Friday, 22 de November de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1315

Dois discípulos de Voltaire

Bernard-Henry Lévy y Juan Luis Cebrián reivindican en el Hay Festival los valores de la ilustración frente al oscurantismo en las democracias .

Frente al oscurantismo, luz ilustrada. Contra los fanatismos y la preponderancia cerrada de la identidad, duda, diálogo, búsqueda de la verdad no absoluta. El filósofo francés Bernard-Henry Lévy y el académico y periodista Juan Luis Cebrián han charlado hoy en el Hay Festival de Segovia sobre las sombras y las amenazas que sufren a nivel global los valores iluminados en las revoluciones francesa y americana. Las de sus enemigos interiores y exteriores: ‘¿Hasta qué punto los principios democráticos no sufren los ataques del fanatismo pero también las consecuencias de la oportunidad política?’, se han preguntado.

Sobre todo cuando China, a punto de convertirse en primera potencia mundial, no los contempla. ‘¿Estamos dispuestos a denunciar con tibieza la falta de derechos en China por el hecho de que su poderío económico está sacando a los países occidentales de la crisis?’, se cuestionaba Cebrián. Quién sabe. ‘Puede que vivamos una segunda era de congelación de los derechos democráticos. Pero también, como ocurrió en la Europa del Este, puede que se esté fraguando en la sociedad china un movimiento que defiende esos ideales’, contestaba Lévy.

Habrá que acompañarlo con cierta necesidad de insurgencia, un viento al que los ciudadanos de las democracias actuales no deben nunca renunciar. Ni admitir posiciones de ‘xenofobia y racismo’, como la que han demostrado los líderes de la UE apoyando las políticas de Sarkozy frente a los gitanos, han recordado ambos. Pero a esa insurgencia, a esa contestación continua la duermen otras amenazas. Como la de lo políticamente correcto. ‘La interferencia de esos gobiernos que advierten que es imprudente criticar asuntos religiosos, cuando en verdad se están poniendo en guardia frente a quien les ataque a ellos’, ha comentado Cebrián. No hay que ceder al deber de denunciar los desmanes religiosos, ni la censura o las amenazas de los fanáticos del Islam a la libertad de expresión. ‘Debemos ser claros en eso: la crítica a la religión es un derecho adquirido, imprescindible y yo diría que sagrado. Reivindico el derecho a ser discípulo de Voltaire, a blasfemar y a faltar’, ha reclamado Lévy.

Pero resulta duro. Sobre todo en un contexto donde hay que defender lo obvio. Por ejemplo, el hecho de que es una barbaridad dejar morir a una mujer lapidada, como el caso de Sakineh Ashtianí. ‘Con eso no sólo defendemos la vida de esta mujer. También estamos salvando al el honor del Islam, el que defiende que la lapidación no tiene nada que ver con el ‘Corán’. Ofenden al Islam quienes creen lo contrario’, ha advertido el filósofo francés.

Tampoco conviene dejarse llevar por quienes pregonan que la protesta a ese nivel no tiene sentido. Que nadie se ablandará. ‘Existe la falsa leyenda de que las dictaduras son monolíticas y no retroceden. Al final sí lo hacen cuando se producen respuestas de este calibre, como las campañas que están poniendo en marcha medios de comunicación mundiales’, ha comentado Lévy.

Casos así – ‘la evidencia de que ese fanatismo del islam no es más que el fascismo que siempre hemos conocido’, enfatizaba Lévy- dejan claro que no se debe cejar contra varias cosas. ‘Como el atropello de los derechos individuales frente a los colectivos que se basan en la identidad’, dijo Cebrián. ‘No debemos dejar que la identidad venza a la ilustración. La democracia es la entronización de la duda, saber que puedes estar equivocado frente al otro’, ha añadido.