Sunday, 22 de December de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1319

Lola Galán

El afán investigador es básico en el periodismo, pero debe apoyarse en la prudencia a la hora de dar por ciertos los hallazgos, y valorarlos sobre esa base. Cuando no se aplica este criterio, pueden producirse errores como los que presentaba la noticia que publicó este diario el miércoles 28 de enero sobre Juan Carlos Monedero, número tres de Podemos y profesor de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid. En la portada de EL PAÍS podía leerse: “Monedero falseó la mayor parte de su currículo académico”. Y el sumario añadía: “Profesores a los que cita como referencia niegan conocerle”.

El tema se desarrollaba en la página 14, aunque con un titular que limitaba el alcance de la “falsedad” curricular a dos casos: la pretendida estancia de Monedero como profesor invitado en el Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Humboldt de Berlín, y en la mexicana de Puebla. Se mencionaba también un asunto ya conocido, el de su colaboración, menos relevante de lo que él se atribuye, con el Banco Central Europeo.

La información se basaba en que ninguna de las universidades mencionadas había encontrado, a requerimiento de Vicente G. Olaya, redactor jefe de la sección Madrid, e Isabel Cuesta, autores del texto, ningún registro escrito —de pago o de cualquier otra incidencia— del paso de Monedero por sus aulas. El profesor Claus Offe, que supuestamente le habría invitado a dar clases en la Humboldt, decía, no sin advertir de su mala memoria, no recordar al profesor español.

El mismo miércoles, mi correo registró ya la agitación de los lectores que discrepaban de la importancia dada a una información que les parecía “inconsistente”. Raúl R. Estévez señalaba la disparidad entre el titular de portada que daba por falsa “la mayor parte del currículo” de Monedero, y la noticia, que detallaba “tres posibles irregularidades, su puesto de profesor invitado en Humboldt y en Puebla y un trabajo realizado para el BCE”. Poca cosa en el extenso currículo de Monedero.

Argumentos parecidos esgrimían Juan Ramón Martínez Bañuelos, Pere Vilanova y Carlos A. Carrasco. Juan José Castillo, catedrático de Sociología de la Complutense y profesor emérito de la misma, subrayaba en su mensaje que, “después de 40 años en la Universidad”, habría sido tan cauto como el profesor Offe, caso de ser preguntado por un profesor invitado en el pasado.

Ese día quedó claro que la cautela de Offe estaba justificada, porque, como explica Olaya, “en un intento de acercarnos lo más posible a la verdad, seguimos insistiendo y hallamos al profesor Peter A. Kraus, ayudante de Offe, que nos explicó que Monedero había sido ‘profesor visitante’ y no ‘profesor invitado’ [en 1995] La diferencia no es baladí. El visitante es un profesor que acude a otra universidad para investigar o dar clases enviado por su centro, y el invitado es una eminencia que imparte clases o conferencias”.

La diferencia no será baladí pero no justifica un titular en primera página de este periódico. Especialmente cuando, al día siguiente, llegaba a la redacción un desmentido. Flora Molina Rodríguez, directora de Comunicación de la Universidad Iberoamericana de Puebla, envió una carta en la que confirmaba que Monedero fue profesor invitado durante cinco veranos (2006-2010), en los que “impartió seminarios cortos de Análisis Político”, en diversas instituciones, incluida la Iberoamericana de Puebla.

La puntualización del profesor Kraus fue recogida en la edición impresa y digital de EL PAÍS del jueves 29 de enero, en un artículo de seguimiento del tema, pero no figuraba en el título ni en el sumario. Una mención a la carta de la universidad mexicana se publicó el viernes, al final de un texto titulado: “Monedero dice tener sus impuestos en regla, pero no aporta pruebas”. En la edición impresa, se aludió a ella en un destacado.

La información sobre Monedero se investigó insuficientemente

El viernes recibí muchos más mensajes de lectores, que no puedo extractar por razones de espacio. Cito de pasada los nombres de algunos de los remitentes: Salvador Montoro Gómez, Andrés Seral, Ramón Pacheco, Gonzalo Joya, Natxo Costa, Manuel José Pérez. Juan Ignacio Bernaola Rodríguez, Ildefonso Hernández Aguado y Félix López de Letona, entre otros. Todos, críticos con el artículo y lamentando muchos de ellos haberse enterado de la rectificación por otros medios de comunicación.

¿Qué puso a EL PAÍS sobre la pista de las hipotéticas falsedades del currículo del número tres de Podemos? Olaya lo explica así: “Quien exagera una vez, puede hacerlo dos o más. Cuando se conoció que Monedero no había trabajado para el BCE, como afirmaba en su currículo, sino que había elaborado un informe de 80 páginas, a medias con otro especialista, pensé que podía haber maquillado su vida docente en más ocasiones. Comenzamos así a llamar a los lugares donde supuestamente había sido profesor invitado y descubrimos que no existían registros de su supuesta docencia. En la Universidad Humbolt no quedaba constancia y el profesor Claus Offe, que en teoría dirigía el instituto universitario donde Monedero afirmaba haber sido profesor invitado, no lo recordaba”.

“También se llamó”, añade, “a la Universidad de Puebla, donde, y así lo reflejamos, Monedero tampoco había sido contratado. No obstante, dejamos abierta la posibilidad a que hubiera estado como visitante”. La posibilidad quedaba abierta en el texto, pero era una apertura de escasa relevancia bajo un titular que hablaba de falsedades.

Lo que no consiguió Olaya fue contactar con Monedero. “Durante dos días se le telefoneó a su móvil particular de manera insistente”, explica, “se le enviaron mensajes de texto, WhatsApp y un correo electrónico. No respondió a ninguno. Finalmente, se contactó con su gabinete de comunicación, que aseguró que en ese momento no podía hablar porque estaba en La Tuerka. Al final, admitió que se negaba a hablar”.

El director adjunto, David Alandete, subraya también esta negativa de Monedero a hablar con EL PAÍS y coincide con Olaya en el relato de los hechos. “En la primera página del diario del 28 de enero se decía que el señor Monedero ‘falseó la mayor parte de su currículo académico’. La Real Academia Española define ‘falsear’ como ‘adulterar’. En primer lugar, el señor Monedero no trabajó para el Banco Central Europeo, como afirmaba en su currículo. En la noticia publicada el 28 de enero se citaban otros casos concretos, atribuidos a fuentes como el profesor Claus Offe, de la Universidad Humboldt, que decían no conocer a Monedero, a pesar de que este decía haber sido profesor invitado por su departamento”.

He preguntado al director adjunto por las razones de que el periódico no destacara la carta de la Universidad de Puebla. Alandete señala: “El artículo citaba a un empleado de ésta que decía literalmente que ‘no existe registro de él como profesor’, aunque dejaba ‘la puerta abierta a que Monedero haya podido participar en lo que la institución denomina ‘proyecto’’. Posteriormente, Flora Molina Rodríguez, una portavoz de la Universidad Iberoamericana de Puebla, ahondó más y explicó por carta que no cuenta ‘con la participación del Dr. Juan Carlos Monedero… en la nómina de la institución’, pero que este ‘impartió seminarios cortos’. Esta carta no invalidaba la información central de la crónica publicada el día anterior sobre la Universidad Humboldt y las declaraciones del profesor Offe. A pesar de ello, publicamos las explicaciones ofrecidas por la portavoz de la universidad en una crónica del 30 de diciembre que recogía otra información del día, junto al final de un amplio reportaje sobre Podemos”.

La noticia sobre el currículo de Monedero no se limitaba a negar que hubiera sido profesor invitado en la Universidad Humboldt. Afirmaba lo mismo en el caso de la de Puebla. Y recalcaba que no había huella de su paso por ninguno de los dos centros. Ambos extremos fueron objeto de correcciones. En el segundo caso hubo un desmentido total que hace tambalearse todo el edificio de una información que no se investigó suficientemente.

Para cuestionar el currículo del número tres de Podemos habría que haberse apoyado en algo más sólido que la memoria de un profesor de 75 años o los datos de una empleada del departamento de pagos de una universidad, dada la complejidad del entramado de relaciones docentes entre los centros. En estas circunstancias, llevar el tema a portada era muy arriesgado. La única forma de atenuar el error hubiera sido publicar adecuadamente la puntualización y la carta de la Universidad de Puebla. Lamentablemente, no se hizo.

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Lola Galáné ombudsman do El País