“En el suplemento Babelia del 11 de agosto, Isidoro Reguera publicó una reseña del libro Conciencia más allá de la vida del cardiólogo Pim van Lommel que sostiene que la conciencia es ilocalizable. Un lector, Juan S Aguilar, ha remitido una reflexión crítica sobre el citado análisis. Sin ánimo de intervenir en la polémica, pero considerando que la pertinente intervención del lector y la elaborada respuesta que me ha remitido Reguera pueden ayudar a una reflexión de interés… reproduzco ambos textos.
La carta de Aguilar afirma: ‘Creo que el autor, Isidoro Reguera, realiza un trabajo muy incompleto al limitarse a comentar el libro desde una posición completamente parcial, casi propagandística, en defensa de su autor. Se trata de un asunto de gran complejidad técnica en el que Reguera no nos informa de qué es lo que piensa la ‘ciencia materialista’ al respecto. Se limita a repetir que la ciencia es corta de miras, que no comprende la realidad en su aspecto más profundo y toda una serie de lugares comunes posmodernos. Ayudaría a los lectores que se explicase en qué consisten los hallazgos obtenidos hasta la fecha en lo referente a las ‘experiencias cercanas a la muerte’ y por qué la postura mayoritaria de los neurobiólogos es escéptica. Svenson, Greyson, Moodys y otros autores no han obtenido hasta la fecha resultados concluyentes que demuestren una ‘conciencia separada del cuerpo’. Todo son anécdotas, opiniones y testimonios vividos y, en muchos casos, construidos posteriormente por pacientes que estuvieron cerca de la muerte o que creyeron estarlo (es imposible distinguir entre los dos grupos). Su falta de resultados les lleva a acudir a la siempre socorrida física cuántica como el marco ideal para estudiar el fenómeno. Sin resultados apreciables tampoco, por cierto, porque la función de onda o la ecuación de Schrödinger no parece que puedan servir de mucho para explicar por qué una persona ve luces o se encuentra con Mahoma cuando cree que está a punto de morirse. Otros autores, como Lempert, Mohr o Blanke no se han dedicado a la física cuántica, sino que, sin salirse del ámbito de la neurobiología, han llegado a averiguar mucho sobre las consecuencias de la anoxia o de la epilepsia en determinadas regiones del cerebro. Sus hallazgos tienen, además, utilidad diagnóstica y clínica y están proporcionando información acerca de cómo el cerebro construye el ‘yo’. Esa parece ser la dirección que está tomando la ciencia sobre este asunto y considero que Isidoro Reguera tenía la obligación, por lo menos, de explicarlo’.
La respuesta de Reguera es la siguiente: ‘Evidentemente, lo que el sr. Juan S. Aguilar, con razón, plantea es la otra cara de la moneda y pertenece a la interesante discusión científica actual sobre la cuestión de la conciencia. A mí me interesaba, objetivamente, describir una postura como la de van Lommel, porque introduce unas perspectivas científicas posibles, diferentes a las más extendidas. Y que, asumida con mucho cuidado, efectivamente, como hipótesis, y a la espera de que cree más frutos objetivos, abre posibilidades filosóficas interesantes de reflexión sobre la conciencia y la muerte, que conectan con datos repetidísimos de la sabiduría ancestral. (‘El materialismo no es tan antiguo, sólo existe desde el siglo XVI’, decía Rudolf Steiner con cierto sarcasmo.) Creo que la posmodernidad es algo serio, no es una moda efímera, y que sus lugares comunes son tan comunes, es decir, consolidados, como los de cualquier otro paradigma cosmovisional: son los que apuntalan un modo peculiar de ver el mundo; mientras duren, no los superen otros. Personalmente no tengo interés alguno en defender nada, me limito a decir lo que dice el libro, que desde luego no cabe en 800 palabras.
Digo, por tanto, lo que puedo y llama mi atención e interés, simplemente, en el sentido que sea; siento que en este caso ese interés pueda parecer propagandístico; a mí no me lo parece. De todos modos, mejor si fomenta la reflexión y discusión, si espolea intelectualmente a alguien, en cualquier sentido. Faltan polémicas interesantes en este país. Yo aquí no pretendo iniciar una, sólo explicar lo que hago.
De todos modos, y hablando ya por mí mismo, como filósofo, no creo que el problema de la conciencia, o la muerte, tenga solución. (Las cuestiones clínicas son de otra índole, no son conceptuales. Los científicos han de saber qué buscan con sus técnicas. No es el dolor el que duele, ni la muerte la que mata, ni la conciencia la que piensa. Es decir, no hay entidades así.) Y un problema que no tiene solución posible no es problema alguno, simplemente no tiene sentido. De modo que el problema de la conciencia quizá no sea problema alguno porque es precisamente con ella con la que se problematiza todo, incluso esto que digo. Tampoco el de la muerte parece que tenga solución, ni sea problema, porque ella es la (di)solución de todo problema, o porque, como dice Wittgenstein, no es un acontecimiento de la vida. La muerte, así, en realidad no existe. La conciencia, así, en realidad es la propia condición humana irrebasable. Y en este sentido van Lommel da mayores perspectivas científicas que la de encontrar la conciencia en un par de neuronas o explicar las vivencias límite de siempre como meras alucinaciones neuronales, o como anécdotas, etc. Ojalá que la ciencia demostrara ambas cosas, difícil, pero así acabarían especulaciones. Quizá todo malentendido resida, como siempre, en el diferente uso que se hace de las palabras, en este caso ‘conciencia’ o ‘muerte’.
En una recensión, aunque relativamente larga en este caso, se informa de un libro, no se puede hablar de todo: de las posturas de un libro y de las contrarias, a las que, por otra parte, se refiere el propio van Lommel en el suyo. (Ya se sabe de sobra que hay muchas, que hay innumerables ‘juegos de lenguaje’, incompatibles, además, entre sí. Tampoco la ciencia, ni mucho menos, es ajena a ellos.) Sí, si se tratara de un artículo sobre el estado actual de la cuestión de la conciencia o de la muerte. Pero no es el caso. También yo he recibido correos y llamadas hablándome de mi reseña en sentido muy diferente a la réplica del sr. Juan S. Aguilar, que, de todos modos, cuenta con todos mis respetos, porque creo que los merece. Sólo que, hablando de respeto, quizá le sobren algunas, pocas, palabras.
Pero tampoco eso es problema, no tiene solución, etc…’"