LA VANGUARDIA
"Sobre la plaga del plagio", copyright La Vanguardia, 02/09/2001
"Desde que, en los últimos meses, la cíclica plaga del plagio ha vuelto a azotar y afligir la plácida república de las letras hispánicas han llegado hasta el defensor del lector de La Vanguardia demandas para que investigue algún caso periodístico que, según estos comunicantes, despierta sospechas.
??No hay plagios en la prensa??, ha preguntado un lector. Pone unos ejemplos. Los estudio. Concluyo: no son plagios. Y por esta razón no cito aquí estos casos denunciados, del mismo modo que no cito, lógicamente, al lector que los aporta. Lo explico.
En esta crónica dominical sólo identifico a los lectores cuando les asiste la razón. Es una norma de todo defensor. Un defensor no puede dejar en evidencia a quien le pide ayuda aportando una queja, una rectificación o una denuncia inconsistentes.
No nombro a los lectores cuando se equivocan. Y, menos aún, con más motivo si cabe, cuando al plantear ellos una denuncia falsa -como ocurre en los casos hasta ahora vistos- la publicidad dada al caso puede volverse contra el lector denunciante, susceptible como sería de apreciarse en la iniciativa algún grado de delito de calumnia.
?Explique, pues, qué es un plagio en periodismo?, me pide un lector después de argumentarle que su sospecha es infundada. Atiendo a este requerimiento sólo desde la perspectiva deontológica, que es la que me corresponde. No entro en la jurídica.
El plagio es una de las principales quiebras de la ética periodística. La declaración de principios sobre la conducta de los periodistas proclamada por la Federación Internacional de Periodistas coloca la figura del plagio en la tabla de las faltas profesionales graves. Esta declaración, en su formulación actual, se adoptó en el congreso reunido en Helsingor (Dinamarca) en junio de 1986.
En este código de deontología el plagio comparte rango de gravedad con otros comportamientos reprobables: la distorsión malintencionada; la calumnia, la maledicencia, la difamación, las acusaciones sin fundamento; la aceptación de alguna gratificación como consecuencia de la publicación de una información o su supresión.
La definición de plagio
El plagio se define como el acto de copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias. No es plagio, por ejemplo, incluir aquí esta definición, puesto que figura con los mismos términos en los diccionarios de nuestras lenguas: el de la Real Academia Española y el del Institut d’Estudis Catalans. Sus definiciones son de dominio público, e incluso pueden memorizarse y no cabe pedir a los hablantes que citen la fuente original.
Por la misma razón tampoco se comete plagio cuando en un artículo o en un comentario se alude a datos y hechos ya difundidos públicamente. La buena práctica periodística impone, ciertamente, que se cite en las informaciones la fuente original cuando se trata de estadísticas, estudios o investigaciones que se revelan por primera vez.
El profesor Niceto Blázquez, en su obra ?Información responsable? (Vol. I, Ed. Noticias, Madrid, 1990, p. 345), define el plagio periodístico como ?la usurpación del pensamiento de otro autor publicado como propio?. En un artículo hay plagio si se ha robado de otro autor la línea central de la argumentación, la tesis mantenida, las ideas aparentemente más originales, y las soluciones retóricas aparentemente más ingeniosas y propias de una obra de autor (metáforas, metonimias, paradojas, pongamos por caso).
La comprobación de plagio
Para determinar si hay o no hay plagio en una pieza periodística deben aplicarse tres operaciones de análisis: la de géneros, la de fuentes y la textual. Un artículo puede basarse en datos procedentes de informaciones de dominio público. Artículo e información son dos géneros distintos. En el artículo hay ideas y argumentos. En la información no; sólo aporta datos evidentes y contrastados.
El análisis de fuentes afecta sobre todo a los géneros informativos. Consiste en ponderar el modo en que se atribuyen y aprovechan, total o parcialmente, los datos o hechos difundidos con carácter de primicia por otro medio de información. Es obligado que los otros medios citen esta circunstancia inicialmente al difundir a su vez la información. Es un plagio informativo, desde la perspectiva ética, limitarse a reproducir la primicia dada por otro y no citarlo.
El análisis de la estructura del texto es más complejo. En periodismo debemos acudir humildemente a los métodos de análisis en literatura. La opinión de algunos expertos en este campo es algo desconcertante.
Citaré uno de esos jarros de agua fría. Wolfgang Kayser, en ?Interpretación y análisis de la obra literaria? (Editorial Gredos, Madrid, 1981, páginas 73 y 74), dice: ?Si toda adaptación de un asunto hubiera de considerarse plagio, casi no habría un solo poeta limpio de este crimen. Y si, como hizo Albrecht (en su obra ?Lessing’s Plagiate?), se toman en cuenta todos los empréstitos de ideas y lenguaje, todos somos plagiarios. Ciertamente, no siempre es fácil determinar cuándo se sobrepasa el límite de los préstamos y adaptaciones permitidas y comienza el terreno vedado?. Pero plagiar es grave.
No en balde el origen remoto de la palabra invoca esa gravedad. Lo explica Niceto Blázquez en la obra que ya he citado: ?Plagio es un derivado del latino ?plagium? y que evoca la idea de la ?plaga? o pena del látigo con que se condenaba a los que habían vendido un hombre libre como esclavo?."