Al abrir mi caja de mensajes esta mañana [domingo, 27/1] un lector refiriéndose a la publicación de la falsa foto de Hugo Chávez en este diario, me provoca : “¿Y ahora qué? ¿ donde queda la credibilidad de su periódico?”
Ello me ha llevado a preguntarme sobre lo que hace perder credibilidad a un periódico. ¿Lo ha sido por ejemplo este triste episodio de la falsa foto?
Lo hubiese sido si el periódico no hubiese publicado esta mañana el amplio reportaje titulado “Relato de un error de EL PAÍS” en el que se cuenta minuto por minuto cómo se llegó a la publicación de la foto y lo que se hizo nada más conocer la falsedad de la misma.
El periódico confiesa que se ha tratado de “uno de los mayores errores de su historia”. No ha tratado de minimizar la metedura de pata, ni de endulzar la píldora refiriéndose, por ejemplo, como ya he visto hacer en casos semejantes en algo como “son los gajes del oficio”, o “en el periodismo se trabaja a contrarreloj y estas cosas pueden pasar”.
O también descargar la responsabilidad en algún chivo expiatorio, generalmente ee el anillo más débil de la cadena sobre quien cargar toda la responsabilidad. Se le licencia del periódico y todos tranquilos.
No, el periódico ha hecho todo lo contrario. Ha empezado por reconocer su culpa desde el director, Javier Moreno que en el momento de la publicación de la foto estaba en Davos participando al Foro Económico Mundial, hasta el Director adjunto, Vicente Jiménez, a los subdirectores, redactor de internacional y responsables de la parte gráfica del periódico.
“Con Javier Moreno, toda la cadena en la trama de decisiones asume la gravedad de lo asumido y pide perdón”. Así, sin disculpas, sin amaños, sin, sí, pero, no. El periódico se equivocó y basta.
¿Ha perdido con ello credibilidad? Para mi que llevo trabajando ininmterrumpidamente en este periódico desde su fundación en 1976, EL PAÍS no sólo no ha perdido credibilidad con el episodio sino que la ha ganado.
No existen ni periódicos, ni institución humana que no cometan o puedan cometer errores. El gran error, lo que echaría por el suelo el prestigio de ellas, es el intentar esconder, minimizar y hasta negar la evidencia.
Cuando yo se que un periódico, cuando se equivoca, lo confiesa, lo explica, pide responsabilidades y perdón a los lectores, ello acrecienta mi credibilidad en él. La seguridad de que en caso de error, y de un error del bulto de esta vez, me lo van a explicar, no me lo van a negar y que ninguno de los responsables, desde la dirección del mismo, esconde la mano y más bien confiesa su culpa, me deja tranquilo. Ni quiero más, porque más no se puede pedir a nadie, ni a las personas , ni a las instituciones como tales.
Añadiría que me gustaría que otras instituciones, como la política, la bancaria, la financiera y hasta las iglesias, actuaran como lo ha hecho este periódico ante su resbalón.
No suele ser así. He visto pocas veces a un político importante, a un partido, a un presidente de la República o a un primer ministro, a una institución financiera o a una iglesia confesar abiertamente sus errores.
Ni he visto ni veo que usen la transparencia que ha usado EL PAIS en relatar la génesis de su error. Nunca se disculpan, nunca nos cuentan cómo un político se ha hecho rico tan rápidamente nada más entrar en el poder. No vienen a la televisión a decir “me he equivocado. Pido perdón a los ciudadanos”.
Lo hizo una vez el Rey de España, Juan Carlos cuando pidió perdón por haber ido, de escondidas, a matar elefantes a África. Fue un perdón a media boca, medio forzado y así y todo a miles de ciudadanos les bastó para ser más comprensibles con él. “¿Qué más puede hacer un rey que pedir perdón?”, se preguntaban algunos.
Podíamos hoy preguntarnos: “¿Qué más podía hacer este periódico que reconocer su erros, contarnos la historia de su pecado, minuto por minuto y pedirnos perdón, de verdad, sin disculpar ni al director del mismo?”
“¿Y ahora qué? Me preguntaba esta mañana el lector G.A. Pues ahora, nada. Ahora me siento hasta más tranquilo leyendo y trabajando para un periódico que me demuestra que no tiene vergüenza de reconocer sus errores y de pedir perdón por los mismos.
Y si tiene que pagar y resarcir por su error, que lo haga.
Feliz domingo a todos.
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[Juan Arias é jornalista, correspondente do El País no Brasil]