‘Sobre los abusos en el uso del sentido figurado de las palabras suelen escribirme muchos lectores. Recientemente han coincidido dos de ellos en la denuncia del empleo impropio de la palabra ‘complicidad’ que destacó en la portada de ‘La Vanguardia’ del sábado 6 de marzo al figurar en este título: ‘Rajoy apela a la complicidad de los empresarios catalanes’.
Permítanme que, antes de entrar en los comentarios sobre ese uso del término ‘complicidad’, aclare la confusión de un lector que me telefoneó aquella semana y que decía recordar que el título que he citado repetía otro, de días antes, aplicado a otro candidato a presidente. No es una repetición.
Constaté que en la portada de ‘La Vanguardia’ del martes 2 de marzo apareció un título parecido, pero distinto. Es el que rezaba ‘Zapatero ofrece una alianza a los empresarios catalanes’. En éste no aparecía, pues, la palabra ‘complicidad’ por la que se han interesado últimamente varios lectores.
Expongo sus razones. El lector Ferran García Riquelme me envió esta carta el lunes 8 de marzo: ‘Sin duda, no hace mucho tiempo, la palabra complicidad se ha puesto de moda, y muchas veces la aplicación es errónea, como en el caso que nos ocupa. La palabra complicidad, derivada, obviamente, de cómplice, significa que alguno o algunos participan o cooperan en la comisión de un delito; es decir, cómplice y complicidad siempre comportan actividades delictivas’.
Y concluye así su razonamiento: ‘Sin pretender hacer de académico creo que el titular más adecuado era: ‘Rajoy apela a la colaboración de los empresarios catalanes’. Permítame, Josep Maria, un chiste quizá impertinente, ¿es el Sr. Rajoy un presunto delincuente y los empresarios cómplices de un delito?’. No. Nada más lejos de la intención de aquel titular, por supuesto, que dar al término complicidad esta acepción jurídica.
Lo cierto es que en el Diccionario de la Real Academia (RAE) la palabra complicidad aparece definida en primer lugar como ‘cualidad de cómplice’. ‘Cómplice’ es un adjetivo derivado del latín ‘complex’. En su primer sentido, que antecede a las dos acepciones del ámbito del Derecho, se define así: ‘Que manifiesta o siente solidaridad o camaradería (p.e. ‘Un gesto cómplice’)’.
En el cuerpo de la información sobre el que se apoyaba aquel título se decía que Rajoy pidió a los empresarios ‘un esfuerzo’ para que ‘lo que está ocurriendo se encauce hacia la normalidad, la sensatez y el equilibrio’. El contexto determina la acepción.
Otro lector, Juan Francisco López Castro, me envió una carta el día 10 de marzo que incluye estas observaciones del caso: ‘Desde que el Sr. Maragall inició el uso de esta palabra (complicidad) como si fuera un correcto sinónimo de ayuda, apoyo, colaboración, participación, etc., se está extendiendo el uso de incitar a las más variadas gentes a la complicidad; es decir, a la participación en algún delito o falta en la condición de cómplice. La última edición del diccionario de la RAE admite el sentido figurado de solidaridad o camaradería pero cuando se dice complicidad su acepción principal es la jurídica y es solidaridad pero en la comisión del delito o falta. Me parece, además, que la palabra no aparece en la reseña del discurso del Sr. Rajoy sino sólo en el titular. Creo que el Sr. Lázaro Carreter (q.e.p.d.) le hubiera dirigido a este titular uno de sus dardos.’ Lo hizo.
El académico Fernando Lázaro Carreter aludió a la palabra ‘complicidad’ en su libro ‘El nuevo dardo en la palabra’ (págs. 97 y 220). En una de ellas dice lo siguiente: ‘Una incitación amiga me exhorta a celebrar la dilatación adquirida en neoespañol por la noción de ‘complicidad’; en efecto, ‘cómplice’ era antes el ‘participante o asociado en crimen o culpa imputable a dos o más personas’. Hoy se puede ser cómplice de acciones loables: ‘El secuestrado pudo escapar gracias a la complicidad de un guardián’.
Lázaro Carreter incluyó en la obra citada otro apunte sobre la palabra que nos ocupa: ‘El periódico afirma que ‘Aznar pidió a Pujol mayor complicidad’ para sacar adelante tal ley. Es cierto que el Diccionario define así ‘cómplice’: ‘Que manifiesta o siente solidaridad o camaradería (Un gesto cómplice)’. Pero también lo es, y más directo, el ‘participante o asociado en crimen o culpa imputable a dos o más personas’. ¿Para qué gatuperio quería enredar el Presidente al President? Tratándose de lo que se trata, zape; ese adjetivo, lejos’.
Los periodistas deben ponderar las recomendaciones de los lectores y de los académicos, pero las servidumbres de la titulación imponen a veces pedir indulgencias para un uso de acepciones admitidas que permitan transmitir una idea con pocas palabras, y que éstas se ajusten al espacio disponible y a la regla de estilo de no partir palabras en las líneas de título ni dejar espacios.
Mallorquín no es una acepción de menorquín. Un error de gentilicio en una información publicada en ‘La Vanguardia’ el pasado 6 de marzo ha motivado llamadas telefónicas y cartas de queja muy justificadas.
Ocurrió en la necrológica dedicada al menorquín Joan Riudavets. Cuando murió, el pasado 5 de marzo, tenía 114 años. Era considerado el hombre más viejo del mundo. Aquel domingo ya atendí protestas.
Me llamaron los lectores Jaume Casamitjana y Enric Joan Jordà, y me escribieron la lectora Juana Hernández y el lector José Alberich Corts. En una carta electrónica, otro lector, Antonio Salvá, decía: ‘Entiendo que se escape entre líneas del texto que el referido señor es mallorquín y no menorquín. Es relativamente aceptable, dado que para muchos peninsulares las islas Baleares pueden constituir un conjunto nebuloso de islas sólo diferenciables por el tamaño. Pero es que en el artículo del 6 de marzo el error está también en el titular del mismo, en letra grande: ‘El mallorquín que conoció tres siglos’. En el texto, inmediatamente después de insistir en su mallorquinidad, se dice que ‘…nació en la pequeña población menorquina de Es Migjorn Gran…’ (!?). La noticia viene de ‘Maó. Agencias’, ¿el titular también?’.
Esta noticia, que llegó a una hora avanzada, la trató la sección de Continuidad. Redactaron la semblanza con datos de agencias. El error no es de origen. Las urgencias y la compilación no justifican un error que llegó a instalarse en el título. Piden disculpas.’