Una viñetade la prestigiosa revista estadounidense The New Yorker mostraba a Arianna Huffington estrangulando a un hombre disfrazado de periódico. Era 2008. En los más de tres años transcurridos han pasado, y cambiado, muchas cosas. The Huffington Post, un proyecto periodístico nacido en y para Internet, se convirtió en un éxito de audiencia incomparable, se lo vendió a American Online (AOL)por 315 millones de dólares (227 millones de euros), y ella aparece inevitablemente al frente de todas las listas como una de las más influyentes comunicadoras americanas. Huffington acaba de iniciar una expansión global que quiere sustentar sobre alianzas con medios tradicionales -el primer paso lo ha dadocon Le Monde en Francia-. Entretanto, hace cinco meses se incorporó alConsejo del diario EL PAÍS. Estos días carga con sus tres humeantes blackberrys por media Europa y, aunque en su país de residencia (nació en Grecia en 1950, pero vive entre Los Ángeles y Nueva York) es imposible que pase inadvertida por cualquier ciudad, en Madrid poca gente fuera del circuito periodístico conoce ese medio bautizado con el apellido de su exmarido. Arianna está dispuesta a que eso también cambie.
Pregunta.Llega a España después de visitar Francia, Italia y Turquía. Da la impresión de que está en una aventura global a la conquista del mundo. ¿Qué está buscando y qué expectativas tiene para The Huffington Post?
Respuesta.Este es un momento en el que muchas cosas se están juntando. Llevamos bastante tiempo viviendo en un mundo interconectado, pero en la crisis económica parece más interconectado que nunca y es un gran ocasión para que The Huffington Post se convierta en global. Era un sueño que ya tenía, pero solo me faltaban los recursos. Y una de las grandes oportunidades de la fusión con AOL -en marzo de este año- es que ahora disponemos de los recursos para acelerar esa estrategia.
P. ¿Y esa estrategia va ligada necesariamente a socios locales o, como en Reino Unido, se plantean también salir en solitario?
R. Cuando comenzamos a pensar en la expansión global no sabíamos si el camino sería uno o el otro, pero hace unos meses fui a París para iniciar conversaciones, y me di cuenta de que era obligatorio anclar el medio a las raíces de cada país, con la cultura del lugar y editado por periodistas locales. Nosotros aportaríamos la tecnología, el modelo, lo que hemos aprendido de cómo crear comunidades en internet y fidelizar a los lectores. Es la combinación de todo esto con equipos locales lo que va a hacer que funcione. En el caso de The Huffington Postpara Reino Unido el idioma es el mismo y eso lo hace más fácil.
P. ¿Cree que será sencillo transmitir la manera de trabajar de The Huffington Post a periodistas fuera de su órbita?
R. Nosotros lo que hacemos, incluso cuando contratamos a periodistas tradicionales en Estados Unidos, es asegurarnos de que son lo que llamamos anfibios, que puedan andar en tierra y nadar en el mar. Necesitamos ese tipo de periodistas anfibios para el futuro, porque queremos que abracen por un lado las grandes tradiciones del periodismo clásico, en cuanto a precisión, comprobación, ecuanimidad, búsqueda de la verdad o impacto informativo, y al mismo tiempo nos sentimos muy cómodos con las nuevas reglas del camino, el tiempo real, la tecnología que nos permite interactuar o la participación de los lectores. Y no todo el mundo está preparado para ambas facetas.
P. La semana pasada anunciaron un acuerdo conLe Monde. ¿Cuáles serán los siguientes?
R. Queremos que The Huffington Post esté en Brasil, Italia, Turquía y España. Estos proyectos serán los más inmediatos. Luego seguiremos en Alemania, Australia, Nueva Zelanda… Es un plan global.
P. En cualquier caso no le va a resultar fácil. Usted es una personalidad en Estados Unidos, pero no en países como España, y The Huffington Post lo conocen fundamentalmente los periodistas y no demasiada gente más.
R. Sí, y por eso se trata de llegar a acuerdos con marcas establecidas y al mismo tiempo crear una experiencia online adictiva. Eso es una mezcla de muchas cosas: un diseño magnético de la web y la capacidad de fidelizar. Todo para que nuestros lectores sepan que no somos solo un sitio solo para consumir noticias, sino para compartirlas, para aportar. Más que el final de la conversación, es el inicio.
P. ¿En estos más de seis años de vida, en qué ha cambiado el The Huffington Post?
R.Hemos aprendido mucho por el camino, entendiendo a nuestros lectores y escuchándoles. Nuestro proceso es muy iterativo, lo hacemos constantemente. No consideramos nada como un producto terminado. Algo fundamental es que nuestro equipo de tecnología se sienta junto a los editores. El director técnico está en mitad de la redacción y periodistas y desarrolladores/diseñadores interactúan permanentemente.
P. Llegar a alianzas con medios tradicionales les permitirá tener relevancia en menos tiempo, pero la realidad es que competirán por la publicidad.
R. Bueno, nosotros lo vemos de la siguiente manera: incluso webs de mucho éxito, como Le Monde, saben que tienen que ampliar su audiencia y The Huffington Post les dará la oportunidad de llegar a más gente. La combinación de The Huffington Post, una mezcla entre lo culto y lo popular, su capacidad para enganchar, y también de dar relevancia a otros contenidos agregándolos en nuestra web, tiene que llevar a estos medios a crecer. O te expandes o mueres. Además, podemos servir de laboratorio de pruebas para experimentar, y después aplicar ese conocimiento.
P. Supongo que sabrá que el ambiente en la mayoría de las redacciones tradicionales no es precisamente optimistarespecto al futuro. Algunos periodistas sienten su trabajo amenazado, otros pirateado, por productos como el suyo. ¿Qué les diría a esos periodistas?
R. Pues que las nuevas tecnologías han cambiado el terreno de juego en el que los periodistas compiten y como Heráclito aseguraba, no puedes entrar en el mismo río dos veces. Aunque miráramos hacia atrás, si creyéramos que hubo una edad dorada del periodismo, no es algo que se pueda recuperar en ese sentido. ¿Qué podemos hacer para mantener las virtudes del periodismo tradicional? Hay que entrar en el río y reconocer la nueva realidad. No se trata de abrazar fórmulas que no encajen con el periodismo tradicional. Yo no creo en una web incivilizada. Creo que la diferencia está entre el momento adolescente de la web y su etapa adulta. La primera era comer mucha comida basura, acostarse tarde y chillar mucho, y eso ha cambiado. Reconocemos la importancia de los editores, que serán más importantes que nunca, los que filtran en una cacofonía de voces, y más y más lectores quieren que lo que ocurre en el mundo les sea filtrado. Pero quieren que ese filtro se haga entre una multiplicidad de fuentes. No quieren escuchar solo a un grupo de periodistas autoproclamados como la voz de la autoridad. El lector también espera que se le filtren mensajes de Twitter, o de Facebook, ya sea en la Primavera Árabe, o en un terremoto.
P. Entonces, ¿considera que existió una época dorada para el periodismo?
R. Realmente no. De hecho, creo que el nuevo periodismo va a tener un impacto más saludable en nuestra democracia. Por dos razones: una, si mira a los medios generalistas en Estados Unidos, y no sé cómo será en España, en las dos grandes historias de nuestro tiempo fallaron. La primera fue la ausencia de armas de destrucción masiva, algo por lo que se ha pagado un precio muy alto en el peor desastre de la política exterior estadounidense, la invasión de Irak. La mayoría, incluido The New York Times,se convirtió en cheerleaders (animadoras) de la Administración. Los periodistas no estuvieron a la altura y los medios facilitaron que se produjera la invasión. Pienso que si volviéramos hacia atrás, a 2002, con la blogosfera y los nuevos medios en el punto de madurez actual, tendríamos la oportunidad de romper el monopolio de voces y cambiar el consenso público. Es difícil de saber, pero al menos habría existido esa oportunidad. Y la segunda historia es la crisis financiera. También hubo muchos cheerleaders que taparon a los verdaderos responsables del colapso. El otro gran problema es el acceso de los periodistas a los políticos, un proceso en el que básicamente se han ganado su complicidad. Inclusole pasó a Bob Woodward con sus dos primeros libros sobre la Administración Bush. Tuvo que escribir un tercer libro para rectificar los dos primeros.
P. Sobre su modelo también llueven algunas críticas, dos fundamentalmente: que está basado en parte en la agregación de contenidos de otros y que no paga a los blogueros que escriben para The Huffington Post.
R. Tenemos que tener en cuenta que The Huffington Post y otras compañías de nuevos medios son una combinación de dos cosas. Por un lado somos empresas periodísticas con profesionales -en nuestro caso, incluyendo las webs locales de Patch, tenemos a 1.400 periodistas, aproximadamente, bastante bien pagados-, y por el otro también somos una plataforma en la que ofrecemos distribución a miles de personas que superen un listón de calidad. No se la dejamos a cualquiera. Pero si tienes ese nivel, seas o no conocido, puedes estar en la plataforma de The Huffington Post. Así puedes llegar a una gran audiencia, en nuestro caso enorme gracias a la unión con AOL. Los comentarios son moderados previamente, con lo que entras en una conversación de calidad. Si quieren o no bloguear es su opción. Nadie va a llamarles para decirles que blogueen, no se crean expectativas, no hay plazos. Hay mucha gente que no lo entiende porque es un nuevo modelo, no comprenden por qué hay personas que bloguean gratis, o por qué actualizan la Wikipedia sin cobrar, o su muro de Facebook. Comunicar es el nuevo entretenimiento de la gente. Es una nueva fuente de autorrealización. Nadie se pregunta por qué hay gente que se pasa horas viendo mala televisión gratis. Todavía no nos hemos ajustado a la nueva realidad de cómo la gente quiere vivir sus vidas. En cuanto a la agregación, aunque tuviera un presupuesto ilimitado seguiría haciéndolo. Es un servicio a mis lectores. Si mi compromiso es mostrar lo mejor, algunas historias las produciremos nosotros y otras las escogeremos, las filtraremos de otros sitios.
P. Tengo la impresión de que los modelos opuestos cada vez se acercan más para confluir en un punto medio. Los medios tradicionales se sumergen en la cultura del enlace, de ocupar espacios más centrales en la conversación de la red, y los nuevos medios buscan su hueco creando contenidos originales.
R. Sin duda. Nosotros acabamos de lanzar un proyecto de historias de soldados que regresan del campo de batalla de Afganistán o Irak con terribles lesiones. Se llamaBeyond the battlefield (Más allá del campo de batalla) y un reportero, David Wood, ha estado trabajando en esto seis meses. Pero la diferencia es que solo es el inicio de la conversación, y a partir de ahí nos han llegado cientos de historias, de otros soldados, de otras familias. Aquí tienes lo mejor de los dos mundos. Una investigación increíble, bien escrita, con lo mejor del periodismo tradicional, y lectores que mandan sus propias historias. Esa es una gran diferencia con el viejo mundo, donde se escribía una historia, se publicaba, y a otra cosa. La conversación empieza aquí, ese es nuestro lema.
P. ¿Cuál es la proporción del cóctel entre contenido original, blogueros y agregación?
R. Cambia cada día. No hay un porcentaje concreto, pero según crezcamos y ganemos dinero podremos contratar más editores y reporteros. Con la expansión internacional uno de nuestros objetivos es traer el mundo a América, con mejores contenidos, y también acercar América al resto del mundo.
P. Entre los grandes medios, ¿quién cree que está haciendo un trabajo especialmente bueno para adaptarse a los nuevos tiempos?
R. The Guardian, sobre todo. Reconocen cómo es este mundo, los cambios y además lo llevan a la práctica. The New York Times también está dando grandes pasos y tienen periodistas completamente anfibios.
P. Pero al mismo tiempo sabemos que The Guardian pierde más de 34 millones de euros al año. ¿Cómo se maneja la ecuación?
R. Lo primero que hay que reconocer es que los medios con una edición impresa tienen que superar obstáculos más altos en cuanto a costes, y también es verdad que todavía los ingresos les llegan muy mayoritariamente de la publicidad en el papel. Aunque los ingresos se están trasladando al universo digital, no lo hacen al ritmo necesario. Hay que reinventar la publicidad, y nosotros estamos haciendo un trabajo importante en este sentido. Creo que con las métricas podemos probar que la publicidad en Internet funciona, no como un anuncio en una revista, que lo pones y no sabes realmente el efecto.
P. ¿Cree entonces en un modelo sustentado en la publicidad?
R. Sí. Soy una gran creyente en la economía del enlace, en un Internet libre basado en la experiencia del usuario y en su fidelización y compromiso. El comercio electrónico está en sus inicios y empezamos a explorarlo. También será importante.
P. He leído que opina que los diarios impresos sobrevivirán mucho tiempo. ¿Trata de ser amable o cree de verdad que en 10 años tendremos periódicos?
R. No. Sinceramente, pienso que el modelo híbrido sobrevivirá, que tendremos unos cuantos periódicos, que algo en nuestro ADN hace que nos guste leerlos.
P.Cuando vemos el panorama de los medios estadounidenses, constatamos que de repente algunas mujeres ocupan los puestos más altos en la dirección de medios importantes -ella misma, Tina Brown en Newsweek y Jill Abramsonen The New York Times-. ¿Está cambiando algo o es una casualidad? ¿Y el reflejo en la política?
R.Bueno, yo creo que Hillary podría haber sido perfectamente presidenta, al menos hasta que Obama tocó en el punto sensible de la gente que quería un cambio después de Bush. En los medios las barreras siempre han sido más pequeñas. Partiendo de que generalizar en términos de sexo es muy delicado, vivimos un momento en el que tener empatía con el público es importante. Para cubrir lo que ocurre, para contar historias sobre la crisis, no sé si eso es algo más apropiado para las mujeres, pero sí sé que estoy muy comprometida en llevar a la gente historias personales más allá de los números, del puro dato. Quizá es un estereotipo que las mujeres son más de historias y los hombres de números, pero yo al menos soy más de historias y trato de que nuestros periodistas cuenten lo que se esconde detrás de los números.
P.¿Entonces, tiene más que ver con su personalidad que con una cuestión de sexo?
R.Desde pequeña, por el influjo de mi madre, todo giraba alrededor de la conversación. Probablemente los mediterráneos somos así. Vas a un café y los clientes hablan sin parar, pero vas a un Starbucks en Estados Unidos y la mayoría están inmersos en sus portátiles. Es una cultura diferente, más interactiva, y para mí es natural el elemento social.
P.Dice habitualmente que su postura favorita de yoga es trikonasana, porque haces tres cosas al mismo tiempo. ¿No tiene miedo de tanta multitarea?
R.Sí, es algo contra lo que lucho. Recuerdo la última vez que mi madre se enfadó conmigo, antes de que muriera, precisamente por consultar mi correo mientras hablaba al mismo tiempo con mis hijas. Es verdad que cuando nos centramos en una cosa, y le damos el 100%, existe un poder enorme en realizar una sola tarea.
P.En el célebre discurso de Steve Jobs en Stanford, impelía a los jóvenes, al auditorio universitario, a que no tuvieran miedo, a que vivieran y tomaran decisiones como si el mundo se acabara mañana. Usted, desde un viaje iniciático a la India cuando era joven, ha reflexionado bastante sobre estos asuntos.
R.Esa ausencia de miedo del que habla Jobs le epitomiza. Sobre todo cuando lo hace de la muerte, y de que no olvidemos que en cualquier caso va a ocurrir, lo que debe llevar a que desaparezcan algunos de los miedos terrenales. Y siempre me he recordado a mí misma que los griegos, que Sócrates decía: “practica la muerte diariamente”. No lo decía en un sentido morboso, sino para que pusiéramos nuestras vidas en contexto y recordáramos que vamos a morir. O los romanos con su ‘Memento mori’ inscrito en estatuas o árboles. Nuestra cultura, sobre todo la americana, ha tendido a esconder la muerte debajo de las alfombras.
P. La expansión de The Huffington Post llega en un momento en el que hay una gran historia global: la crisis financiera mundial, con dramáticas repercusiones sobre la clase media y los jóvenes, entre otros. Usted publicó hace algo más de un año un libro que habla de eso (Third world America: how our politicians are abandoning the middle class and betraying the american dream, o cómo los políticos abandonaron la clase media, traicionando el sueño americano y llevando a su país al tercer mundo).
R. El título es dramático, porque quería llamar la atención sobre un hecho que aun podemos evitar. No existe un plan contra el desempleo y sin él no sé cómo vamos a recuperarnos. Si no tomamos medidas, y la clase media se hunde, podemos llegar a esa situación. Las expectativas ya no existen para muchos millones.
P. ¿Es Obama más una solución o un problema?
R. La realidad es que ha pasado de ser la esperanza de la clase media a una decepción. Su mayor problema es la tasa de desempleo y la ventaja es la oposición que tiene. Obama infravaloró la crisis y su administración tardó mucho en abordar el alto nivel de paro. Los candidatos republicanos, por otra parte, han permitido que los peores instintos de la gente salgan a relucir. Otra de las cosas que hizo mal es pretender que las cosas cambien con los mismos que estaban antes. Y eso ocurrió, recuperó a algunos de épocas anteriores. Se convirtió en cautivo de un sistema roto. Al final ha resultado que no era tanto un hombre del cambio.
P. ¿Movimientos como el 15-Mson parte de esa solución?
R. Era inevitable. Gente que está siendo excluida se ha unido para expresar su frustración y atraer la atención de un problema urgente. Es muy interesante el papel de las redes sociales y cómo han trasladado esa conexión de internet a la calle, mientras que algunos medios en todo el mundo, en Estados Unidos también, se centraban en lo anecdótico, en los grupos anarquistas o en la mujer en top-less. Pero en cuanto te ibas a los lugares, como yo hice este verano en la plaza de Sintagma en Atenas, te encontrabas algo muy diferente.