‘La lectora Eva López López terminaba con el siguiente ejemplo la carta que me envió el pasado 18 de febrero: ‘Si me detienen en Marruecos, la prensa marroquí me calificará como ¿blanca?, ¿cristiana?, ¿caucasiana? Juraría que dirían simplemente española. También hay marroquíes negros (como españoles negros)… Si a uno lo hubieran detenido, ¿habrían especificado que era negro en vez de árabe?’.
Con estas preguntas retóricas la lectora subraya las incoherencias conceptuales que a veces cristalizan en alguna información periodística al identificar a los protagonistas de un hecho. Me dice: ‘¿Qué opina usted?’.
Para ilustrar su consulta la lectora cita un texto cuyo origen no he podido comprobar: ‘Tras el accidente, el conductor del todoterreno resultó detenido, al igual que otros cuatro hombres, todos ellos árabes, que viajaban en tres coches. Uno de ellos, francés de origen árabe, viajaba en un Citroën C-5; el segundo es un turco que conducía un Peugeot 406; y los dos últimos eran dos magrebíes, uno con nacionalidad francesa y otro, un marroquí con carta de identidad francesa, ocupando ambos un Renault Laguna’.
Argumenta la lectora: ‘¿Los turcos desde cuándo son árabes? Ni siquiera hablan árabe. Los magrebíes, marroquíes, argelinos, etcétera, pueden ser árabes, pero hay bereberes (o cabileños, o rifeños), etnias con cultura y lengua propias. La carta de identidad francesa, ¿no será también que es de nacionalidad francesa, como el otro? Porque, si no, tendría tarjeta de residencia francesa’.
Formula al final otro interrogante a modo de consulta o de invitación a reflexionar, que se añade a las preguntas que he citado al comienzo de esta crónica: ‘¿Esto de las razas tiene algún sentido? ¿No se debería hablar simplemente de nacionalidades?’.
Se da la coincidencia fortuita de que otro lector, Oriol Martos Leiva, me envió por aquellos días una carta en la que expresaba un interés concurrente con el de la lectora Eva López López. Dice este lector: ‘Le escribo con la intención de saber las circunstancias por las que se debe citar la nacionalidad de alguien implicado en algún delito’.
Atentos al dato Estimo que ambas consultas inciden en uno de los elementos de los relatos periodísticos que más dudas plantean. Los códigos deontológicos no lo resuelven con recetas prácticas.
De todos los instrumentos sobre ética periodística que son aplicables en nuestro ámbito de actividad, el más explícito ante este problema es el Código de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España.
Se dice en este documento normativo: ‘El periodista debe abstenerse de publicar datos sobre la raza, salvo que guarden relación directa con la información publicada’.
En los demás códigos sólo se encuentran alusiones generales, y todas ellas destinadas a evitar discriminaciones en las personas.
El Estatuto de Redacción de La Vanguardia, el de más inmediata aplicación en este diario, señala: ‘Las informaciones no se publicarán nunca de forma que supongan cualquier tipo de discriminación por razones de ideología o religión, de sexo, de raza, o de procedencia social o cultural’.
Bajo este mismo prisma alude genéricaal asunto expuesto aquí el Codi Deontològic del Col·legi de Periodistes de Catalunya. La declaración de principios sobre la conducta profesional de la Federación Internacional de Periodistas proclama a su vez: ‘El periodista se cuidará de los riesgos de una discriminación (sobre el origen nacional de los protagonistas de las noticias) y hará lo posible para evitarla’.
En el mismo sentido se pronuncian las normas que los periodistas de aquí deben guardar con carácter supletorio o complementario respecto de los códigos más cercanos. Me refiero, por este orden de prelación ascendente, a la resolución 1003 sobre Ética del Periodismo del Consejo de Europa y a los Principios Internacionales de la Ética Profesional del Periodismo de la Unesco.
Como vemos, está aún poco desarrollada, desde el plano ético, la forma de abordar la necesidad informativa de dar a conocer la nacionalidad o etnia para que se comprenda una noticia. Es uno de los problemas no resueltos en deontología periodística. Los lectores tienen toda la razón cuando plantean sus reservas sobre cómo la prensa identifica a veces a los protagonistas de una información.
Adiferencia de otras profesiones, como la de médico, por ejemplo, la periodística no dispone aquí aún de protocolos de actuación profesional que resuelvan técnicamente los diversos requisitos deontológicos.
Suele ser en estos pequeños detalles, en cambio, donde los lectores miden la capacidad corporativa de una profesión para responder a las exigencias sociales.
Lo único que queda claro en el caso consultado es que sólo ha lugar a identificar etnia o nacionalidad cuando el dato es necesario para entender el núcleo de una noticia. PONER FECHA Y LUGAR en las noticias son datos que echa de menos el lector Emili Marco. Dice: ‘Desde hace tiempo observo que muchas de las informaciones de La Vanguardia sólo van firmadas por el autor, pero no mencionan el lugar de origen de la noticia. Siempre pensé que fecha y lugar de origen de la noticia son necesarios e imprescindibles. Está en todos los manuales de periodismo y así ha sido hasta hace poco. Hace años que desapareció la fecha de la noticia, ahora parece que desaparece su origen’.
Otra observación: ‘La impresión que me da es que muchas veces se falsea la información con la ambigüedad. Sólo hay que ver las crónicas de partidos de fútbol que se hacen viéndolos por televisión. No queda bien claro si el autor está en el lugar de los hechos o elabora la información desde la redacción, lo cual quizás no resta mérito ni credibilidad, pero creo que el lector merece saberlo’.
En La Vanguardia rige la práctica de localizar las informaciones. Debe mantenerse, aunque el Libro de redacción del diario describe esta excepción: ‘En algunos casos, el redactor elabora una información a partir de una transmisión televisiva (un encuentro deportivo, una entrevista, un debate…). Dado que el periodista está en la redacción y los hechos se producen en otra ciudad, omitimos la data después de la firma’. Es una convención discutible, pero es la vigente.’