Sunday, 22 de December de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1319

Tomàs Delclós

“Una respuesta en el blog, en el que citaba la clara indicación del Libro de Estilo de que no pueden emplearse expresiones como ‘Jerusalén, la capital israelí’ (como se había hecho en Shopping & Style) suscitó la perplejidad de algún lector que argumentó que es el Gobierno del país y no la prensa quien tiene autoridad para fijar la capital. Otros comentarios, por el contrario, refrendaban el criterio del diario, que no es nuevo y ya vivió el debate en esta sección nada menos que en 1998. Este asunto casi coincide con uno similar que ha protagonizado The Guardian.

 El diario británico, en abril, publicó un pie de foto en el que presentaba Jerusalén como la capital de Israel. Hizo una corrección en la que recordaba que, según su Guía de Estilo, la capital de Israel es Tel Aviv. Un error, dice la Guía, ‘que hemos cometido más de una vez’. Honest Reporting que, según su propia definición, se dedica a ‘vigilar la parcialidad de los medios de comunicación occidentales’ en el tratamiento de las informaciones sobre Israel, llevó el caso a la Comisión de Quejas sobre la Prensa del Reino Unido, una organización que supervisa la autorregulación de los medios. Y la comisión ha determinado que ‘si es exacto decir que Israel considera Jerusalén como su capital, ello no está reconocido por numerosos países y naciones que mantienen relaciones diplomáticas con Israel y cuyas embajadas están ubicadas en Tel Aviv. Por ello, la Comisión considera que el diario tiene derecho a referirse a Tel Aviv como la capital de Israel’. Honest Reporting ha considerado insultante la decisión e insiste en que el diario puede referirse a Jerusalén como ‘la disputada capital de Israel’, pero no afirmar que Tel Aviv lo es ‘como tampoco lo son Haifa, Manchester o Nueva York’.

El debate tampoco es inédito en el Reino Unido. La web oficial de los Juegos Olímpicos en Londres ha vivido un abrasivo baile de datos sobre la misma cuestión. Según el relato de la prensa israelí, que ha seguido con minuciosidad la cuestión, en las fichas informativas sobre los países participantes se incluyó una entrada sobre la capital de cada uno. Inicialmente, en la ficha de Israel, la referencia sobre su capital aparecía en blanco y en la dedicada a Palestina… figuraba Jerusalén. Tras las primeras protestas israelíes, los responsables de la web invirtieron la fórmula. Jerusalén aparecía como la capital en la ficha de Israel y la de Palestina se quedaba en blanco en este punto. Obviamente, no era una solución recomendable. Finalmente, para evitarse más líos, los responsables de la web han suprimido de las fichas de las delegaciones de todos los países la mención a la capital de cada uno. Y ya puestos, también han desaparecido los datos sobre superficie y moneda.

Y los contenciosos no son exclusivamente británicos. The Washington Post corrigió una información este año en la que aludía a Tel Aviv como la capital. Columbia Journalism Review fue más contundente en una corrección a un artículo de finales de junio: ‘La frase original se refería a Tel Aviv como capital de Israel. Lo cual es incorrecto. La capital es Jerusalén’. Como ejemplo de las ramificaciones del debate, en Estados Unidos hay vivo un pleito sobre si los ciudadanos nacidos en Jerusalén pueden identificar en su pasaporte estadounidense que el lugar de nacimiento es Israel.

De hecho, Tel Aviv acoje las embajadas de los países con representación diplomática en Israel y la propia Administración estadounidense la mantiene en esta ciudad a pesar de que en 1995 la Cámara de Representantes y el Senado aprobaron una disposición por la que la embajada debía trasladarse a Jerusalén a partir de mayo de 1999. Mudanza que la Administración no ha hecho.

España e Israel establecieron relaciones diplomáticas en 1986. El Gobierno español hizo una declaración en la que reiteraba ‘el no reconocimiento por España de cualesquiera medidas dirigidas a anexionarse territorios árabes ocupados a partir de 1967, o a alterar unilateralmente la naturaleza o el estatus de la ciudad de Jerusalén’.

El Libro de Estilo de este diario establece claramente, con algún error en las fechas, que ‘expresiones como ‘Jerusalén, la capital israelí’ o ‘el régimen de Jerusalén’ no deben emplearse, salvo que se trate de citas textuales de procedencia israelí. La ciudad de Jerusalén goza de un estatuto de internacionalidad, amparado por las Naciones Unidas’. En 1948, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la Resolución 194 por la que la zona de Jerusalén debe ser colocada bajo el control efectivo de las Naciones Unidas. El Gobierno de Israel trasladó su capital a Jerusalén en 1950 y la consagró, ‘completa y unida’ como capital en la Ley de Jerusalén de 1980, como la venía considerando desde que conquistó la parte oriental en 1967. Aquel mismo 1980, el Consejo de Seguridad de la ONU censuró ‘en los términos más enérgicos’ su promulgación.

Están claros, pues, los fundamentos que justifican plenamente el criterio de este diario de no admitir que se mencione Jerusalén como capital de Israel, aunque ello no conduce a poder escribir que Tel Aviv lo sea. Como comenta Frédéric Encel, que no es precisamente un enemigo de los postulados israelíes, en el libro Géopolitique de Jérusalem, dos proyectos geopolíticos, ‘dos vastas iniciativas de sacralización, integrando objetivos políticos más allá de la simple posesión de algunos kilómetros cuadrados de una villa modesta encaramada a montañas semiáridas, relativamente desprovista de interés estratégico (…) contribuyeron de forma decisiva a hacer de Jerusalén un objeto de lujuria política’.

Por otra parte, un lector que aparece en una foto de una manifestación celebrada en Tel Aviv, publicada en la edición impresa del 9 de julio, remitió un mensaje en el que aclara que, en contra de los que afirmaba la nota al pie y la propia agencia que suministó la imagen, la foto no corresponde a la manifestación que se celebró a favor de que los ortodoxos judíos y los árabes israelíes no queden exentos del servicio militar.

Aquel día, 7 de julio, hubo otra manifestación menor del movimiento de indignados. Según explica David Chaskielberg, ‘los actos exigiendo la movilización de religiosos judíos (y de árabes israelíes) y su cobertura sobredimensionada, ahora de alcance internacional por este lamentable error de vuestro prestigioso periódico, son utilizados por nuestro gobierno para ocultar una lucha más profunda de amplios sectores israelíes y palestinos. Los indignados de Israel tenemos un espíritu y unos fines análogos al movimiento de España y de otros países, con el reto añadido de reorientar la relación entre israelíes y palestinos. Entendemos que el conflicto palestino-israelí, al igual que entre laicos y religiosos y otros muchos otros conflictos en distintos países, forman parte del método de divide y vencerás. Las riendas que utiliza el capital para mantener dominados los pueblos. Sabemos que los indignados israelíes tenemos una labor previa; que se sepa que en nuestro país hay gente que no opina como el gobierno y que se opone a su política de represión, exclusión y humillación’.

Quede constancia del error en la fotonoticia. Con todo, y sin entrar en mayores consideraciones, no creo que el debate sobre el servicio militar haya sido sobredimensionado. Este tema está en las preocupaciones de una parte de la ciudadanía que ha conducido a una crisis de Gobierno, con el abandono del Ejecutivo por parte de Kadima.”