Wednesday, 13 de November de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1313

Lola Galán

En periodismo no hay nada tan contundente como una buena fotografía. Y esto es especialmente evidente en el caso de catástrofes naturales, accidentes o atentados terroristas. Los últimos días de 2014 y los primeros de 2015 se han visto ensombrecidos por sucesos terribles que EL PAÍS ha cubierto valiéndose de imágenes de gran crudeza en algún caso. ¿Hemos sobrepasado los límites que nos impone el respeto a las víctimas? Sí, en opinión de algunos lectores que me han escrito para quejarse de ello.

El atentado del que fue objeto el semanario satírico francés Charlie Hebdo, el miércoles 7 de enero, ha dejado imágenes escalofriantes. EL PAÍS publicó ese mismo día en su página web una fotografía estremecedora que fue portada de la edición impresa del día siguiente. Un lector, Carles Gascó, me escribió esa misma noche para preguntar por qué este periódico, “al igual que han hecho otros muchos en España, ha escogido publicar en su edición digital las imágenes del abatimiento y remate en el suelo de un policía indefenso. Estas imágenes y vídeo no parecen haber sido divulgadas en la prensa digital francesa. ¿Creen realmente necesario ese recurso al horror para reflejar la noticia?”.

La elección de las fotografías de portada corresponde al director. En su nombre, el director adjunto, David Alandete, explica: “EL PAÍS publica sólo imágenes que, como prescribe el Libro de Estilo, tienen ‘valor notarial’. Del atentado terrorista en París, el peor vivido en Francia en medio siglo, publicamos en portada una foto que refleja la barbarie cometida en toda su intensidad: una toma de vídeo que muestra a dos encapuchados apuntando a una víctima en el suelo, antes del asesinato. Es, sin duda, un valioso testimonio de los acontecimientos relevantes de los que el cámara fue testigo, que es lo que recomienda el Libro de Estilo. Muestra un instante decisivo de un comportamiento propio de guerras, no de las calles de una capital europea. La instantánea, además, da una valiosa información para el lector, por la indumentaria y forma de portar las armas de los asesinos, y por la indefensión en la que mataron a su duodécima víctima”.

La sección de Fotografía manejó ese día unas 800 fotos del suceso. No deja de ser elocuente que la imagen elegida para ilustrar la portada de EL PAÍS fuera una de las más utilizadas por los diarios de todo el mundo, con excepción de los franceses, que se abstuvieron de mostrar en sus portadas la escena del gendarme encañonado por los terroristas.

No es la única fotografía cuya publicación nos reprochan los lectores. Francisco Javier Barbado me escribió dos mensajes para protestar por dos diferentes imágenes de portada. La del 2 de enero, que aludía a la trágica estampida producida la noche de fin de año en Shanghái, que se saldó con decenas de jóvenes muertos, y la que dominaba la portada del diario el 31 de diciembre pasado, en la que podía verse un momento del rescate de un pasajero del vuelo QZ8501 de AirAsia que se precipitó al mar el 28 de diciembre pasado. La imagen del cadáver semidesnudo era impactante. El lector lamenta que mostremos en portada estas imágenes porque constituyen en su opinión una falta de respeto a personas fallecidas trágicamente.

David Alandete señala que ambas fotografías, “la del rescate en el Índico y la escena de la estampida de año nuevo en Shanghái, muestran las consecuencias de dos accidentes con numerosas víctimas, una con un cadáver apenas identificable y otra con heridos desmayados en el suelo. Se ajustan al Libro de Estilo, que dice al respecto que imágenes de este tipo ‘sólo se publicarán cuando añadan información”.

La imagen del rescate de un cadáver semidesnudo no añade nada

Creo, no obstante, que en el caso del pasajero del avión siniestrado, la elección es más que discutible. La imagen no añade nada a la noticia, salvo el horror de ver un cuerpo sin vida, expuesto al mundo de la manera más terrible.

No sólo las fotografías tienen la capacidad de impactar, también los titulares de portada están concebidos para atraer de inmediato la atención de los lectores. El que ilustraba la edición impresa de EL PAÍS del 5 de enero, con gran despliegue tipográfico, ha causado algunas protestas. El titular abordaba una noticia exclusiva que tenía amplio desarrollo en las páginas interiores del diario. La fiscalía ve indicios de delito en las finanzas de todos los partidos, anunciaba el título. La fiscalía en cuestión es la del Tribunal de Cuentas, pero el artículo publicado en la sección de España no incluía en realidad a todos los partidos, de hecho, en esas páginas, el título hablaba de casi todos los partidos.

Un lector, Antonio Segura, me ha remitido una carta en la que protesta porque, pese a la contundencia del titular, en el texto se citan varios partidos, pero no todos. No se mencionan, “UPyD, Ciutadans o Podemos, por ejemplo. A IU y PAR se les cita como expedientados por el Tribunal de Cuentas, pero no acusados de delito y desde luego no por la fiscalía. Salvo que quieran consolidar la muy extendida opinión (sin embargo falsa) de que ‘todos son iguales’ no se entiende esta negligencia”.

Otros dos lectores, militantes de UPyD, han expresado una queja similar. Carlos Fernández Cron señala: “En UPyD nos esforzamos por mantener limpias y cristalinas nuestras cuentas, tanto las privadas como partido como las públicas que gestionamos. No me parece justo que se nos quiera meter a todos en el mismo saco. No represento a UPyD ni hablo en su nombre. Lo hago en el mío propio porque me ha dolido esa velada acusación”.

Ignacio Alonso Martínez llega a preguntarse incluso si EL PAÍS está en contra de ese partido que es el suyo, basándose en que ese mismo día se publicó también un editorial que, a su juicio, abundaba en la misma generalización. “Esto me lleva a varias reflexiones. La primera es subrayar la pésima forma de dar una noticia de este calado y la irresponsabilidad de un periódico que parece más interesado en meter el dedo en la llaga de la desconfianza ‘por curados de espanto que estemos’ (en palabras de su editorialista). ¿En qué quedamos? O todos, o casi todos, o los más importantes, o los partidos grandes… ¿Quieren dar la sensación de que otros partidos menos ‘grandes’ o menos ‘importantes’ pudieran también estar pringados? ¿A qué viene esta generalización?”.

David Alandete responde nuevamente. “En la portada del 5 de enero se resumió la idea del informe del fiscal del Tribunal de Cuentas, señor Olayo González Soler, con el titular La fiscalía ve indicios de delito en las finanzas de todos los partidos. Se detectaban indicios de irregularidad en las cuentas del 2012 en la inmensa mayoría de los partidos con representación parlamentaria, incluidos ‘unos 1,7 millones de euros que CDC contabiliza como ingresos por servicios sin su correcta acreditación; 9,5 millones condonados a Unió; 1,3 millones no declarados al fisco por el PP; préstamos supuestamente falsos del PSOE a sus fundaciones por valor de, al menos, 4,4 millones de euros; o 4,9 millones derivados de una extraña y lucrativa permuta sobre una extensa finca por parte del PNV’. Son prácticamente la totalidad de los partidos. De otros, más pequeños, como IU o el PAR, decía la información que se detectó ‘una supuesta vulneración de la ley de financiación’, pero que ‘la tardanza en fiscalizarlos era tan dilatada que los asuntos ya estaban prescritos en el momento de examinarlos’. A Podemos no se le podía examinar entonces porque no existía en el año de las cuentas auditadas, 2012, como partido”.

Es cierto que el titular no afecta a Podemos por razones obvias, pero es cierto también que ‘todos’ implica totalidad sin exclusiones y no es razonable pretender que se interprete como ‘la inmensa mayoría’. Por tanto, el titular de primera no responde fielmente a la información y no cumple las exigencias del Libro de Estilo.

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Lola Galán é ombudsman do El País