¿Debe paralizarse una obra pública de infraestructura, una carretera o un túnel sólo porque los inspectores de obras del Estado de Brasil han encontrado un sapo que pertenece a una especie en extinción? ¿O han de suspenderse durante nueve meses las obras del trasvase del río San Francisco porque fue encontrada un hacha que parecía ser del tiempo en que los indios aún poblaban Brasil y que después resultó ser falsa?
Éstas son las preguntas que se formula el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, que ha arremetido, lanza en ristre, contra todo tipo de fiscalización de las obras públicas por parte de los órganos competentes del Estado. Lula ha llegado a advertir: ‘Brasil está paralizado’.
Según él, ‘no es fácil gobernar con una poderosa maquinaria de fiscalización y una pequeña maquinaria de ejecución’, y ha anunciado que va a publicar ‘un elenco de cosas absurdas’ que mantienen en vilo numerosas obras federales.
‘¿Con qué derecho alguien paraliza nueve meses una obra? ¿Cuál es el costo para el país? Eso va a tener que cambiar’, agregó Lula, en un discurso durante la toma de posesión del nuevo titular de la Abogacía General de la Unión, Luiz Inácio Adams, responsable de la defensa jurídica del Gobierno.
Lula también criticó al tribunal de Cuentas de la Unión (TCU), que días antes había paralizado 22 obras del Plan de Aceleración del Crecimiento (PAC) por supuestas irregularidades. Para Lula, no es justo que los que realizan las obras públicas puedan ser castigados cuando cometen irregularidades, y que no lo sean quienes paralizan una obra durante meses por una motivación que luego resulta ser falsa.
En el mismo discurso, Lula, que se mostró visiblemente acalorado, llegó a anunciar la polémica creación de una comisión de nivel superior que pueda decidir rápidamente sobre la liberación de obras suspendidas por procesos judiciales.
El malestar del presidente
Y el malestar del ex tornero no se limita a los órganos de fiscalización de obras del Estado, sino que se extiende a los medios de comunicación cuando también ellos se convierten en ‘fiscalizadores’. Así lo confesó el pasado jueves, en una entrevista con el diario Folha de S.Paulo: ‘No creo que el papel de la prensa consista en fiscalizar. Su misión es sólo informar’, afirmó.
En respuesta, el analista político Elio Gaspari, que publica su columna en varios diarios, recordaba ayer a Lula que, si se le quita a los periódicos su misión de fiscalizar al Ejecutivo, la opinión pública jamás hubiese conocido, por ejemplo, el escándalo del Watergate, ni muchos otros escándalos que han ocurrido en este país.
Lula, que protagonizó recientemente una polémica con la oposición y con sus propios aliados en el Gobierno al afirmar que, si Jesús tuviera que gobernar Brasil, tendría que llegar a acuerdos con Judas, empleó de nuevo el tono religioso en la entrevista con Folha: ‘Pido a Dios que la prensa informe de la manera más neutral posible y que las posiciones políticas se dejen sólo para los editoriales’.
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Jornalista