“Parlamentarios del congreso regional de Chuquisaca (Bolivia), durante una fiesta de Navidad, agredieron sexualmente a una empleada de la limpieza de la institución. El hecho trascendió al revelarse la grabación de una cámara de seguridad instalada en la sala donde sucedieron los hechos. El vídeo, con una duración de cerca de 17 minutos, muestra a la mujer en estado inconsciente que es arrastrada hasta una silla del recinto. Un hombre hace un gesto y se apagan las luces.La imagen se oscurece, pero sigue siendo visible lo que ocurre en la habitación. Tras tumbarla en el suelo se coloca encima de ella. La escena se interrumpe cuando vuelven a encenderse las luces. Reaparecen las mismas personas. Sientan otra vez a la mujer, quien durante un rato es abandonada y resbala quedando tendida en el suelo. Al final, es retirada del lugar por los mismos personajes. Sin embargo, la noticia que relataba el episodio en este diario no se limitaba a la descripción de lo sucedido. Adjuntaba el citado vídeo, unas imágenes que las televisiones de aquel país han emitido reiteradamente. Ello sucedía en la noche del 19 de enero. A la mañana siguiente, se retiró el acceso directo al mismo y se mantuvo un enlace a la página de Youtube que lo albergaba. Un enlace impracticable durante varios días porque el citado portal lo retiró alegando que infringía sus normas de uso. Un vídeo, ahora, nuevamente accesible. El diario ha retirado el enlace. A la hora de decidir acerca de la publicación del vídeo en la edición digital de este diario… no hubo la suficiente reflexión, según me ha reconocido el responsable de la edición digital en México.
La emisión del vídeo ha motivo la queja, totalmente razonable, de lectores. No debió publicarse. Esther Guarinos, por ejemplo, argumenta que la inserción ‘me ha sublevado por varias razones’. ‘La primera es que no veo donde está el valor periodístico de incluir el vídeo en la noticia. Lo único que aporta es morbo’. Y prosigue: ‘Desgraciadamente han sucumbido ante él. La segunda es que les sugiero que se pongan por un momento en la piel de la agredida y piensen por un segundo como se debe sentir una mujer cuya violación se han encargado ustedes de difundir en primera plana. Me parece una falta de respeto total y absoluta y una agresión a la intimidad de la persona en la que ustedes colaboran activamente’.
Algunas veces, las imágenes altamente desagradables aportan información. En este caso, la única herencia de este testimonio gráfico es un triste espectáculo de sordidez. Además, aunque no se reconocen los rostros, la divulgación de las imágenes convierte a la mujer agredida en nuevamente víctima, esta vez de los medios de comunicación. Como ya he citado alguna vez, el Libro de Estilo incorpora cautelas adicionales a la hora de considerar las informaciones que deben facilitarse sobre una víctima de violación. La noticia ya suministraba suficientes detalles para hacerse una idea de lo sucedido. La redacción evitaba, por ejemplo, entrar en hipótesis sobre las causas del estado de la mujer, algo de lo que se encargaban con temeridad y sin respeto comentarios publicados en el Eskup de la misma pieza.
El presidente Morales ha exigido la renuncia o licencia indefinida de los legisladores supuestamente implicados en la violación, que pertenecen a su partido, hasta que se aclaren los hechos, que ha calificado de inaceptables.
También la Defensoría del Pueblo de Bolivia ha exigido a las autoridades una actuación ‘rápida, imparcial y contundente, y que la sanción no se limite a la simple separación del cargo y mucho menos se facilite la impunidad’. Además, ha recordado a los medios de comunicación que ‘el deber de informar de manera completa no excluye la necesidad de mantener el respeto y la consideración que merecen las víctimas de violencia’. La Organización de Naciones Unidas (ONU) en Bolivia ha pedido un castigo severo para los autores de la agresión.”