“Com o apogeu e predomínio do leque esplendoroso de meios audiovisuais abrindo lugar para a imagem, erguendo-a aos altares, muitos desencantados recuam ante seu avanço avassalador. Sentem que a palavra escrita está ferida de morte, levada ao centro cirúrgico, não há quem a salve. No outro extremo, os nostálgicos choram por ela nos arrabaldes”, escreve Guillermo Rothschuh, diretor do Observatorio de Medios de Comunicación da Nicarágua, Cinco, em seu blogue Prohibido para Conversos.
Para Rothschuh, mais importante do que a polêmica sobre o impresso e o digital é “fazer com que os jovens distingam informação de conhecimento. “A que estratagemas devemos recorrer para fazê-los compreender a importância da leitura? Temos que recolocar o diálogo. Não se deve exaltar a ciência em detrimento de outras sensibilidades e maneira de perceber o mundo”, diz na parte final de seu raciocínio. Eis o artigo, em espanhol. (Mauro Malin)
Las palabras, ¿están de baja?
“… la humanidad vive ahora una vida simultánea desde un extremo al otro de la Tierra, divinamente omnipresente gracias a su propia potencia creadora. Y en virtud de su triunfo sobre el tiempo y el espacio, constituiría hoy una magnífica unidad si no la confundiesen una y otra vez la manía fatal de malograr incesantemente esa grandiosa unidad destrozándose a sí misma con los medios que le ha facilitado el dominio de los elementos.” [Nuevos momentos estelares de la humanidad, Stefan Zweig]
Con el auge y predominio de los medios audiovisuales, con su abanico esplendoroso, dando paso a la imagen visual, elevándola a los altares, muchos desencantados retroceden ante su avance arrollador. Sienten que la palabra escrita está herida de muerte, puesta en el quirófano, no hay quien la salve. En el otro extremo los nostálgicos lloran a su orilla. A la defensiva sufren sus estertores como un hecho a la vuelta de la esquina. Los optimistas de siempre ven en las nuevas tecnologías posibilidades infinitas de expresión. Cada lector un escritor, claman alborozados. Desde sus trincheras aprecian el fenómeno desde una sola una perspectiva. Los adelantados como Mc Luhan, para certificar la muerte del homo gutenbertiano, tuvieron que valerse de la palabra impresa. En el presente siglo, que celebrará con júbilo el advenimiento del libro electrónico, los adherentes a esta propuesta, como el mexicano Jorge Volpi, exponen que estas mudanzas conducirán a transformaciones radicales en la lectura y transmisión del conocimiento.
Todo cambio o transformación provoca desencuentros. La magnitud y trascendencia de estas batallas homéricas, obedece a que los panegiristas del libro electrónico sostienen que hoy en día cualquiera puede ser escritor. Atrapados en la vorágine de la seducción y encantamiento de la civilización contemporánea, el vuelco más significativo consiste en no interpelar al presente. El entretenimiento convertido en norma dominante, aleja los cuestionamientos éticos y los compromisos políticos. Las ventajas que ofrece el libro impreso son similares a las que oferta el libro electrónico. Uno puede adelantar las páginas o retroceder el texto para releer los pasajes que desea incluir en su reseña bibliográfica. Donde las disparidades resultan evidentes es en haber dado de baja al macro relato, en la exaltación de la banalidad y las simplezas a que conduce muchas veces la brevedad del texto. Ante la opulencia del detalle llevada al límite por la imagen visual, la imaginación resiente estos embates. Todo queda servido aunque cuentan con el recurso del suspense.
De seguir en este viaje en picada las formas de escribir seguirán variando. Los apologistas de la democratización del conocimiento, entre los cuales me apunto, no pueden eludir que esta esperanza continúa siendo piedra de toque en el universo de la palabra impresa y en el uso de los medios radiales y televisivos. Las alabanzas y alarde de entusiasmo ante la democratización de la lectura y escritura, seguirá siendo asignatura obligatoria, aun con las infinitas posibilidades que abre el uso de internet. La máxima aspiración de un mundo compartido, encuentra su muro de contención en la apropiación desigual en el reparto del espectro radioeléctrico. Con iguales promesas se anunció la inauguración del primer cable submarino en1866. Todos seremos iguales, rezaba el eslogan de sus gestores. Si el apetito se abre comiendo, la ración que ofrecen las computadoras regaladas a los pobres para iniciarles en el uso de las nuevas tecnologías, más bien angosta el estómago. La línea divisoria entre info-ricos e info-pobres constituye el más formidable recordatorio del camino por donde transitamos.
El cierre de la edición impresa de Newsweek anunciada para el 31 de diciembre de 2012, produjo melancolía y fue una campanada recordatoria para quienes persisten en seguir editando sus diarios en papel. La tardanza obedece a que los dueños de estos emporios mediáticos no saben cómo lograr que la publicidad migre hacia las redes en la misma proporción disponible para sus ediciones impresas. Desean mantener iguales ganancias. El problema de fondo radica en que nadie ha encontrado la fórmula para que esto ocurra. Las contradicciones en este ámbito se cerraron a favor de quienes ven abaratar sus costos con el uso de las redes. No hay otra preocupación. Las objeciones sobre las implicaciones y significado de los libros electrónicos persisten entre los escritores. Los argumentos más débiles de quienes se niegan a dar el paso, están referidas al tacto, su aspecto tangible y el olor a tinta que desprenden los libros recién editados. Comparto sus preocupaciones pero no olvido que las tabletas electrónicas son tangibles y pronto despedirán sus propios olores. Tendrán otra sensualidad.
Donde la argumentación resulta sólida es que las artes y las letras, como se entienden ahora, cuando el mercado decreta las bondades, su vida o muerte, los efectos están resultando catastróficos para este mundo encantado y encantador. El brasileño Paulo Coelho ha sido elevado a la quintaesencia literaria. Los best-seller proliferan y se multiplican. Una enorme responsabilidad asiste a los medios en estas formas de apreciación literaria. Dictaminan con desparpajo que obra merece leerse y cual espectáculo debe mirarse. Gabriel Zaid hace sorna por la desfachatez y liviandad con que citan, elevan o menosprecian a escritores y artistas. Lo usual ahora es conocer al autor, no necesariamente leer su obra. Ir a la presentación de libros y departir un rato con los amigos. Con la creciente individualización a la que asistimos, importa más conocer su vida, sus pecadillos grandes o pequeños, a la usanza de las revistas del corazón, que lidiar con sus obras. Vienen a indagar cuando nací, pero no conocen ni un solo poema mío, me confesó perplejo el poeta Pablo Antonio Cuadra.
No debemos fiarnos cómo piensan algunos ? estas reyertas carecen de importancia alegan cansados ? porque de su desenlace depende en gran parte el rumbo que tomarán las artes y la literatura. No es que las palabras estén de baja. Ni se trata simplemente registrar que las imágenes se multiplican al infinito. Estamos en un punto de inflexión donde el debate planteado cuenta. Si las formas impresas fuesen cosa del pasado, ninguna institución educativa se interesaría en poner en línea las obras de los más grandes escritores. No nos distraigamos con estas escaramuzas. Los desafíos tienen otro carácter. ¿Cómo hacemos para que los jóvenes distingan información de conocimiento? ¿A qué estratagemas recurrir para hacerles comprender la importancia de la lectura? Tenemos que replantear el dialogo. La pleitesía que se rinde a la ciencia no debe ser en menoscabo de otras sensibilidades y maneras de percibir el mundo. No se trata de oponer una forma a otra. En nuestras manos está resolver la ecuación de tal manera que la gran literatura y el gran arte persistan para siempre.