Sunday, 22 de December de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1319

Tomàs Delclós

A la hora del recuento de los participantes en una manifestación no resulta extraño, particularmente cuando la convocatoria es claramente crítica con el Gobierno, que las cifras suministradas por organizadores y policía discrepen llamativamente.

Eso sucedió el pasado sábado a la hora de evaluar el éxito de la Marcha de la Dignidad. La organización elevó a más de dos millones el número de manifestantes y la policía habló inicialmente de 50.000 para rebajarlo luego a 36.000. Hasta aquí, lo habitual. Lo que no lo fue es que este diario no elaborara su propio recuento y que en la portada de varias ediciones titulara con la cifra que la policía suministró inicialmente (“50.000 gritos contra los recortes”). Una portada que en las últimas ediciones, ante el baile de cifras sobre asistencia, fue cambiada para titular: “Dignidad y gritos contra los recortes”.

El diario cometió dos errores (uno lo subsanó en las últimas ediciones): no hacer su propio recuento y asumir en el titular la primera cifra policial, aunque en el texto, además de citarla, se hablara de decenas de miles de manifestantes. En la edición digital, donde se mantiene una página con toda la información desplegada por el diario relacionada con la marcha, un seguimiento que empezó dos días antes, se daba el cálculo de los organizadores, que no se mencionaba en la edición impresa.

El Libro de Estilo establece que en las manifestaciones de asistencia fácil de calcular (centenares, algunos millares) hay que incluir directamente el número de participantes, al margen de dar también las cifras facilitadas por la policía o los organizadores. Sin embargo, “en las grandes manifestaciones, el periódico ofrecerá un cálculo propio, pero siempre explicando el mecanismo utilizado (preferentemente, el espacio ocupado por los manifestantes, multiplicado por una media de personas por metro cuadrado). Esto no impide aportar también los cálculos de los organizadores y la policía, a ser posible con la fórmula que han empleado a su vez”. No se hizo.

Las cartas de crítica y enfado de los lectores se han acumulado esta semana. Transcribo una muestra no exhaustiva de las mismas. Carlos Luis Gómez subraya que “el periódico utiliza como fuente la Delegación del Gobierno para dar la cifra de la manifestación del 22M. ¿Desde cuándo eso es independencia periodística? Recuerdo cuando EL PAÍS hacía sus propios cálculos y daba sus propias estimaciones en este tipo de actos. Ahora hace seguidismo oficial del Gobierno”. José María Climent manifiesta que “este tipo de maniobras de desinformación” constituyen una fuente de descrédito “sin precedentes”.

Luís Andrés Marques se pregunta si el diario se da cuenta de que, “probablemente por primera vez”, ha hecho caso de las cifras, que considera manipuladas, de la policía. Vicente Martín Rodríguez escribe: “¿Cuál es el número? A esta pregunta su periódico ha respondido ‘lo que diga la policía’ y no se ha tomado la molestia de tratar de aventurar (de informar) un número. Tampoco ha dado una cifra de contraste. ¿Olvida su diario que en las últimas semanas hemos sido víctimas de una información falseada, precisamente por los que dirigen esa policía?”. Cristina Ulloa concluye: “Vuestros lectores no admitimos que transcribáis las letanías de asistencia de unos y de otros en forma de cifras; especialmente cuando en otras concentraciones os habéis mojado con los números. Quizás sea el momento de dejar las tertulias de televisión y bajar más a la calle”.

Algunos lectores hacen su propio ejercicio estimativo en función de que en la plaza de Colón hay una superficie de unos 37.000 metros cuadrados y el recorrido total, sin contar las calles adyacentes, es, siempre según los cálculos que remiten, de 200.000 metros cuadrados. Y cuentan que cuando el centro de la manifestación llegó a Colón, la cola de la misma no había salido todavía de Atocha. A esta superficie aplican un múltiplo de manifestantes por metro cuadrado que, cualquiera que sea, da un resultado claramente superior a 50.000.

Otro lector, Tayeb, se centra en el número de autocares movilizados para acudir a la marcha. “Siendo los autobuses 900 y calculando que en cada uno iban unas 45 persones (aun siendo la capacidad total de estos autobuses con la práctica totalidad de mi certeza mayor), da un resultado de 40.500 personas”. Francisco Lozano escribe que “la Guardia Civil tenía controles ¡en una autovía, la A 6! Pasado Benavente. Paraba a los autobuses (yo venía en uno de ellos, en un grupo de unos diez provenientes de Asturias) y… registraba el compartimiento de equipajes, ¡subían a los autobuses y recorrían el pasillo buscando… controlando… ¿qué? No lo sé”. Circunstancia que, relata, retrasó su entrada a Madrid para participar en la manifestación.

No es propósito de este texto establecer una cifra propia, inevitablemente imprecisa. Se trata de señalar la necesidad de ofrecer, y justificar, por parte del diario su propio recuento, admitiendo que el mismo resultaba difícil dada la irregular densidad de manifestantes durante el trayecto y su afluencia durante el recorrido.

Algún lector recoge los titulares de medios internacionales. Lo hacen M. Luisa Santidrian o Ramón Bajo. La mayoría, con datos de agencias, cifra la asistencia en el texto en varias “decenas de miles” sin entrar en números exactos y en los titulares de sus ediciones digitales adjetivan el éxito de la convocatoria. Le Monde habla de una “gigantesca manifestación”. Liberation considera que Madrid acogió una “desfile monstruo”. La BBC califica de “enorme” la concentración.

Liberation asocia en el titular el éxito de la convocatoria con los altercados ocurridos al final de la misma. The Guardian directamente titula con los disturbios. En este punto, cuyo tratamiento por parte del diario algunos lectores también critican, este periódico ha distinguido claramente en el texto entre la celebración pacífica de la manifestación y la actuación posterior de grupos vandálicos (“Todo discurrió de forma pacífica y planificada hasta entrada la noche, cuando elementos radicales y policías antidisturbios entraron en acción”).

En portada, se publicó una imagen de la manifestación pacífica y no de los disturbios que se produjeron posteriormente por la noche.

Un reproche, sin embargo, se centra, lo hace José Javier Alfaro, en el pie de foto de la página 19 donde se podía leer: “Varios manifestantes golpean un coche de la policía tras la manifestación”. “Como suele ocurrir”, comenta, “los vándalos de la foto no eran manifestantes por la Dignidad. Ni una sola alusión a los intentos de no pocos de los manifestantes para que cesasen los violentos en su actitud”.

Sobre la necesidad de aclarar las cargas policiales antes de que terminara la manifestación, el editorial del pasado miércoles, crítico con el aprovechamiento por parte de grupos vandálicos de una marcha pacífica, pedía una explicación del Gobierno.

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Tomàs Delclós é ombudsman do El País