Friday, 22 de November de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1315

José Miguel Larraya

‘Tomo sin ironía el título en español de la maravillosa novela sobre periodismo que escribió Evelyn Waugh. Noticias como las basadas en los papeles del comandante Reyes no llegan todos los días, ni todos los meses, a las páginas de un diario. Recapitulemos. El pasado 1 de marzo, comandos colombianos se internaron en territorio de Ecuador y atacaron un campamento de la guerrilla de las FARC. La operación se saldó con la muerte del jefe Raúl Reyes y una veintena de guerrilleros. Los militares colombianos se incautaron, además, de tres ordenadores del jefe guerrillero, un botín electrónico cuyo contenido tenía, como se supo después, un alto voltaje político y diplomático. El escándalo internacional fue inmediato. Ecuador rompió relaciones con Colombia por violación de su territorio. A la protesta se sumó inmediatamente Venezuela, cuyo Gobierno aparece en los documentos aprehendidos como financiador e intermediario en la compra de material de guerra -misiles tierra-aire- para la guerrilla colombiana. En medio del escándalo internacional, con intervención de la Organización de Estados Americanos (OEA), Bogotá puso en manos de la Interpol los ordenadores intervenidos para que acreditasen que no habían sido sometidos a ninguna manipulación en su contenido.

Maite Rico, redactora de la sección Internacional, especializada en América Latina, ex corresponsal en México, cubrió, como enviada especial del diario, la crisis entre Ecuador y Colombia que se generó por el ataque del Ejército colombiano al campamento de las FARC. Su trabajo en esas fechas le abrió puertas que imagino -el Defensor no pregunta por las fuentes de los periodistas- le facilitaron la exclusiva de los papeles del comandante Reyes, sobre la que ha escrito tres reportajes publicados entre el 10 y el 12 de mayo.

Como la mayoría son documentos reservados, que no están escritos para ser publicados, los papeles de Reyes están llenos de datos incómodos que sacan a la luz lo que debe permanecer en las tinieblas de las operaciones secretas. Y el paisaje político-diplomático-terrorista que describen es, por lo menos, inquietante.

Pero algunos lectores, que en su mayoría no ocultan su hostilidad al Gobierno de Colombia que preside Álvaro Uribe, han escrito al Defensor para protestar por los reportajes de Maite Rico. Dos ejemplos. Jaime Balaguer dice estar ‘conmocionado por la falta de rigor y de honestidad de la serie de Maite Rico sobre Colombia y las FARC’, y la acusa de que en sus informaciones no hay ‘contraste de fuentes’. Este lector afirma que ‘ir a Colombia y contar las ‘confidencias’ de los militares colombianos no es periodismo’. José Ángel García, por su parte, afirma que existe una ‘confusión inaceptable entre la opinión, la calificación y la descripción periodística de los hechos’. Es casi tan molesto, añade, ‘como la ausencia de precisión sobre las fuentes, de la más mínima verificación de los supuestos datos supuestamente encontrados en un supuesto ordenador personal de un guerrillero’.

Maite Rico considera que la fuente no puede ser más precisa: son las propias FARC. ‘Es evidente que si no hubiera estado segura de la autenticidad de los documentos, no los habría publicado. En primer lugar, los contactos merecían toda mi confianza. En segundo lugar, la lectura de los cientos de páginas a las que tuve acceso no dejaba lugar a dudas, como tampoco tuvieron dudas los expertos (no sólo colombianos) a los que consulté. Pero es que, además, los datos ofrecidos por los ordenadores se han ido corroborando puntualmente desde el primer momento: desde el hallazgo de zulos y dinero -recuerden los 480.000 dólares en Costa Rica- hasta las reuniones clandestinas reconocidas por ministros venezolanos y ecuatorianos’.

‘Con Raúl Reyes no podía cotejar nada por razones obvias, y las FARC guardan un silencio elocuente. Pero los lectores ‘conmocionados’ pueden estar tranquilos: Interpol ha disipado cualquier duda al certificar que los ordenadores no fueron manipulados y que pertenecen a Reyes’.

‘En resumen’, concluye Rico, ‘creo que la ‘falta de honestidad’ habría que buscarla en aquellos que apelan al ‘rigor profesional’ para acallar verdades que les incomodan -cosa que sucede con frecuencia, por cierto, cuando se escribe sobre Hugo Chávez-. Frente a realidades tan pavorosas (un gobernante usa los presupuestos de su país para armar a un grupo catalogado como terrorista) no caben los pretextos ideológicos’.

Las exclusivas nunca son inocentes. En la inmensa mayoría de los casos, los periodistas no roban las noticias, sino que las reciben de fuentes interesadas en su difusión. Es la relevancia de la información la que cuenta, como también ocurrió con los datos contenidos en el ordenador del jefe paramilitar Rodrigo Tovar, alias Jorge 40. En aquel caso, los nexos no eran con el chavismo, sino con políticos colombianos. La crisis colombiana, con sus repercusiones continentales, es de por sí compleja. Cualquier información que ayude a comprenderla mejor debe ser bienvenida.’