad, no en la tuya’. Y los medios se tomaron su responsabilidad muy en serio. En ese punto del proceso, no era arrogancia, era necesidad. La arrogancia llegó cuando ya todos pudimos publicar. Y lo que vimos, y seguimos viendo, son periodistas mirando por encima del hombro a esos blogueros y a sus lectores. Es peligroso colocarte por encima de tu público. Pero todo eso responde al miedo al cambio.

P. Bueno, los blogueros también deciden, ellos solos, lo que van a publicar y lo que no, y cuál es el tema del día.

R. Sí, totalmente.

P. O sea, que la arrogancia también puede trasladarse y de hecho se traslada a algunos blogueros…

R. Sí, por supuesto. He visto a blogueros mirando por encima del hombro a los viejos dinosaurios de los medios tradicionales, y eso también es peligroso.

P. Dice usted que, en periodismo, el valor ahora es la selección e intermediación en vez de la creación. Para que haya intermediación, hará falta que alguien cree algo, ¿no?

R. Desde luego. Pero hay necesidad de ambas cosas. En un mundo de hiperabundante oferta de contenido, lo caro no es crear el contenido, sino encontrar el mejor contenido. No es que sea gratis crearlo, pero hay tanto que elegir que la selección se convierte en una gran necesidad. Y ese es un papel editorial. Los periodistas nos convertimos más en seleccionadores de información que en creadores de información. El otro hecho económico es que hay dos maneras de añadir valor en Internet. A la gente no le gusta oírlo, pero yo suelo decir que es la economía de la tinta frente a la economía del enlace (en inglés, ink versus link). En la economía del enlace es el enlace el que aporta valor: un contenido sin enlace no tiene valor, nadie lo ve; gana valor a medida que genera enlaces.

Jarvis explica que The Huffington Post, enlazando a un contenido de The New York Times, le aporta audiencia. Y argumenta que son los medios los que deben buscar la manera de monetizar esa audiencia; poniendo publicidad, por ejemplo, en esas páginas; y tal vez compartiendo los ingresos del anuncio con The Huffington Post. ‘Es un modelo de negocio muy distinto del modelo tradicional de contenidos. Son distintas estructuras económicas’.

P. Rupert Murdoch afirma que los que agregan contenidos son plagiarios.

R. Murdoch está intentando buscar un culpable por su falta de estrategia. Murdoch recibe visitas de enlaces de la gente, de búsquedas de la gente… Si los medios no encuentran la manera de monetizar eso, es su culpa. Si Murdoch dice a la gente que es inservible, ese es su peor negocio.

Jarvis tiene respuestas para todo. Escribe a diario en su bitácora, imparte sus clases, sus conferencias, así que ante cada pregunta parece que abriera el cajoncito mental correspondiente y sacara su respuesta, siempre articulada, meditada, escrita, previamente blogueada.

Sostiene que el papel aguantará poco. ‘Algunos periódicos en grandes mercados pueden morir, pero creo que algunos se están disparando a sí mismos’. Dice que los diarios están inmersos en un proceso de adelgazamiento y que cuando se reduzcan los ingresos por publicidad dejarán de imprimir. ‘Google comparte riesgos con los anunciantes (por clics), la prensa tradicional no. Tiene éxito con los anunciantes porque les ofrece un mejor trato’.

El año pasado publicó ¿Y Google cómo lo haría? Ahora está preparando otro libro: Private parts. Privacy on the Internet. La tesis: demasiada privacidad conduce a una pérdida del sentido de comunidad. Aunque crítico con la manera de operar de Facebook, da la batalla con el asunto del miedo que generan las redes sociales por la cuestión de la privacidad. Un miedo que le recuerda al que desencadenó el nacimiento de la cámara Kodak. Fue la primera vez que la cuestión de la privacidad llegó a instancias legislativas en su país, en 1890, según relata. Entre 1890 y 1910, la gente que poseía esas cámaras eran los llamados kodakers y eran expulsados de los parques en Washington: ‘Asustaron al mundo: ¡esa cosa nueva podía captar nuestra imagen y usarla! Ahora todos nos paseamos con cámaras. Está bien tener miedo al futuro y perderse en debates; pero el peligro es que te cierras a nuevas oportunidades’.

P. Ron Rosenbaum, columnista del sitio web Slate, dice que usted se ha convertido en el jefe de los pontificadores y que no tiene corazón cuando habla tan duramente de los reporteros, los escritores y los generadores de contenidos.

R. Sí, ese hombre tiene un problema conmigo [suspira]. ¿Qué se supone que debo hacer, llorar un galón de lágrimas?, ¿qué añade eso? Yo no he creado esa economía del enlace, estoy intentando describirla; es una realidad, y estoy intentando ver cómo se enfrenta uno a esa realidad; protestar ante lo que viene no te lleva a ningún sitio; gimotear, tampoco. La gente tiene que enfrentarse a su nueva realidad. Por eso enseño periodismo en la CUNY, hago cosas por los estudiantes, les entrenamos para que emprendan nuevos negocios. Esto es mucho más productivo que unas cuantas lágrimas.

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De frente y perfil

** Jeff Jarvis, 56 años, bloguero, gurú, profesor de la escuela de periodismo de la City University de Nueva York (CUNY) y director del programa de periodismo interactivo y nuevos modelos de negocio. Consultor de medios.

** Bloguero demoledor con las grandes corporaciones mediáticas y con los periodistas que considera obsoletos, es el defensor número uno de Google y el enemigo número uno del pago por contenidos en la Red. El año pasado publicó el libro ¿Y Google cómo lo haría?

** Sus datos. Más de 100.000 personas leen su blog, buzzmachine.com. Más de 42.000 personas siguen sus mensajes en Twitter.

** Su apuesta. Los viejos medios tradicionales lo tienen difícil para adaptarse al nuevo ecosistema, aunque es posible que algunos consigan reaccionar, sostiene. Surgirán plataformas de nuevo cuño que irrumpirán en el panorama mediático.

** Él. Casado y con dos hijos de 18 y 13 años. Se levanta a las seis de la mañana. Antes, lo primero que hacía era fumarse un cigarrillo. Ahora, lo primero, mira su Twitter.