Friday, 29 de November de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1316

Milagros Pérez Oliva

“La lucha entre el Real Madrid y el Barça por los principales trofeos del fútbol español y europeo ha elevado la temperatura deportiva hasta niveles sofocantes, como pudimos ver el miércoles en el Bernabéu. Y una parte de la tensión se ha trasladado al buzón de la Defensora del Lector. El artículo Arbeloa. Y Mayor Oreja, de José María Izquierdo, ha molestado a muchos lectores por decir que el jugador Álvaro Arbeloa representó, en la final de la Copa del Rey, ‘el más llamativo aspecto del villano, ese que con tanto empeño persigue como referente, honra y prez de su concepción del fútbol, y me temo que de la vida, ese personaje abyecto que es José Mourinho’; por referirse al entrenador como ‘ese tipo despreciable que corrompe todo lo que toca’, ‘el auténtico Hannibal Lecter’ que ‘inocula aires sanguinarios’ a sus jugadores, y por comparar la estrategia de Mourinho con la de Jaime Mayor Oreja y otros dirigentes del PP en relación al terrorismo.

Inmediatamente, lectores como Antonio Varo Baena, José Manuel Grande, Gonzalo Mora, Fátima Lillo, Maribel Arias y Manuel Rodríguez Pasqual, entre otros, escribieron para quejarse. En primer lugar, por las expresiones utilizadas. ‘Esas formas dañan muchos años de buen estilo y esfuerzo por la ecuanimidad’, escribe Ramón Oria. ‘Alguien que en su blog (El Ojo Izquierdo) se dedica a denunciar los excesos lingüísticos e ideológicos de otros propagandistas con carné de periodista, no debería caer en esos mismos excesos’, añade Eduardo López. Y en segundo lugar, por mezclar fútbol y política. Diego Artola lo expresa así: ‘Considero al autor un analista de política agudo, pero no se puede politizar todo. Es más, hay que tratar de no politizarlo todo, por higiene mental. La politización del deporte, además de ser peligrosa, es demagógica. Somos muchos los que estamos saturados’. ‘No se puede mezclar el peor fútbol con la política. Es decepcionante que se publiquen este tipo de artículos en EL PAÍS’, insiste Juan Ignacio Martínez Pastor, profesor de Sociología de la UNED.

José María Izquierdo responde: ‘Respeto absolutamente todas y cada una de las opiniones de los lectores, a las que doy un gran valor, sobre mi comentario. Solo les recuerdo que era un artículo de opinión. Les ruego que lo interpreten como tal’.

Las opiniones de José María Izquierdo están amparadas, desde luego, por la libertad de expresión. Pero creo que las formas también importan. Por otra parte, publicar un artículo tan político en Deportes, una decisión que no depende de los responsables de esta sección, sino de la dirección, no parece el mejor camino para evitar la politización del fútbol, algo que muchos lectores deploran. No se me escapa, sin embargo, que una parte de las quejas recibidas con acusaciones de parcialidad antimadridista y no poca furia, no pretenden precisamente huir de la politización, sino abundar en ella.Pertenecen, según he podido comprobar, a una corriente de opinión que considera que EL PAÍS, como diario de Madrid, debería apoyar incondicionalmente al Real Madrid como el genuino representante de España frente al ‘nacionalismo antiespañol del Barça’, en palabras de uno de los remitentes, que no se identifica.

Algunas de estas cartas, coincidentes con opiniones expresadas en otros foros del diario, pueden ser interpretadas como un intento de presionar a EL PAÍS por procedimientos similares a los que utiliza José Mourinho para tratar de condicionar a los árbitros. Las acusaciones genéricas de parcialidad antimadridista, ya sean contra árbitros o contra periodistas, repetidas una y otra vez, pueden proporcionar claros beneficios a quienes las lanzan pues su propósito es lograr conductas de inhibición o autocensura, y muchas veces lo consiguen. Quiero salir al paso de estas acusaciones y exponerles los criterios que se aplican en la sección de Deportes. Lo primero que señala su redactor jefe, José Sámano, es que ‘en esta sección, como en las del resto del periódico, no hay posiciones fijas, ni a favor ni en contra de ningún club. Los periodistas cuentan lo que saben y ven, y los analistas enjuician lo que ocurre de acuerdo a su criterio’. Por otra parte, EL PAÍS es un diario de Madrid, pero también de Barcelona y de Sevilla y del resto de España. Por eso nunca hace dobles versiones de las crónicas de los partidos. Tanto José Sámano como Ramon Besa, redactor jefe de Deportes en Cataluña, insisten en ello porque es una opción estratégica. Significa una voluntad explícita de no caer en el atrincheramiento deportivo.

El segundo criterio es defender un determinado estilo de hacer deporte. Hay una forma de entender el fútbol (y también la política como bien señala Izquierdo) en la que todo vale -incluso no jugar o jugar sucio pudiendo jugar bien y limpio- con tal de anular al contrincante y obtener unos resultados. Y hay otra manera, basada en el juego limpio y el respeto al contrincante, que es la que todo el mundo pudo ver en la final de la Copa del Mundo.

El espíritu de La Roja es el que se defiende en las páginas de EL PAÍS, sin dejar de respetar por ello a quienes practican otros estilos. José Sámano lo explica así: ‘Los clubes tienen su propia cuenta de resultados deportivos y en el fútbol español el estilo ha sido siempre una cuestión relevante, ya fuera el fútbol hedonista de La Quinta del Buitre, el Superdepor, el Barça actual o el Villarreal, por citar algunos ejemplos. La relevancia del estilo se puso de manifiesto con la selección española, de la que se valoraron tanto sus victorias en la Eurocopa de 2008 y el Mundial de 2010 como la distinguida forma de conseguirlas, lo que supuso un orgullo añadido para la mayoría de los aficionados. Por el buen juego, el comportamiento ejemplar del grupo’.

¿Dónde está aquel espíritu de La Roja que todos ensalzaban? ¿Quién encarna esos valores? Creo que estas preguntas son muy pertinentes. Pero los factores extradeportivos pesan cada vez más. En un contexto de polarización y creciente politización, la pretensión de ecuanimidad resulta a veces incómoda para los periodistas templados, porque han de ir contracorriente de lo que se practica en una parte importante de los medios y programas deportivos, y decepcionante para algunos lectores, a quienes les gustaría que el diario defendiera los colores de su club con la misma pasión con que ellos lo hacen.

En una lectura dominada por la pasión, cualquier titular, cualquier crítica, pueden ser interpretados como una muestra de parcialidad. Vean dos ejemplos. El miércoles, la portada del diario publicaba una gran foto de Josep Guardiola, entrenador del FC Barcelona con la frase ‘Mourinho es el puto amo’. Josep Botifoll llamó a la Defensora para quejarse. ‘¿Le parece a usted justo que por una vez que Guardiola rompe su estilo, tenga que ir la portada, cuando Mourinho no para de insultar y de provocar?’. Pero las palabras de Guardiola, y así se lo expliqué al lector, eran noticia precisamente por la ruptura que suponían.

El jueves recibí una carta de Jesús Rodríguez Calderón. Afirmaba que ‘no es normal que en los enfrentamientos Barça-Real Madrid, este acabe casi siempre con un jugador menos’. ‘¿Por qué?’, preguntaba, emulando las palabras de Mourinho tras el encuentro del Bernabéu. ‘¿Por qué la prensa de Madrid no es un poco más justa con el Real Madrid?’, insistía. Pero la pregunta también podría ser: ¿No será la dureza y la estrategia obstruccionista del juego la que provoca que, no solo el Real Madrid sino otros equipos entrenados por Mourinho, hayan acabado con tanta frecuencia y con tantos árbitros distintos con un jugador expulsado?

A veces se producen desequilibrios que alimentan las sospechas, pero no son imputables al diario. Por ejemplo, el Real Madrid rechaza con frecuencia que sus jugadores concedan entrevistas o hagan ruedas de prensa. ¿Debe el diario por ello dejar de dar entrevistas o declaraciones de los jugadores del Barça para no ser acusados de parcialidad? De ninguna manera.

El fútbol mueve pasiones, y a veces furia, pero los seguidores de cualquier club no deben esperar por ello que la sección de Deportes aplique criterios distintos a los que se aplican en otras secciones. Aplica exactamente los mismos.”