Todos los ataques que reciben ahora Assange y Wikileaks fueron dirigidos contra mí cuando publiqué los Papeles del Pentágono‘. Es uno de los últimos mensajes de Daniel Ellsberg en Twitter. El más famoso filtrador de todos los tiempos ha estado muy activo en Internet esta semana. La red de mensajes cortos le ha servido para convertirse en uno de los mayores partidarios del fundador de Wikileaks, detenido en Londres y acusado de delitos sexuales en Suecia. También le ha ayudado a difundir sus recuerdos de aquellos años y contar cómo se convirtió de la noche a la mañana en un héroe de la libertad de prensa.
Él fue lo que los ingleses llaman un whistleblower (denunciante); literalmente, el tipo que hace sonar las alarmas; el que avisa. Él fue quien avisó de que la mayor parte de lo que su Gobierno había contado sobre la guerra de Vietnam era una sarta de mentiras.
‘Recuerdo perfectamente la fecha en que decidí que los documentos debían publicarse. Fue el 30 de septiembre de 1969’, dice Ellsberg al otro lado del teléfono. ‘Ese día, el Ejército retiró los cargos contra seis boinas verdes acusados de matar a un traductor al que creían agente doble. La CIA les denunció ante los mandos del Ejército pero todo se amañó para que nadie testificara. Yo conocía todas las mentiras del proceso y decidí que no quería formar parte de ese sistema’. Al día siguiente, Ellsberg comenzó a fotocopiar las 7.000 páginas de documentos que después se conocerían como los Papeles del Pentágono.
Grau alto
Ellsberg formaba parte de un equipo de analistas que llevaba desde 1967 preparando un informe enciclopédico sobre Vietnam, encargado por el secretario de Defensa, Robert McNamara. Cuando empezó a colaborar en el trabajo, todavía era un tipo convencido de la necesidad de la guerra y de sus medias verdades. Para McNamara, una especie de dios en el Departamento de Defensa, había encontrado, por ejemplo, argumentos para atacar al Vietcong con las fotos de sus atrocidades. Era un tipo listo y con imaginación para dar ideas y encontrar respuestas a las preguntas que se hacían sus jefes; una rueda dentada que encajaba perfectamente con el resto de la maquinaria de guerra estadounidense.
Probablemente el desgaste de Ellsberg comenzara mientras escuchaba las extremadamente optimistas declaraciones del entonces presidente de Estados Unidos, Lyndon B. Johnson, sobre la Guerra de Vietnam. La ofensiva vietnamita del Têt en 1968, que acabó en el corazón del mismo Saigón, había hecho desvanecer el mito de que Estados Unidos ganaba la guerra.
Ellsberg estaba harto de guardar secretos y empezó a filtrarlos. Primero a políticos que no mostraron sensibilidad por el tema y luego al periódico The New York Times. Al igual que han hecho los diarios que están publicando el Cablegate -entre ellos EL PAÍS- la dirección del Times guardó el asunto en el más estricto secreto. Se llevaron los papeles a la suite del Hilton y allí los estudiaron. Los papeles probaban las mentiras sistemáticas sobre Vietnam, no solo a la opinión pública sino también al Congreso de Estados Unidos. Sobre todo, demostraban las artimañas de la Administración Johnson para hacer creer a todo el mundo que Vietnam era un peligro y no había más remedio que atacarlo.
Los primeros artículos se publicaron el 13 de junio de 1971. Los intentos por parar las rotativas del Times cuajaron poco después, pero The Washington Post tomó el relevo. Sucedió lo mismo, se prohibió la publicación y otro periódico se hizo con los papeles. El Boston Globe, Los Angeles Times… 17 periódicos en total publicaron los informes. El 1 de julio, el Tribunal Supremo fallaba a favor de la prensa.
Dos días antes, Ellsberg se había entregado y había admitido ser quien filtró los documentos. Kissinger dijo de él que era ‘el hombre más peligroso de Estados Unidos’. ‘Hoy me habrían llamado terrorista’, comenta Ellsberg, que señala que eso mismo es lo que han llamado a Assange y a Bradley Manning, el soldado de inteligencia que, según el Departamento de Estado, filtró los documentos a Wikileaks. ‘Si ha sido Manning, cosa que aún está por ver, yo me identifico con él. Defiendo a Wikileaks porque creo en el servicio que está haciendo a los ciudadanos’.
‘El primer día de la publicación del Cablegate, me sorprendió que lo que publicó el Times no parecía de mucha importancia’, señala. ‘El grado de confidencialidad de los papeles no es muy alto, pero sin embargo, sí que he visto historias que me han llamado la atención, como la de ese juez español, Garzón, y el hecho de que Estados Unidos tratase de frenar su investigación sobre Guantánamo’.
Imprensa e governo
La semana ha sido larga para Ellsberg. Tiene 79 años y no ha parado de atender a medios y publicar artículos y comunicados como el que ha difundido para pedir el boicoteo a Amazon por dejar de hospedar a la página de Wikileaks en su servidor. Al mismo tiempo, ha seguido con sus mensajes en Twitter. Algunos de ellos son continuamente reenviados por muchos de sus casi 8.000 seguidores: ‘La mayoría de operaciones encubiertas merece ser divulgada por la prensa libre’; ‘he esperado 40 años para la publicación de documentos de esta escala’; ‘debería haber unos Papeles del Pentágono cada año’; ‘acabo de votar a Assange como personaje del año en la encuesta de la revista Time’.
‘Es hora de que este país deje de tratar como héroes nacionales a los que roban secretos y los publican en periódicos’. La frase es del presidente Nixon y aparece recogida en un documental sobre la vida de Ellsberg titulado con la sentencia de Henry Kissinger: El hombre más peligroso de América (2009). La declaración de Nixon bien podría sustituir muchas de las cosas que se han dicho estos días de Assange o Manning.
Otro paralelismo con el Cablegate es la creación de una unidad específica para abordar las publicaciones. Clinton ha creado el War Room (sala de guerra) mientras que Nixon se inclinó por la unidad de los fontaneros, llamada así porque debían encargarse de las filtrac iones. Ese paso, según The New York Times, condujo al escándalo del caso Watergate y, en última instancia, a la dimisión del presidente. La manía de Nixon por grabar todo acabó sirviendo para tener un testimonio interesante sobre lo que un medio de comunicación puede suponer para un Gobierno.
Un asesor de Kissinger habla sobre los Papeles del Pentágono:
– El Times ha revelado los documentos más secretos sobre la guerra.
– ¿Te refieres a lo que se ha filtrado del Pentágono? –, pregunta Nixon.
– Señor, este ha sido el mayor fallo de seguridad que he visto en mi vida.
–¿Y sabíamos que iban a publicarlo?
– No señor.
– Ese periódico no sabe lo que se le viene encima.