‘La espectacular ofensiva desencadenada en las fronteras de Ceuta y Melilla por parte de miles de personas africanas originarias de países subsaharianos que huyen de la miseria para intentar ingresar en territorio español ha sido uno de los grandes argumentos informativos de las últimas semanas. Y La Vanguardia ha realizado un importante despliegue informativo sobre el terreno para dar a sus lectores cumplida cuenta de lo que sucedía e intentar desentrañar las causas que motivaban a tantas personas a jugarse la vida convencidas de que ello les facilitaría una existencia más digna. Las lectoras Maria A. Sabiote y Érika Ruiz Sandoval se dirigen al Defensor del Lector a propósito de un análisis de José Bejarano publicado en la edición del día 29 de septiembre. A ambas lectoras les disgusta un pasaje del análisis en el que el periodista dice: ‘El inmigrante es como una gota malaya, basa su fuerza en el tiempo, en la perseverancia. Sabe que tarde o temprano el muro europeo dejará ver algún resquicio por el que colarse’. Y argumentan así su desacuerdo: ‘A nuestro parecer, esta metáfora es del todo inadecuada. Comparar a las personas inmigrantes con un método de tortura tal como la gota malaya no contribuye a encontrar soluciones al problema o siquiera a explicar a los lectores en qué consiste este desafío. Es más, este uso del lenguaje sólo contribuye a seguir enrareciendo el clima político y social en el que se desarrolla la inmigración y a trivializar lo que es en verdad un terrible drama humano’.
El periodista José Bejarano, veterano redactor de La Vanguardia en Andalucía y buen conocedor de la realidad sociopolítica de Marruecos, responde a las lectoras que su intención, al emplear la metáfora de la gota malaya, ‘no tenía nada que ver con la tortura, sino con la otra acepción de la expresión, que se refiere a la persistencia. De hecho, creo que en el contexto en el que está escrita esa expresión solamente puede entenderse de esa forma y no de otra. Jamás se me ocurriría comparar los intentos de los inmigrantes de entrar en Europa con una tortura. Más bien pienso, al contrario, que son los gobiernos los que están masacrando a los inmigrantes y lo único que pretendía mi artículo era sugerir soluciones no policiales a un problema de raíz económica. Lamento que alguien haya interpretado mi crónica de otra manera’.
ESTATUT Y CAVA. El otro gran argumento informativo de la pasada semana, y seguramente de muchas de las que están por venir, es el agrio debate que se ha abierto en todo el país tras la aprobación del proyecto de Estatut por el Parlament de Catalunya. El lector Fernando Peregrín Gutiérrez escribe al defensor a propósito de una crónica publicada en la edición del 6 de octubre en la sección de Política firmada por Ramon Francàs y titulada El sector del cava teme que la aprobación del Estatut reduzca las ventas en España. El citado lector dice: ‘Leo con asombro que el vicepresidente de la Confraria del Cava, don Jaume Gramona, aseveró que ´el anticatalanismo siempre ha existido´ porque ´somos una raza especial´. Tengo para mí que ello debe ser un error en la transcripción de la entrevista o alguna errata de edición, pues me cuesta un mundo creer que haya alguna persona tan obtusa y ridícula en Catalunya, en estos inicios del siglo XXI, que pueda sostener y manifestar una opinión racista de esa catadura’. El periodista Ramon Francàs responde que su información refleja sustancialmente lo que se dijo en la comida y posterior rueda de prensa convocada el día anterior (5 de octubre) con motivo de la presentación de la XXIV edición de la Semana del Cava, en la que los dirigentes de la Confraria del Cava, Pere Bonet y Jaume Gramona, presidente y vicepresidente de la entidad, respectivamente, respondieron a los periodistas diversas preguntas sobre el tenso clima que se ha creado tras la aprobación del proyecto de Estatut de Catalunya y la incitación al boicot al cava por parte de algunas personas y entidades españolas.
El vicepresidente de la Confraria, Jaume Gramona, señala que él se limitó a constatar que el ‘anticatalanismo siempre ha existido y seguirá existiendo’, y añade que ‘el sector debe trabajar por elaborar un producto de calidad y ofrecerlo a todos los consumidores al margen de la política’. Señala que, fuera de la rueda de prensa, durante la comida y en una conversación informal, utilizó expresiones coloquiales para resaltar la idiosincrasia de los catalanes, pero en ningún caso con un sentido racista, sino en un tono irónico. Añade Jaume Gramona: ‘Lamento que comentarios privados e informales, realizados en un lenguaje coloquial, se hayan extraído de contexto en una información sobre el sector, y también que lleguen a interpretarse en una clave racista que desde luego rechazo sin ningún género de dudas’.
La animadversión y rechazo que ha generado en algunas zonas de España el proyecto de Estatut, y la reacción de signo contrario en algunos sectores de Catalunya, está dando lugar a un peligroso cruce de acusaciones y descalificaciones, cuando no de insultos, y ha puesto en marcha informales pero peligrosas campañas de boicot en las dos direcciones que a nadie benefician. En ese contexto, las voces que piden sensatez, ponderación y diálogo dan la impresión de predicar en el desierto, por el momento. Y pese a todo, sensatez, ponderación y diálogo aparecen como las únicas recetas para preservar la convivencia ciudadana, y el único modo de respetar las reglas del juego democrático que, nominalmente al menos, todos decimos aceptar.
NACIONALIDAD. En la edición del pasado 7 de octubre, la sección Vivir abría sus páginas con un reportaje de Silvia Angulo sobre el abandono del proyecto de la arquitecta Zaha Hadid para urbanizar la plaza de las Arts, pese a haber ganado hace ya algunos meses un concurso internacional con su proyecto. El lector Ramón Boixet escribe desde Oftringen (Suiza) a propósito de este artículo, advirtiendo que se atribuye a la arquitecta Zaha Hadid la nacionalidad iraní cuando en realidad es iraquí, nacida en Bagdad en 1950 por más señas, y radicada en Londres y con largos periodos de estancia en Estados Unidos, donde imparte cursos en prestigiosas universidades. El lector pide que se cuide más la claridad. La autora del reportaje reconoce el error en la nacionalidad de la galardonada arquitecta y lo achaca al uso inadecuado de la documentación utilizada: ‘Tomé la información sobre la señora Zaha Hadid de un trabajo previo que se había publicado cuando se le adjudicó el concurso para urbanizar la plaza de las Arts, que ya contenía el error sobre la nacionalidad. Pido disculpas a los lectores por el fallo’.’