Sunday, 22 de December de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1319

Carles Esteban

‘Vivimos en un contexto de relativa crispación social por la ubicación territorial de grandes o pequeñas infraestructuras que, a pesar de ser necesarias para el conjunto de la sociedad, son rechazadas por los vecinos cercanía (el caso de la mal llamada d´Hebron, las líneas de alta tensión para conectar con Francia, el cuarto cinturón, el traslado de las prisiones desde el centro de las grandes ciudades, y otros muchos). Es un fenómeno que, sin ser uniforme -hay diversos grados de oposición-, empieza a tener una denominación informal: el movimiento nimby (acrónimo de las primeras letras de las palabras de la expresión anglosajona not in my back yard, literalmente, no en mi patio trasero).

El 27 de febrero, en la sección de Sociedad, el periodista Antonio Cerrillo, reputado especialista de la información referida al medio ambiente, publicaba un reportaje con un enfoque diferente. Con el título ‘La primera plataforma catalana por el sí’, y con un subtítulo que rezaba ‘Vecinos del Priorat y Ribera d´Ebre crean Acció per l´Energia Eòlica para pedir que se instalen molinos de viento’, el periodista daba cuenta de la aparición de una plataforma favorable a la instalación de los parques eólicos proyectados en la zona, y decía: ‘Está llamada a ser un soplo de aire fresco en las comarcas del sur de Catalunya. Por primera vez, vecinos de estos pueblos han salido del armario político para decir en voz alta que quieren que se instalen parques eólicos en sus municipios… y dicen que ya nadie los va a asustar’.

Carmen Hidalgo y Josep Escoda, concejales de El Molar, una de las poblaciones afectadas por los proyectos, consideran que la información es tendenciosa, y explican: ‘En el Priorat hace años que debatimos este tema, y precisamente porque queremos contribuir a la aportación de la energía renovable al conjunto del país y, a la vez, queremos preservar nuestro entorno paisajístico, llegamos a un acuerdo que hacía compatibles las dos cosas. Los intereses de una empresa, no obstante, han prevalecido en algunos casos haciendo peligrar este acuerdo’. Sobre los referendos organizados en algunas poblaciones, y citados en la información, favorables a los parques eólicos, ambos lectores señalan que sería necesario analizarlos uno por uno, y citan el caso de su población, El Molar, ‘una consulta que no tenía ninguna fiabilidad y en la que la participación no llegó ni al 30%’.

Roger Pascual y Roser Vernet, portavoces de la Plataforma per la Defensa del Patrimoni Natural del Priorat, también remiten una comunicación a propósito del artículo, que a su juicio aborda el complejo tema de forma ‘simplificada y tendenciosa’. Dudan de la fiabilidad de los mencionados referendos celebrados en algunas poblaciones y se remiten al acuerdo comarcal suscrito por representantes de partidos políticos en la zona y la plataforma que ellos representan, que ‘posibilitaba una implantación racional y asumible en que confluían intereses legítimos de todas las partes y no ponía en entredicho el modelo de desarrollo comarcal que se va dibujando, con el paisaje como eje primordial y vertebrador. El acuerdo hacía posible que una parte de los proyectos pactados fueran efectivos. Sin la presión de la empresa, que no se conforma con lo que el territorio pactó, posiblemente ya funcionarían’.

Ante estas alegaciones críticas, Antonio Cerrillo señala: ‘La existencia de una plataforma ciudadana a favor de los parques eólicos es un acontecimiento tan singular que no podía ser pasado por alto. Hasta ahora, todas las plataformas ciudadanas al uso han tendido a rechazar proyectos o infraestructuras en Catalunya. En cambio, ésta es ciertamente singular y merecía la pena destacarla porque apoyaba un tipo de infraestructura que necesita Catalunya, y lo hace de manera activa’. Yagrega: ‘La Vanguardia ha recogido decenas de informaciones de las plataformas contrarias a los parques eólicos -o que las cuestionaban seriamente-, como se puede comprobar en la hemeroteca. Por eso, ésta era una oportunidad magnífica para recoger también las opiniones de los partidarios, pues sus voces hasta ahora han sido silenciadas y no han tenido el eco que merecían (lo que debería ser objeto de reflexión). Hemos querido hacer una contribución a la pluralidad informativa. No hay ni un solo dato del reportaje que haya sido rebatido. En el futuro, espero que podamos seguir recogiendo todas las voces sin que nadie se moleste por ello’. El redactor jefe de Sociedad, Miquel Molina, argumenta: ‘Además de intentar realizar una cobertura objetiva de un tema, los periodistas tratamos de ofrecer al lector lo que es inusual, lo que merece convertirse en noticiable más allá de una tendencia mayoritaria; eso sí, siempre que la información en cuestión se ofrezca dentro de su contexto. En este sentido, La Vanguardia no ha escatimado espacio a la hora de reflejar la oposición a la proliferación de parques eólicos en comarcas de Catalunya, y nos parecía relevante, y en modo alguno desenfocado, reflejar la opinión de un grupo que se decanta por propiciar la instalación de estos equipamientos’.

EJÉRCITO ISRAELÍ. A raíz del artículo publicado en esta sección el pasado domingo, donde explicaba que un lector cuestionaba el uso de la expresión pasaporte hindú en lugar de pasaporte indio, Bert E. Verduin escribe: ‘Dicho comentario me lleva a señalarle que La Vanguardia y otros medios de comunicación españoles utilizan regularmente y de forma errónea términos como ejército judío o gobierno judío cuando una noticia se refiere al ejército israelí o a instituciones del Estado de Israel. Yo les pregunto: ¿por qué lo hacen? ¿Y por qué no escriben ejército católico (o católico romano) cuando hablan del ejército español que se encuentra actualmente en Afganistán? Los medios de comunicación nunca aplican el adjetivo musulmán cuando hablan, por ejemplo, del plan nuclear de Irán’. El lector tiene razón. Una cosa es el Estado de Israel y sus instituciones, y otra, la adscripción religiosa de sus ciudadanos. Y es verdad que a veces se cuela la incorrecta expresión ejército judío. Es un error y deberemos extremar la atención para no reincidir en él, por más que algunos dirigentes políticos israelíes se hayan referido, históricamente y sin rodeos semánticos, a la necesidad de preservar ‘la esencia judía del Estado de Israel’. Como explica el corresponsal en Jerusalén, Henrique Cymerman, el ejército de Israel, el Tsahal, está formado por profesionales y por soldados de ambos sexos que cumplen el servicio militar obligatorio, e incluye a ciudadanos practicantes del judaísmo y a otros laicos, así como a colectivos de otras confesiones, como drusos, cristianos, árabes musulmanes con ciudadanía israelí y beduinos de las tribus que siguieron en la zona tras el nacimiento del Estado de Israel en 1948.

¿CUESTIÓN SEMÁNTICA? Siguiendo en el enrevesado panorama informativo de Oriente Medio, el lector Pere Closas escribe a propósito de una noticia publicada el 4 de marzo y titulada ‘Tres israelíes lanzan petardos y bombonas de gas en la basílica de la Anunciación de Nazaret’. Dice el comunicante: ‘No lo entiendo. Se explican unos hechos a mi entender bastante graves, y no porque fueran contra una manifestación religiosa cristiana, sino por ellos mismos, y los periodistas consiguen explicarlos sin utilizar las palabras terrorista, bomba o armas, aunque hay heridos, la ambulancia no puede llegar por la actitud de los manifestantes (que no me queda claro de parte de quién están), un coche policial es incendiado, los policías deben refugiarse y diez de ellos resultan heridos. Como no son terroristas, la televisión emite imágenes de los tres ‘judíos israelíes’ (ningún adjetivo más) acompañados de enfermeras y policías, que por orden del primer ministro deben de ser tratados ´con la máxima moderación´. ¿Es inocente la elección del vocabulario? ¿Tengo una mentalidad susceptible?’.

El jefe de la sección de Internacional, Plàcid Garcia-Planas, precisa: ‘La noticia fue difundida tarde por las agencias de noticias, y los datos que aportaban eran confusos. Ninguna definió lo sucedido como un acto propiamente terrorista. Posteriormente, se confirmó la causa de esa escasa claridad informativa: los agresores tenían perturbadas sus facultades mentales, de ahí que el ataque -por su forma y el lugar donde se produjo- fuese extraño. Lo que los tres perturbados lanzaron era lo que la noticia describía: petardos y bombonas de gas. Que el primer ministro israelí ordenase tratarlos ´con la máxima moderación´ no es responsabilidad de La Vanguardia,que en asuntos de Oriente Medio, especialmente, siempre ha buscado la precisión del lenguaje y el equilibrio informativo’.’